-¿Re-relación?- no pude evitar entrecerrar mis manos con fuerza – ¿con quién?
-Entonces es cierto- su mirada era fría y vacía, no reflejaba ningún sentimiento –tienes una relación con Evan- cuando pronuncio ese nombre me volvió el alma al cuerpo.
-Con Evan- trataba de reír evadiendo su penetrante mirada –para nada, él es solo mi amigo, ¿Quién se ha encargado de meterte tan absurdas ideas?- no respondió, solo siguió el camino tratando de evadirme.
Ese día estuvo bastante raro, ese no era el Alexander que conocía.
***
Al día siguiente llegue bastante animada al instituto. En pocas palabras sentía que ese día seria “mi día”, pero note algo que bajo mis ánimos de inmediato.
-¿Has visto a Evan?- me acerque a Michel quien estaba bastante despreocupada mientras trataba de desenredar su cabello.
- ¿No te acuerdas?- paro para posar su atención en mi –el día de su pelea- asentí un tanto desconcertada, ¿a qué venia ahora ese tema? –pues los suspendieron a él y a Daniel por tres días.
-¡Que!- me sentí tan enojada y culpable en ese mismo momento –pero si ayer estuvieron aquí.
-La directora les dio un día por el tema de exámenes finales.
Si tan solo lo hubiera escuchado, si tan solo le hubiera dado una oportunidad para hablar tal vez… no, ahora no era tiempo de lamentarse, ya no habría marcha atrás, no era tiempo de encontrar culpables. No se puede retroceder el tiempo.
Me sentí tan sola y en ese instante me di cuenta que comenzaba a volverme muy dependiente de la presencia de Daniel y Evan; me ayudaba un poco la presencia de Michel pero los seguía echando de menos.
Llegue a casa y en lo único que pensaba era: ¿Cómo estaría Daniel?, ¿Qué estaría haciendo Daniel?, ¿en quién estaría pensando?, ¿estaría solo o acompañado?... en pocas palabras me estaba volviendo loca.
Luego de mucho pensar tome la decisión de visitarlo; solo quería saber si se encontraba bien, bueno ¿a quién engaño?, necesitaba verlo, necesitaba estar con él porque lo extrañaba, lo extrañaba y mucho. Así me llamen y piensen que soy una dramática.
Resumirme en una sola palabra: “desesperada”.
Créanlo o no el camino fue bastante difícil. Una parte de mi quería correr, abrazarlo y besarlo pero otra quería correr y devolverse a casa. Pero al fin y al cabo ahí estaba, frente a su puerta y con los horribles nervios de punta. Solo rezaba para no encontrarlo como la última vez.
-Bueno, tranquilízate Leslie- trataba de convencerme a mí misma –a la cuenta de tres - tome aire –uno, dos y tres- toque el timbre.
Para mi sorpresa abrió una mujer. Era algo mayor, bastante elegante y se me hacía muy familiar. Me asombraron sus hermosos ojos miel casi idénticos a los de Daniel.
-Buenas señorita- pude observar como su inquietante mirada me examino de arriba abajo -¿necesita algo?
-H-hola ¿se encuentra Daniel?-empecé muy mal. Apenas si podía pronunciar su nombre
-¿Y usted es?- alzo una de sus cejas, cosa que me puso mucho más nerviosa.
-Leslie, encantada- alce una de mis manos para estrecharla pero ella simplemente me miro e ignoro.
Abrió la puerta lentamente indicándome que pasara. Para ser sincera me sentí bastante mal e incómoda, nunca nadie me había rechazado de tal manera.
Revise el lugar con la mirada y no lo encontré por ninguna parte. La casa era tal y como la recordaba. Alex, Daniel y yo jugábamos por ahí cuando éramos pequeños, eran lindos recuerdos.
Me senté en uno de los sillones justo frente a ella. Quien mientras me miraba tomaba una taza de té, el ambiente era tenso. No sabía cómo comportarme, si sonreír, hablar o simplemente evitar su mirada.
De repente alguien entro a la sala.
-Madre, mira ya compre la pizza- paro y me miro al parecer confundido –Leslie, ¿Qué haces aquí?
Por un momento mi mente se bloqueó y no supe que responder pero afortunadamente de inmediato reaccione –eh, yo, pues- ¿por qué no podía evitar el hablar como tonta frente a este chico? –Supe que te suspendieron- asintió bastante despreocupado –solo vine para saber cómo has estado- nos miramos los tres mutuamente.
Su rostro confundido y serio cambio de inmediato a su tan habitual sonrisa –pues además de que estoy castigado- miro a su madre irónico –bastante bien.
Me levante rápidamente de la silla, tener toda la atención siempre me ponía incomoda.
-Solo quería saber si estabas bien, ahora debo irme- tomo delicadamente mi antebrazo y de inmediato mis mejillas se calentaron.
-No, espera. Es demasiada pizza para solo nosotros dos, ¿Por qué mejor no nos acompañas?
La mujer mostraba una gran sonrisa falsa y una actitud descortés.
Ahora ahí me encontraba yo comiendo la rebanada y frente a esas dos personas que observaban cada uno de mis movimientos. El silencio estaba a punto de acabarme.
-¿Y bien?- al parecer Daniel se sentía igual solo que el sí tuvo el valor de romper el horrible silencio –¿ya se presentaron?- ¡maravilloso!, ahora debía presentarme frente a esta maleducada señora.