Una sirena en verano

CAPÍTULO 3

Después de unos quince días de búsqueda, avistaron un pequeño islote de rocas en medio del mar. Gunnar decidió desembarcar e ir en su busca, para ver si podía encontrar alguna pista sobre Talassa.

Era pequeño y desolador, aquello era un lugar vacío; pero desde allí pudo ver una pequeña isla, con apenas unos pocos arbustos y árboles que se retorcían por el viento. Mientras remaba en una pequeña barca has la costa, Gunnar notó que había una pequeña cueva en la base de un acantilado: sin pensarlo dos veces, decidió explorarla.

Amarró la barca y se adentró en la cueva con precaución, asegurándose de no pisar ninguna piedra suelta o resbaladiza. La luz del sol desapareció rápidamente y tuvo que encender una antorcha para poder ver su camino. La cueva era estrecha y oscura, pero siguió adelante, empujando las ramas y esquivando las rocas que se encontraba en el camino.

Después de unos minutos caminando, la cueva se abrió en una pequeña cámara. Al principio, no vio nada interesante, solo un montón de piedras y conchas, pero entonces notó algo extraño en una de las paredes. Era un dibujo de una sirena, con una larga cola y cabello largo y ondulado.

Gunnar se quedó mirando el dibujo, preguntándose si Talassa lo había hecho. ¿Podría haber estado aquí en algún momento? Pero luego, en la pared justo al lado, vio otra figura: un tritón, con un tridente en la mano.

Gunnar se sorprendió. La figura del tritón era muy detallada, como si alguien hubiera pasado mucho tiempo tallándolo en la piedra. ¿Quién podría haber hecho algo así en medio de una cueva desolada en una isla desconocida? ¿Y qué podría significar?

Decidió explorar más la cueva, buscando cualquier otra pista que pudiera ayudarlo a entender lo que estaba sucediendo. Mientras caminaba, encontró más dibujos en las paredes: un barco, una isla, un círculo con una estrella en el centro. ¿Qué podría significar todo esto? Gunnar memorizó todos aquellos dibujos y continuó explorando, esperando encontrar más pistas que le ayudaran a descubrir la verdad detrás de aquellos extraños símbolos.

A medida que se adentraba en la cueva, empezó a escuchar un sonido familiar: aquel era el canto de Talassa, por lo que avanzó a paso firme, pero sin hacer nada de ruido, pues lo que menos quería era volver a dañarla. Y Allí estaba ella, sentada en una roca, mirando hacia al agua salada de una pequeña laguna mientras acariciaba a sus delfines. Al verla, su corazón saltó de alegría y la llamó:

—Talassa. Te he estado buscando por todas partes —comentó acercándose a ella—. ¿Estás bien? —terminó de preguntar sujetando su barbilla para que le mirase a los ojos.

Talassa levanto su cara y con una mirada de tristeza en sus ojos dijo:

—Gunnar, lo siento mucho. No quería causarte dolor, pero has de asumir que no puedo estar contigo en tu barco. Soy una criatura del mar y mi hogar es el océano.

Gunnar la miró con tristeza.

—Pero yo te amo. ¿No significa eso algo para ti? —la preguntó, mientras la miraba con tristeza.

—Por supuesto que sí —respondió Talassa—. Pero nuestro amor es imposible, yo soy una sirena y tú eres un vikingo. Nuestros mundos nunca podrán estar juntos, somos seres diferentes.

Gunnar se acercó a ella, tomándole las manos y se quejó:

—No puedo aceptar eso, te amo y haré lo que sea para estar contigo. Juntos podremos superar cualquier obstáculo, estoy dispuesto a dejar mi barco si es lo que quieres, pero déjame quedarme a tu lado.

Talassa lo miró a los ojos y vio la determinación y el amor que brillaban en ellos, sabía que su corazón le pertenecía y que no podía vivir sin él.

—De acuerdo —dijo ella—. Pero, debemos ser muy cuidadosos. Hay muchos peligros en el mar que amenazan nuestra felicidad.

Gunnar sonrió, sintiendo la alegría de tenerla de vuelta en sus brazos.

—No importa lo que venga, siempre estaré a tu lado.

Y así fue como regresó a su barco, pero antes de dar la orden de que sus hombres marcharan sin él, retrocedió de nuevo a ver a Talassa. Allí encerrados en aquella cueva pasaron dos noches sin que nadie les molestara, hasta que las voces de un par de sus hombres se escucharon a lo lejos.

—Tienes que esconderte, Talassa no pueden verte —dijo en decimas de segundos pensando en lo que la harían si la volvían a ver de nuevo.

—Y tú, ¿qué harás? —preguntó Talassa, mientras dejaba que Gunnar la cogiera en brazos para colocarla a la orilla de la laguna.

Al igual que él no pudo dejar su vida marchar de aquella manera, comprendió que la de Talassa merecía el mismo respeto, pues con ella aquellos dos días fueron los más bonitos que había vivido en toda su historia.

—Yo solo te recordaré dentro de aquel barco, aquel en el que tus días fueron más largos y tus noches eternas. Amor mío espero verte de nuevo, pero si ellos te dan caza ya no podré volver a soltarte de nuevo. Te amo —terminó de decirla antes de que Talassa le cogiera por las mejillas y le diese un beso en los labios.

Y mientras Talassa se sumergía en las profundidades, Gunnar se sentía aliviado y agradecido por haber podido encontrarla de nuevo. A pesar de su deseo de estar juntos, acepta que ella no puede ser encerrada o poseída, aunque en aquella despedida ambos se prometieron mantener su amor eterno. Juntos, exploraron lo que era el amor en aquella isla y descubrieron algunos de sus secretos, y Gunnar aprendió a apreciar y respetar la libertad de cualquier ser vivo que existiera en el mundo.




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