Desde aquel día Talassa le visitaba cada noche, ellos conversaban a escondidas, mientras el sonido de la mar y el canto de las olas creaban aquel ambiente mágico, que necesita una pareja de enamorados.
A medida que pasaban las noches, la pasión entre ellos crecía aún más fuerte. quizás era el sentimiento del amor prohibido, lo que les mantenía unidos, pero el amor que sentían por el mar, la música y la belleza, los acompañaba en cada momento. Talassa se sentía segura con Gunnar y él la amaba más allá de lo que hubiera imaginado.
Ella perseguía el barco sin cesar, en cada playa que él paraba para que sus hombres cansaran, se encontraban en secreto. Sus besos se volvían más intensos y sus abrazos más apasionados, Gunnar prometió protegerla a toda costa, aunque eso significara arriesgar su vida en el proceso.
Una de esas noches, en las que Gunnar veía a Talassa nadar de esa manera tan perfecta, le pidió que le enseñara, el nunca aprendió, lo más seguro que era para él agua era estar en su barco navegando.
Talassa le miró fijamente a los ojos, y empezó a recordar algo que casi la deja sin palabras, pero al final se atrevió a decir:
—Eres un vikingo, pensé que los vikingos sabías nadar.
—Pues no todos tenemos esos dones, además yo nací en la tierra.
—Pero eres humanos, los humanos soléis aprender rápido, es solo un instinto de supervivencia, si no cuando caéis al agua podéis morir.
—Yo no —gruñó muy avergonzado—, yo... verás... tuve una mala experiencia. Cuando era niño iba a pescar con mi padre, y un día creo que algo nos golpeó la barca y yo caía al agua, pero cuando estaba a punto de morir sentí que algo rozó mis labios y yo no recuerdo nada más pero cuando me desperté: mi padre me estaba sujetando por la muñeca, y de un tirón en seco me subió de nuevo con él.
—¿Qué pasó después? —preguntó Talassa sorprendida por lo que la estaba contando.
—Me trataron por loco, nadie me creía. Yo siempre dije que una sirena me había besado y mírame aquí estoy contigo casi entre mis brazos.
Talassa le miró y sonrió, pero sus sospechas se habían aclarado, con la sinceridad en la que Gunnar se lo había resumido, sabía que sus destinos estaban escritos.
—Tú tampoco me crees ¿Verdad? —preguntó alzando una ceja al cielo.
—Yo si te creo mi amor y... ¿sabes por qué?
—Sé que me tratas de loco tú también —respondió retirando su mirada de la de Talassa.
—Esa sirena era yo, no me di cuenta hasta ahora, pero claro que besé tus labios, ya estabas muerto, eras un niño y no podía dejar que murieras de aquella manera, por eso te salve la vida pasando aire a tus pulmones.
Escuchar esas palabras le hizo darse cuenta de no estaba tan loco como los demás argumentaban, y después de sincerarse el uno con el otro, Gunnar se tiró al agua, casi sin dar tiempo a Talassa para reaccionar.
—¿Qué haces? ¿Estás loco? Tu tripulación te buscará, que vas a hacer cuando vean que estás empapado.
—Ya me inventare algo, al viejo Gunnar nadie la recrimina nada. Ahora enséñame el mar.
Talassa trató de convencerle para que volviera a subir al barco la vida ahí abajo era demasiado peligrosa, incluso si se pasaban de profundidad los pulmones le podrían estallar.
Gunnar entendió las preocupaciones de Talassa, pero no podía evitar sentir curiosidad por el mundo mágico que ella habitaba. Él la miró a los ojos con ternura y le prometió que la protegería siempre, incluso en las profundidades del océano.
—Confía en mí, mi amor. Quiero ver el mundo como lo ves tú, quiero sentir el canto de las olas y nadar junto a ti en las aguas más cristalinas. Sé que es peligroso, pero juntos podemos superar cualquier obstáculo —susurró con voz suave y decidida.
Talassa se sintió conmovida por aquellas palabras y decidió llevarlo al mundo que existía por debajo del mar. Juntos se sumergieron en las profundidades, rodeados por una multitud de criaturas marinas. Los colores y formas que veían eran mágicos, y Gunnar estaba maravillado por todo lo que estaba viendo.
—Es impresionante, nunca había visto algo así —gritó asombrado, al salir del agua para descansar un poco.
Talassa sonrió y le tapó la boca con suavidad, mientras le decía.
—El mar esconde muchos secretos y misterios, pero solo algunos son dignos de ser descubiertos.
Juntos nadaron más allá de las profundidades, explorando cada rincón del océano. Y mientras lo hacían, se dieron cuenta de que su amor era más fuerte que cualquier peligro que pudiera aparecer en su camino.
Gunnar aquella noche entendió que el mar podía ser peligroso incluso para Talassa, pero, aun así, prometió que nunca la forzaría a hacer algo que pusiera en peligro su vida.
A medida que pasaba el tiempo, Gunnar y Talassa se volvían más unidos, compartiendo risas, secretos y aventuras en el mar. A pesar de las diferencias entre sus mundos, habían encontrado en el amor un puente que les permitía conectarse de una forma única e inolvidable.
Sin embargo, su felicidad no duraría para siempre. Un día, mientras navegaban hacia el pueblo vikingo donde Gunnar había nacido, una tormenta feroz azotó el mar y su barco comenzó a tambalearse peligrosamente. Gunnar intentó controlar la nave, pero una gran ola los golpeó con fuerza, arrojando a su tripulación al agua.