Una semana en Escocia, una vida en tu corazón

EPÍLOGO

EPÍLOGO

~Magnus~

—¿Si? ¿Hola? –pregunté cuando pude reaccionar.

¿Quién demonios llama tan temprano en la mañana?

—¿Magnus? ¿Sophie está contigo?

Por supuesto que sería él.

—No, Steve. Ya salió para el aeropuerto –respondí, cubriéndome el rostro.

Había olvidado cerrar las cortinas anoche. Pero Sophie y yo volvíamos de celebrar nuestro aniversario, queríamos hacerlo y de nuevo faltaban condones. Siempre compraba muchos, pero por alguna razón parecían terminarse rápido.

Así que la cortina fue la última de nuestras preocupaciones. Nos concentramos en dar vuelta la habitación en busca de algún condón perdido que hubiésemos olvidado por ahí, y por fortuna encontramos uno. El único que nunca queríamos usar. El que brillaba en la oscuridad.

Costó que Sophie tomara con seriedad el asunto, porque no podía parar de reírse. Pero dijo que por fortuna parecía una espada de Star Wars y no una luciérnaga. Así que le agradecí a mis ancestros por eso y luego lo hicimos.

Revivía los sucesos de la espectacular noche que pasamos, cuando Steve continuó hablando.

—¿Y no la acompañaste al aeropuerto? –preguntó, sonando preocupado.

—No, Steve. Dijo que iría sóla. Me quedé en casa con Mel. ¿Se te ofrece algo más? –pregunté, listo para cortar.

—No, no. Intentaré llamarla en unas horas –dijo, y con eso terminó él la llamada.

—Creí que me libraría de él viviendo en otro continente. Pero al parecer no tengo tal suerte –dijo Sophie, acomodando su cabeza en mi pecho.

—Deberíamos vivir en otra galaxia para librarnos de ese sujeto. La diferencia horaria con Escocia no le molesta.

—¿Y otra galaxia sería suficiente? –preguntó, con una sonrisa contenida.

—No lo sé, pero para cuando llegue alguno de sus mensajes, habrán pasado siglos y por fortuna ya estaremos muertos –respondí, imaginando a un anciano Steve aquí en la tierra, esperando nuestra respuesta.

—¡No seas malo! –dijo Sophie, esta vez riendo–. En fin, debo irme. Perderé mi vuelo si no salgo en media hora.

—¿Segura? ¿No tienes tiempo para un rapidito? –pregunté, probando suerte.

—¡Claro que no! Y tú no conoces el concepto de rapidito –dijo, levantándose de la cama con una sonrisa, como hacía todos los días.

Nada en el mundo se comparaba a amanecer junto a ella.

—De acuerdo, lo haremos cuando regreses –acepté, levantándome también–. Pero estoy molesto con Skye por haberte conseguido un trabajo tan lejos. Además, sabía perfectamente que no querías fotografiar eventos.

—Sí, pero también sabe que llevo un año esperando algún trabajo. Tú fuiste el que me convenció de renunciar y te lo agradezco, pero no me quedaré aquí holgazaneando.

Eso jamás había pasado. Sophie siempre encontraba qué hacer en la casa. Pero era obvio que quería más de la vida y amaba eso de ella.

—Lo sé –dije, entendiendo cómo se sentía–. Sólo quería que vuelvas a tomar fotografías y en esa revista ya no podías. Pero, ¿Dubai? ¿En qué estaba pensando Skye?

—Siempre quise conocer Dubai, sólo quisiera poder llevarlos conmigo. Pero volveré antes del primer día de clases de Mel –dijo, terminando de vestirse.

—No te preocupes, yo me encargaré de que tenga todo. De hecho pensaba llevarla de compras por sus útiles al regresar del aeropuerto.

—No tienen que acompañarme, en serio.

—Claro que tenemos. Iré a despertarla –dije, antes dándole a Sophie un beso.

—¡Es verdad! ¡No me cepillé los dientes! –exclamó, corriendo al baño de inmediato.

Eso me recordó que tampoco yo lo había hecho.

* * *

—Mami, ¿la tía Skye conoció a alguien en Dubai? –preguntó Mel, cuando íbamos en el auto.

—Mas le vale que no –dije, sin pensar.

—¡Magnus! ¡No la celes tanto! También tiene derecho a estar con alguien –dijo Sophie, luego volteando un poco en su asiento para contestarle a Mel–. Conoció al hermano del chico cuya boda voy a fotografiar. Así fue que pudo recomendarme.

—Ya veo –dijo Mel, y pareció quedarse pensando en algo–. Ojalá sea apuesto, sus hijos serían muy hermosos.

Sophie me miró de inmediato para ver mi reacción.

—Genial… ahora tengo la imagen mental en mi cabeza –dije, sintiendo escalofríos.

Sophie sólo se rió a mi lado.

* * *

—Bueno, si necesitas algo sólo llámame, ¿sí? No importa la hora –dijo Sophie, ya cuando estaban llamando a los pasajeros para abordar–. Y Lara estará en Londres esta semana. Dijo que puedes llamarla también y estará aquí en 2 o 3 horas.

—Estaremos bien, Sophie. Y te llamaremos todas las noches. Sólo concéntrate en tu trabajo y disfrútalo –dije, deseando de corazón que así lo hiciera.

—Sí, mami. Una semana no es tanto tiempo –agregó Mel con una sonrisa y Sophie y yo nos miramos.




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