De inmediato se giraron a mirarme. Las tres personas tenían puesta toda la atención sobre mí.
Los mire extrañada, ¿mi padre?, ¿una mujer? Esas dos cosas no encajaban en mi mente.
Se acercaron sonriente y cogidos de la mano. Mire a Alex para que me explicara pero el simplemente se encogió de hombros.
Ahí estaba yo, frente a ellos, casi pálida y con un nudo en la garganta. No me atreví a pronunciar una palabra.
-Leslie- dijo emocionado –ella es Gemma- puso una leve sonrisa nerviosa –mi novia.
¿Novia? Esto definitivamente tenía que ser una broma, me parecían bastantes patéticas esas palabras saliendo de su boca. Luego de semanas sin su presencia se aparecía de la nada y con una mujer.
-Tiene que ser una maldita broma, estás loco- grite. Quedaba más que claro que no me gustaba para nada la idea –luego de semanas sin verte traes a esta aquí- los mire de arriba abajo –tienes un maldito gran descaro.
Su cara lentamente enrojeció de la furia empuñando sus manos con fuerza –te exijo que le pidas disculpas.
Sonreí irónica –aun no puedo creer que hallas sido capaz de traer a esta mujerzuela a esta casa.
Me abofeteo fuertemente. Tape mi cara con mis manos, pude sentir el ardor recorriendo mi piel, mis mejillas pasaron de pálidas a enrojecida. Estaba perpleja.
Alex acaricio suavemente mi cara –padre, ¿Qué hiciste? Como te atreves.
Corrí a mi habitación y lo último que grite fue –te odio papa, te odio.
En ese momento cientos de recuerdos pasaron por mi mente. El dolor físico no me importaba, más bien el sentimental si, mis lágrimas caían lentamente.
Me acurruque en mi cama y antes de cerrar los ojos susurre – ¿Por qué mama?, ¿Por qué nos abandonaste?, ¿Por qué te fuiste un día sin siquiera decir adiós? Me gustaría saber si al menos te encuentras bien.
Desperté gracias al horrible reloj despertador, casi muerta trate de arreglarme.
Baje y ahí se encontraba mi padre leyendo despreocupado un periódico, mi hermano tomando el desayuno y ella cocinando, ¿espera?, ¿ella aún no se ha ido?, ¿quiere decir que esa mujer durmió aquí?... esto cada vez se pone peor.
Se voltio mientras se quitaba su delantal mirándome con una tímida sonrisa. La detalle rápidamente, se veía un poco más joven que mi padre, ojos marrones, cabello negro como el carbón y piel blanca… era algo linda, bueno, muy linda.
-Hola Leslie- dijo ella. No me inmute a responder así que prosiguió –mira, tu padre me ha dicho que es tu desayuno favorito.
Baje mi mirada a la mesa, se veía realmente delicioso.
-Wafles con crema, nutella, fresas, miel y yogurt ese desayuno lo hacia mi madre- quede casi en trance por unos segundos pero rápidamente aleje esos pensamiento de mi mente –no tengo apetito- suspire –gracias.
No era cierto, sí que tenía apetito, quería lanzarme sobre ese desayuno y devorarlo enseguida pero lo último que haría sería comer algo proveniente de las manos de ella. No esperaría a Alex, me iría sola al instituto, necesitaba espacio.
Al abrir la perilla mi padre grito –no te preocupes, esta misma noche nos iremos, no queremos estorbarle a la princesa- finalizo con aire irónico.
Ese día todo estuvo mal, no estaba Evan para hablar con él, no estaba Daniel para hacerme reír y ahora mi padre y ella… a lo último que le prestaba atención era a la clase.
Sonó el timbre para salir del instituto y lo que menos quería era llegar a casa, de seguro ahí estaría “Gemma” y era la última persona que quería ver.
Ni siquiera me tome el tiempo de esperar a Alex.
Iba caminando con la mirada baja pensando en todo lo que había pasado. Caminaba lentamente, entre más tiempo me demorara en llegar sería mejor.
Alguien tapo mis ojos, poniendo su boca casi sobre mi mejilla susurro – ¿Quién es?- mi cuerpo tembló de inmediato al escuchar esa voz.
-Daniel- apenas tenía un poco de aliento. Me gire y ahí estaban esos ojos miel mirando con una sonrisa.
Miro atento a ambos lados – ¿y Alex?- negué con la cabeza y me encogí de brazos. -¿Qué te pasa?, te ves triste.
Sonreí levemente – ¿acaso me estas siguiendo Miller?- puse mis manos en mi cintura.
-No, para nada, te vi pasando por mi casa y decidí sorprenderte, mejor respóndeme- saco un cigarro de su bolsillo que rápidamente inhalo – ¿Qué te pasa?
Se lo arrebate rápidamente tirándolo al suelo –te he dicho muchas veces que es malo para tu salud.
Volteo sus ojos con ironía –ah cierto, no recordaba que eres igual o peor que mi madre- finalizo con una tierna sonrisa.
Trate de evadir su comentario y seguí –no quiero hablar de eso, mi padre, Alex, esa mujer- hice una mueca de desagrado –todo está mal.
Sus brazos rápidamente envolvieron mi cintura y la mías se doblaron contra su pecho.
Susurre –ni siquiera quiero llegar a casa.
-¿Quieres hacer una locura?- lo mire extrañada. ¿Locura?, ¿a qué se refería con “locura”?
-¿Qué cosa?
-Es una sorpresa- me guiño el ojo. Acepte con la cabeza. Solo esperaba no arrepentirme después.
Caminamos hasta su casa y comimos algo (cosa que agradecí ya que no había comido nada además de una galleta), luego entramos a su auto.
-Te pondré esta venda- era un listón rojo.
-¿Venda?, Daniel empiezo a retractarme.
-Tienes que confiar en mi- su tono sonó un tanto infantil.
-El confiar en ti es casi como un suicidio- ambos reímos. Pero al final termine cediendo.
No duramos mucho en la carretera, o al menos eso creo, el movimiento del auto y el no ver nada me mareo un poco, mi estómago estaba realmente revuelto.
Al salir del auto el tomo mi mano para que no callera. Pude escuchar perfectamente el sonido del agua, de las gaviotas y el intenso olor a salinidad. Retiro la venda y efectivamente era todo lo que imaginaba… el mar.
Recordé perfectamente esa playa, mis padres me llevaban ahí a jugar.
Me senté en la arena, mis dedos apenas si tocaban el agua. Se sentó a mi lado mientras se quitaba la camiseta, mis mejillas rápidamente pasaron a un tono más rosado, trate de tapar mi cara con mi cabello.