Una Sola Mirada

Capítulo 4

No sé porque estuve feliz por haberme enterado que Lily no tiene nada con James. Algo me decía que tenía que estar feliz, pero otro algo me hacía preguntarme ¿Por qué demonios piensas eso?

Las tardes eran agradables, pero algo fastídiate. Las prácticas y repasos de las materias, hacían que mi cabeza parecía un volcán a punto de hacer erupción. Las tardes siempre terminaban con una cena con la familia de Lily. Lo cual no me importa, al contrario, me reconforta.

Su madre comenzó a insinuar que éramos más que sólo amigos. Ambos reímos y respondimos con un rotundo no. Cada día cenábamos diferentes cosas, pero la intención de dejarme cenar no era mala.

El jueves hablé con el entrenador de baloncesto, le dije que estaba interesado, ahora fue él quien me volteo la jugada. Y el entrenamiento de prueba sería el próximo lunes al final de clases. Me tocará esperar.

Los siguientes días pasaron volando, y ni siquiera me di cuenta en que momento ya era sábado. Este sábado, tenía el día demasiado ocupado.

El día comenzó con la bendita alarma que me despertó, sólo de esa manera me di cuenta que ya era sábado, ya que leí en la descripción de dicha.

7:00 Levántate a trabajar.

Lancé un chillido por lo leído, no tenía humor de levantarme temprano y, menos por que un día antes me dormí más de media noche.

Me levanté, lo primero que hice fue darme un baño, me vestí, después me dirigí a desayunar algo para no ir con el estómago vacío, Sin darme cuenta, ya tenía el tiempo contado, me apresuré para llegar a tiempo.

Llegue solo unos cuantos segundos tarde, pero teníamos cinco minutos de tolerancia. Al entrar me di cuenta de que un nuevo trabajador está allí, no le vi el rostro, pero Lenin —uno de mis compañeros— me había dicho que teníamos a alguien nuevo para molestar.

Nosotros siempre solemos ser los entrenadores de los nuevos trabajadores, ya que es por antigüedad, y nosotros llevamos casi el mismo tiempo trabajando allí.

No he tenido el placer o disgusto de conocer a ese chico, pero tenía por seguro que en algún momento Adam y Helen me dirán que lo apoye con cosas que no sepa. Así que no me preocuparé.

La mañana había sido tranquila, no me había topado en ningún momento con el nuevo, ni le he visto la cara, debe ser porque no me interesaba mirarle. Y así mismo estaba pasando. Unos minutos antes de que el nuevo terminara su turno, Adam y Helen se acercaron a mí. Antes que nada me saludaron y Helen me miró cariñosamente, a lo que reaccione poniéndome colorado.

—Brath, hijo. Queremos presentarte al nuevo trabajador que nos ayudará en el horario que tenías —asentí con un movimiento de cabeza de arriba a abajo— ¡James! —gritaron al que debe ser el nuevo trabajador.

Pero mierda, yo solo conocía a un James. Pero debería tener tan mala suerte, que de todos los James que debe haber en la ciudad, fuera el cabrón que yo conozco.

Pasaron unos segundos cuando sentí una persona detrás de mí, pero no voltee hasta que finalizó de hablar.

—Adam, Helen. Aquí estoy.

Con solo escuchar eso, me di cuenta que si tengo demasiada mala suerte. Debí haber hecho algo sumamente malo en mi otra vida, para que en esta me pase lo peor.

Cuando lo miré él estaba tan sorprendido como yo. Pero yo no le creí ese asombro, tal vez me mando investigar para arruinarme la vida. Lo creo capaz.

—¿Tú? —fue lo único que se me ocurrió decir.

—¿Se conocen? —preguntó Adam mirándonos a ambos un tanto confundido.

—Hola, Brath. Mira donde nos venimos a encontrar —su socarronería se notó con la primera palabra.

Fantástico. Debe ser una broma o una terrible pesadilla, no puede ser que mi peor enemigo trabaje en el lugar que yo dejé.

De todos los trabajos disponibles en la ciudad, tenía que venir a justamente a donde yo laboraba. No podía más, ya era demasiado.

—James —se dirigió al aludido—. Brath te asesorará, tendrás que hacer lo que él te diga ¿Les apetece comenzar mañana?

Sin otra opción. Asentí.

No porque quisiera o me muriera de ganas, sino que se me acaba de ocurrir un plan fantástico que no debe fallar.

Hacerle la vida imposible a James, para que renuncie y no tenga que verle su maldita cara todos los días.

—Bien, pueden seguir en lo que estaban.

Adam y Helen se retiraron del espacio que compartíamos para ir directo a su oficina privada, esa con aroma a café.

Yo me quedé parado justo en donde estaba, mientras que James hizo lo mismo y me miró.

—Quien lo iba a imaginar, salva-vidas, tú y yo además de ser compañeros de colegio, también seremos compañeros de trabajo —bufé con desagrado ante lo que había dicho—. Es una locura.

No me gustó para nada ese seudónimo «salva-vidas», aún que tenía razón, salvé una vida. Salvé la vida de Archie.




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