CAPÍTULO 32: Día 9 juntos - Parte 2
~Sophie~
—Tengo más fotografías de ella en mi estudio, en Francia. Dediqué una habitación a sesiones de tipo más… íntimo, si sabes a lo que me refiero –dijo André, con tono seductor–. Tengo varias fotografías de Hannah que sólo exhibo allí para los ojos de amigos cercanos.
Eso definitivamente contaría como evidencia de su amorío con este hombre, ¿o no? Sin importar cómo, tenía que acceder a ellas.
—¿Me las mostrarías a mí? –pregunté, tratando de sonar interesada pero no tanto que levantara sospechas.
André pareció pensarlo.
—No lo sé. ¿Estarías dispuesta a darme algo a cambio? Llámalo… un seguro, si prefieres.
—¿Un seguro?
No me gustaba nada cómo sonaba eso.
—Sí, ya sabes. Necesito saber que no vas a divulgar lo que veas o a tratar de perjudicarme de alguna forma.
—¿Y en qué consiste ese seguro? –pregunté, temiendo la respuesta.
André se acercó aún más a mí y agradecí que esta oficina no fuese de vidrio. Llevó su boca a milímetros de mi oído, tanto que sentí el roce de sus labios cuando habló, y dijo:
—Me dejarás tomarte una fotografía en mi estudio… sin nada de ropa y en la pose que yo te indique.
Y los pelos se me pusieron de punta. Jamás quise tanto golpear a alguien. Excepto a Hannah cuando se llevó a Mel.
* * *
Entré rápidamente a mi apartamento y saludé a todo el mundo. Skye hacía la cena, mientras Mel y Magnus armaban en la mesita del living la casa de playa de Barbie. Ni siquiera quería imaginar qué ideas tenía Mel para recrear precisamente la parte de playa.
Saludé, dejé mi bolso en la mesa y me dirigí a mi cuarto. Pensé que podría darles las noticias en la cena pero Magnus me descubrió antes.
—¿Qué estás haciendo? –preguntó desde la puerta, luciendo absolutamente confundido cuando me vió sacar una valija del placard.
Bueno, al parecer al menos a Magnus se lo diría antes.
—Me voy a Francia –respondí, mientras buscaba mi pasaporte en los cajones de la cómoda.
¡Por fortuna no estaba vencido!
—¿Qué? ¿A Francia? ¿Por qué? ¿La revista te envió a tomar fotografías de nuevo?
—Magnus, una pregunta a la vez –dije, ahora empacando algo de ropa–. Sí, iré a Francia. Y no, no me envió la revista. Me voy por asuntos personales. De hecho, tuve que pedir los días.
—Espera, ¿asuntos personales? ¿Cuáles? ¿Y Mel? –preguntó, ahora sonando preocupado.
—Mel se quedará aquí con Lara. Ya se lo pedí, y como está en espera de un nuevo proyecto, tiene tiempo de sobra. Skye y tú podrán venir con normalidad.
—Está bien, pero… un momento. ¿No confías en mí para cuidar a Mel?
—Bueno, es que llevas siendo padre poco más de una semana. Tampoco confiaba en mí como madre a la semana de tener a Mel. Mi madre vino a quedarse conmigo todo el primer mes para enseñarme lo básico y hasta que yo ganara confianza. No es fácil, ¿sabes?
Magnus pareció reflexionar sobre eso.
—Tienes razón, aún me falta mucho por aprender –dijo, luciendo pensativo–. Comenzaré a tomar notas.
—Eso ayuda. Mel ya no es una bebé pero definitivamente sabe cómo meterse en problemas.
—Lo sé, hoy me pidió ir al departamento de Steve para robar un poco de la arena que compra para su gato.
—¡Dios mío, esa niña! –exclamé, llevándome una mano a la frente.
—No te preocupes, se refería a la arena limpia, todavía empaquetada –explicó, como si eso la disculpara.
—Dime que no le seguiste la corriente.
—Claro que no. Yo sé que está mal robar, aunque se trate de Steve. Se lo dije a Mel –dijo, ayudándome a cerrar la valija cuando me vió luchar con el cierre–. Pero, Sophie, aún no me explicas por qué te vas a Francia.
Esto sería difícil, pero debía saberlo. No me metería a la casa de un baboso con tendencias pervertidas, sin avisarle a nadie a dónde estaría y con quién.
—Voy para encontrarme con el amante de Hannah –dije sin más, bajando la valija de la cama.
Magnus ni siquiera atinó a ayudarme con eso. Al parecer estaba en shock.
—Disculpa, ¡¿qué?! –preguntó, finalmente reaccionando–. ¿Cómo sabes quién es su amante? ¿Y por qué te encontrarías con él?
—Sé quién es porque lo conocí hoy en el trabajo. Por una casualidad, en realidad. O el destino, si crees en esas cosas –respondí, encogiéndome de hombros–. Es fotógrafo y será quien haga las sesiones para el especial de la revista del próximo mes. ¿Puedes creerlo?
—No en realidad. ¿Cómo sabes que es él?
—Tiene fotos de Hannah. Muchísimas. Más de las que cualquiera tendría por haber trabajado con una modelo un par de veces. ¿Y mencioné que en casi todas está sin ropa? Al parecer es su “musa” –dije, haciendo las comillas con los dedos”–. Esos dos deben llevar quién sabe cuántos años haciéndolo.