Una serie de cuentos y desventuras

Hermano

Otra vez había vuelto a ese cuarto, detestaba volver, era oscuro, húmedo, frío, la única luz que se veía era la que resplandecía bajo la puerta ; pero no la abría  por no encontrarse con él. De vez en cuando, veía que se paraba frente a la puerta, le oía pasar sus manos por ella intentando buscar alguna manera de abrirla, luego un golpe tras otro, escuchaba como la puerta se movía, no aguanta más, la desesperación lo llevo a cubrirse los oídos, no quería escucharlo, su respiración se acelera, pero por más que apretara sus oídos comenzó a escuchar un chirrido molesto dentro de su cabeza y por más que se la arañara o golpeará no podía sacárselo de ella, comenzó a sentir como las primeras lagrimas le habían brotado, se abrazó más fuerte a sus piernas, ya no le escuchaba golpear la puerta, al levantar  fuertemente sus ojos sintió su cuerpo helarse al ver que la puerta se encontraba abierta. Un rayo de luz entraba en la habitación, comenzó a escuchar una risa psicópata, intentando ver de dónde provenía giro en todas las direcciones pero no pudo ver nada; al colocar sus manos sobre el suelo un olor fétido comenzó a apoderarse de la habitación, sintió sus manos mojadas al contacto de algún líquido, al llevar la mano izquierda hasta su boca para saber qué era, sintió como su cuerpo se estremecía al detectar el sabor metálico de la sangre. De un salto empezó a correr en dirección de la puerta, escuchaba como él también va en esa dirección, al atravesar la puerta un leve destello lo ciega temporalmente hasta el punto de caer al suelo sobre sus piernas, la espalda le sudaba frío, lo único que tenía era un pantalón naranja que le molestaba. Voltea a ver a la puerta, sólo podía ver esa oscuridad que se extiende hasta quien sabe dónde. En la habitación comenzó a escucharse un piano, él miro en todas las direcciones buscando aquello que producía tal melodía que le erizaba la piel, pero en la habitación no había ningún piano, sólo una pequeña mesa pegada contra la pared, una lámpara de luz purpura en el techo y un piso que parecía tablero de ajedrez, coloco una vez más su cabeza entre las piernas y comenzó a mecerse una vez más, él no merecía estar allí pero no podía hacer nada contra ello, mientras él seguía meciéndose ignoraba como de la oscuridad del otro cuarto se veía emerger una mano huesuda y pálida, luego un pie manchado por el enorme charco que había en aquella habitación, luego se ve surgir el resto del cuerpo de aquel ente, el cual estaba se encontraba cubierto por unos vendajes amarillentos que solo dejaban asomar las manos, los pies, unos cuantos cabellos negros y un ojo rojo, rojo y brillante, el hombre al ver lo que había surgido del otro cuarto comenzó a retroceder hasta el otro lado de aquella sala y al tocar la pared volteo para no verlo, aquel ser se comenzó a acercar a él con unos movimientos muy secos, erráticos y amorfos, al llegar hasta donde se encontraba el otro hombre extendió una de sus huesudas manos hasta tocarle la espalda con la punta de su dedo índice, al sentir esto el hombre se asustó y cayó a un lado del otro, comenzó a retroceder mientras miraba fijamente a aquel ser, pudo ver como este le sonreía bajo los vendajes y le pronuncia las palabras que siempre le dice cuando se encontraban.

-Hola querido hermanito-

-No soy ese hermano del cual tanto hablas ¡¿Por qué no lo entiendes maldito?!-

Aquel ser retrocedió unos cuanto pasos y comenzó a tirar de las telas que cubrían su rosto.

-¡¿Por qué?! ¡¿Por qué no me aceptas?! ¡¿Por qué no aceptas que somos hermanos si somos idénticos?! -

Una vez cayo el último vendaje que cubría su rostro se pudo ver a lo que él se refería, ya que tenían el mismo rostro solo que este tenía nada más un ojo, al otro lado nada más había una cuenca vacía, la sonrisa psicópata que tenía no se comparaba a nada, esta era negra y dentro de ella emanaba un líquido oscuro casi parecido a la brea, aquel ser comenzó una vez más a caminar en dirección al hombre hasta quedar frente a él y uno a uno fueron apareciendo cadáveres en el suelo que le resultaban familiares pero no sabía de dónde. 

-Entonces si no soy tu hermano…. ¡Déjame ser tú!-

Cuando dijo esto su boca se abrió hasta que todo quedo oscuro; el hombre se levantó de golpe de su cama, sudaba frío, se sentó en el borde de ella, desde que le habían dicho cuál era su destino no había podido volver a dormir, no podía ir a ningún lugar, se acercó a la única ventana de la habitación, ese era el único contacto con el exterior que tenía, extendió su mano para sentir una última brisa recorrer su cuerpo, luego escucho que habían llegado por él.

Aquel pasillo le pareció infinito, sabía que no podía huir pues se lo impedían, al ver la puerta de la habitación supo que ya era su hora, al entrar unos hombres lo acostaron en una cama mientras lo aseguraban con una fuertes correas, luego sintió un leve piquete en su brazo, aquella cama se comenzó a mover hasta quedar vertical, pudo ver el montón rostros expectantes de su fin, luego entro el juez en la habitación y comenzó a redactar la condena por el sin número de asesinatos cometidos por aquel hombre.

-….por estos y por muchos más el joven Adam Rodríguez es condenado a muerte bajo inyección letal-

Adam sabía que ya nada le podía salvar de su destino pues nadie le creía que era su ‘‘hermano’’ el que los había cometido cada uno de ellos por los cuales era acusado, el cura entro y le dio sus últimas palabras, cuando al fin  sintió como la anestesia entraba a su cuerpo y pensaba en que ahora viviría esa pesadilla para siempre sin poder levantarse, una vez más escucho una voz en su cabeza.



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Editado: 17.05.2021

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