Una sirena en verano

CAPÍTULO 5

Talassa se dio cuenta de que Gunnar estaba perdiendo la batalla contra la muerte, así que decidió hacer algo que había jurado no hacer: mostrarle el verdadero don que tenía como sirena. Con lágrimas en los ojos, empezó a cantar una canción que había aprendido de su madre, no era una canción cualquiera, sino esta podía sanar a cualquier criatura del mar. Pronto, la voz de Talassa se mezcló con la canción de las ballenas y los delfines, y de repente, un rayo de luz emergió del agua, envolviendo el cuerpo de Gunnar.

Talassa miró con asombro como las piernas de Gunnar se juntaban y convertía en una gran cola de pez brillante, llena de colores cobres. Sus orejas cambiaron de forma escondiendo por detrás de ella unas branquias para respirar por debajo del agua. Cuando el resplandor se desvaneció, Talassa se encontró con un hombre-pez frente a ella, sonriendo con gratitud. Él extendió sus brazos hacia ella y ella lo abrazó, sintiendo su corazón latir en perfecta sincronía.

—Ya no somos diferentes, ya soy como tú —dijo mirando como podía mover su cola, salpicando a Talassa del agua de la orilla del mar.

A partir de ese día, Gunnar y Talassa se convirtieron en una pareja dentro del mar, nadaban juntos las profundidades de un océano inmenso y exploraron las maravillas que ese mundo les ofrecía. Juntos descubrieron un nuevo significado del amor, más allá de las limitaciones de la tierra y el mar.

Con el tiempo, los dos se acostumbraron a su nueva vida. Talassa se convirtió en una guía experta para Gunnar, mostrándole todos los tesoros y maravillas que se escondían bajo el agua. Gunnar, por su parte, aprendió a respirar bajo el agua y a comunicarse con las criaturas marinas: juntos, formaron una nueva vida alejados del mundo de los humanos.

A pesar de su felicidad en el agua, en ocasiones Gunnar añoraba su vida anterior, y algunas veces se preguntaba cómo estarían sus amigos y su familia. Talassa siempre le consolaba y le recordaba lo peligroso que era volver a la superficie, pero a pesar de todo, él seguía anhelando su vida anterior.

Un día de verano hacia tanto calor que se metieron en una cueva submarina, y como Talassa era incansable decidió explorarla, con la suerte de que se encontró un tesoro. En el interior de aquella cueva había una antigua vasija de barro, estaba casi destrozada llena de una especie de alga submarina, y pensando que podría encontrar perlas en su interior, encontraron un pergamino que parecía haber sido escrito por un hechicero. Al comenzar a leer aquel pergamino, se dio cuenta de que quizás podía conceder un deseo a quien lo leyera.

Se puso tan contenta por su tesoro que se lo llevo a Gunnar enseguida pensando que con eso quizás podía llegar a ayudarle. Al principio pareció rechazar la idea de volver a ser un humano, pero con el paso de los días, recordó lo que sentía navegando los mares en su barco; antes de ser destrozado por aquella tormenta.

Gunnar comenzó a sentir la añoranza de su vida anterior, y decidió usar el pergamino mientras que Talassa dormía, quería volver a ser humano y así poder regresar a su hogar. Entonces cuando terminó de leer, la magia se hizo llenando aquel mar de un brillo inmenso de colores celestes, lilas, verdes, naranjas; no había color en el mundo que no se viese en aquel momento. Talassa despertó con todo aquel brillo y con la mano puesta en sus ojos buscó a Gunnar con tristeza, sabiendo que tendría que quedarse en el mar, pero aun así decidió no interrumpir su decisión.

Cuando la luz se disipó, Gunnar se encontró en la playa, de vuelta en el mundo humano. Miró hacia el mar, sintiendo una profunda tristeza y buscando el pergamino que se deshizo entre sus dedos al ver que Talassa no estaba a su lado.

Ya no podría ver más a Talassa, ni abrazarla, ni tenerla entre sus brazos, aquel hechizo más un tesoro fue una maldición para ellos, ahora estaba donde él siempre había querido estar, pero sin Talassa a su lado el mundo no tenía ningún sentido, y más sabiendo que ya no podrían estar juntos. Enloquecido, lleno de rabia y dolor Gunnar entró al agua y nadó y nadó hasta que su cuerpo dijo basta, por mucha fuerza que tuviese en su cuerpo, ya se cansaba como el de cualquier humano; por lo que volvió a la orilla y esperaba día tras día a que cayera el sol, con la esperanza de que aquel verano Talassa le encontrara.

A medida que pasaban los días, Talassa exploraba cualquier rincón con la esperanza de encontrar de nuevo a Gunnar, ella también le echaba de menos, y eso que ya habían pasado algunos meses desde que Gunnar desapareció de su lado sin avisar, se preguntaba como estaría él. Aunque quizás si la echaría de menos igual que ella a él.

Estaba en lo cierto, porque a pesar de que Gunnar ahora era un hombre, su amor por Talassa no había disminuido, sino que había crecido aún más. dentro de su corazón ella crecía cada día un poquito más no dejada de recordar sus besos, sus caricias y hasta la última vez que hicieron el amor bajo aquel arrecife lleno de corales.

Comprendió que había hecho mal, que sería muy difícil estar lejos de todo lo que había conocido durante algún tiempo, extrañaba el mar tanto como a la vida que llevaba con Talassa. Con el corazón apesadumbrado, Gunnar decidió que, si no volvía a ver a Talassa era hora de desaparecer de este mundo, por lo que se volvió a meter en el mar, y dejó que la marea arrastrara su cuerpo tan lejos como ella quisiese.

Con la mirada perdida al cielo mientras que el calor le azotaba en pleno verano, prometió que nunca la olvidaría y que siempre la amaría. Gunnar le aseguró que siempre la protegería y que la esperaría en el mismo lugar donde la había encontrado. Pero sabía que jamás iba hasta aquellas coordenadas sin ningún barco, pero no desistió de su idea de que algún día la encontraría.




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