Una sirena en verano

CAPÍTULO 6

Un día, mientras Nagör jugaba con los delfines, algo brillaba en la superficie del agua, subió y lo cogió sin pensar el riesgo que estaba corriendo si era visto por algún humano. Encontró una botella de cristal, dentro de ella había un viejo mapa que habría sido dejado por algún antiguo explorador. El mapa llevaba dibujado un paisaje, en el cual se veía claramente que fue un lugar lleno de sirenas, por la curiosidad del adolescente, fue corriendo en busca de su madre.

—¿De dónde has sacado este mapa? —preguntó Talassa, preocupa al ver que el joven Nagör estaba emocionado por la idea de encontrar sirenas nuevas dentro del mar.

—Mamá lo encontré en aquella roca de allí, el mapa me llegó a las manos dentro de esto —dijo enseñándola aquel objeto flotante, que él aun no sabía lo que era.

—Eso es una botella de vino, y no deberías haberla cogido.

—Pero papá su luz era muy fuerte.

—No sé cuántas veces tenemos que decirte que no puedes subir a la superficie sin nosotros —dijo su padre muy enfadado.

—Gunnar no te enfades tanto, deja que sea yo quien le diga lo que significa ese mapa —respondió Talassa, más tranquila que nuca sin dejar de pensar en donde estarían ya aquellas pobres sirenas.

Talassa tomó a Nagör de la mano y lo llevó a una roca cercana. Sentándose con su hijo, comenzó a narrarle una historia sobre el pasado del océano.

—Hace muchos años, había muchas más sirenas en el océano, todas ellas estaban en tribus y este mapa es de una tribu milenaria, ellas se llamaban “Las cantoras de la brisa” —comenzó Talassa con una voz suave—. Pero algo sucedió e hizo que todas ellas desaparecieran.

Nagör miró a su madre con curiosidad, y Talassa continuó.

—Los humanos comenzaron a pescar en el océano y a dañar el equilibrio natural del ecosistema. Muchas sirenas fueron capturadas y llevadas a tierra para ser exhibidas o vendidas como curiosidades. Los humanos no entendían que las sirenas eran criaturas inteligentes y sensibles, y no meros objetos de entretenimiento.

Nagör frunció el ceño, sintiendo tristeza por sus hermanas sirenas que habían sido capturadas.

—Después de años de sufrimiento a manos de los humanos, muchas sirenas decidieron esconderse en lugares desconocidos para ellos, donde podían vivir en paz y lejos del peligro —continuó Talassa—. Se decía que algunas habían encontrado un lugar seguro en los mares del norte, lejos de la mayoría de la actividad humana.

Nagör escuchaba atentamente, imaginando a sus hermanas sirenas nadando en el mar del norte, lejos del peligro humano.

—Pero todavía hay humanos que no respetan la vida en el océano y continúan causando daño a las criaturas marinas —concluyó Talassa con tristeza en su voz—. Es por eso que es importante que cuidemos el mar y trabajemos juntos para proteger a todas las criaturas que viven en él, incluyendo a nuestras hermanas sirenas, si es que llega a quedar alguna viva, porque yo llevo cientos de años buscando alguna.

Nagör asintió con determinación, sintiendo la importancia de la misión de su familia de proteger a las criaturas marinas. Sabía que era su deber mantener el equilibrio del océano y proteger a su familia, incluyendo a las sirenas que aún pudieran estar escondidas en algún lugar del mar.

Y así fue como después de aquella historia Nagör creció soñando durante años con encontrar a alguien que fuese como él, aunque tuviese que encontrar aquel lugar él solo.

Cuando Talassa y Gunnar se enteraron de los planes de su hijo, se sintieron orgullosos de su espíritu aventurero, pero también preocupados por los peligros que podrían acechar en la búsqueda del tesoro. Sin embargo, sabían que Nagör tenía su propia mente y espíritu libre y que tendría que seguir su propio camino.

Con lágrimas en los ojos, Talassa y Gunnar despidieron a Nagör mientras se embarcaba en su búsqueda. Lo observaron alejarse en su pequeña embarcación, sabiendo que habían criado a un joven valiente y decidido.

A medida que pasaban los días y las semanas, Talassa y Gunnar esperaban ansiosamente noticias de Nagör. Finalmente, y a través de una ballena les llegaron noticias de Nagör, había encontrado una tribu nueva, se llamaban “Las hijas de las mareas” en aquel nuevo mar existía un paraíso con grandes riquezas. Por lo que Gunnar y Talassa abandonaron su hogar y fueron en busca de su hijo. Con lágrimas de felicidad, Talassa y Gunnar abrazaron a Nagör y se sintieron agradecidos por su valentía y determinación.

La tribu de las “Hijas de las mareas” resultó ser un grupo de sirenas amables y acogedoras que vivían en un arrecife de coral en medio del océano. Nagör se convirtió en amigo de las sirenas y compartió con ellas sus conocimientos y habilidades de pesca, mientras que las sirenas enseñaron a Nagör a bucear más profundo y descubrir más secretos del mar. Nagör se sintió en casa entre las sirenas, y se maravilló ante la belleza del arrecife y la diversidad de criaturas que allí habitaban.

Durante su estancia en el arrecife, Nagör y las sirenas compartieron muchas historias y leyendas sobre la antigua raza de las sirenas, cuya existencia había desaparecido con el tiempo.

Según las leyendas, las sirenas habían sido una vez una gran tribu que gobernaba los mares y los océanos. Eran seres pacíficos y sabios, conocidos por su belleza y habilidades mágicas. Pero un día, un gran peligro amenazó su hogar y su forma de vida. Un grupo de cazadores sin escrúpulos comenzaron a capturar a las sirenas y venderlas como curiosidades a los seres humanos. Las sirenas, heridas y temerosas, se retiraron a los lugares más profundos del océano, donde esperaron en silencio durante siglos, esperando que algún día el mar vuelva a ser un lugar seguro para ellas.




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