Una sombra del pasado

Capítulo 6

Unos días después me ordenan que entrene al príncipe Akalis con la espada en el jardín. Suele hacerlo Faizah pero a ella le han ordenado ocuparse de otro asunto, así que me lo han pedido a mí. En esos días Edek y yo apenas hemos hablado y me preocupa que nuestra amistad se haya roto. Espero no haber perdido a mi mejor amigo para siempre.

 

El joven príncipe tampoco está en sus mejores días. Está distraído, no se concentra del todo en mis movimientos y le he hecho caer más de una vez. Puedo ver unas profundas ojeras bajo sus ojos verdes, demostrando que no está descansando lo suficiente.

 

Lo ayudo a levantarse en cuanto cae de nuevo al suelo debido a otro de mis ataques.

 

—Alteza, ¿estáis seguro de que queréis continuar?

 

—Sí —dice, con una firmeza que lo hace parecer más adulto—. Necesito… Necesito distraerme con algo.

 

—Si me permitís decirlo, alteza, creo que lo mejor será que descanséis. No me gustaría lastimaros.

 

Envaino mi espada y le hago un gesto para que se siente en un banco cercano. El príncipe acaba sentándose a regañadientes, me siento junto a él. Tiene la mirada clavada en sus manos, con las que juguetea distraídamente. Yo miro como Storm juega con el pequeño león del príncipe, dejándole ganar en algunas ocasiones.

 

—Sé que estáis sufriendo por lo de vuestra madre —le digo, intentando no ser muy entrometido—. Lo siento mucho.

 

—Ya… —dice como toda respuesta.

 

Nos quedamos unos segundos en silencio hasta que él vuelve a hablar.

 

—Lo acabaré superando, pero mi hermana… —hace una pausa—. ¿Cómo le explicas a una niña de 5 años que su madre no va a volver?

 

Me quedo en silencio mirando al frente, sin saber qué responder. Si no fuese por su altura o por su aspecto joven, casi parece no tener solo doce años, sino muchos más. Siento pena por él, tener que sufrir algo así siendo tan joven y haber madurado antes de tiempo.

 

—¿Cómo era ella? —le pregunto.

 

Tarda un rato en responder. Parece estar buscando las palabras con las que describir a su madre. Espero pacientemente a que lo haga.

 

—Era muy cariñosa conmigo y con mi hermana —dice, con una sonrisa melancólica—. Siempre sabía qué decir para hacerme sentir mejor o como conseguir que Niara dejase de llorar. Pero supongo que ya no podrá volver a hacerlo. Me siento muy solo ahora en este palacio.

 

—Seguís teniendo a vuestra hermana. —digo, intentando hacerle sentir mejor—. Y a vuestro padre.

 

—Mi padre… —ríe, con sarcasmo—. Creo que a mi padre le importa más su puesto en el trono que sus hijos. El trono en el que debería haberse sentado mi madre.

 

Miro al príncipe con confusión y él me sonríe con tristeza. Recuerdo entonces que el rey Kiros no es de Talamh, sino de un país cercano y que se casó con la reina Mairah por conveniencia. Siempre he oído a gente decir que solo se casó con ella porque en su reino no podía llegar a algo más que ser un simple noble. En Slang, su reino, solo había herederos hombres.

 

Y ahora él se sienta en el trono de Talamh como si fuera el suyo.

 

—Mi madre siempre me recordaba que, cuando llegase el momento, me casara con alguien por amor. Estoy seguro de que ella y mi padre no se querían, siempre se han tratado con indiferencia, a mi padre seguramente solo le interesaba su corona.

 

—Estoy seguro de que vos encontraréis a una joven que os ame de verdad.

 

—No me interesan las mujeres, me asquea la idea de tener que casarme con una.

 

—Bueno, eso lo decís ahora porque sois joven. Ya veréis que cuando crezcáis, no pensaréis igual.

 

—Suelen decírmelo —sonríe—. Pero no creo que ese alguien vaya a ser del gusto de mi padre, seguro que me obligará a casarme con una chica a la que no podré querer.

 

El príncipe se levanta y llama a su león, que va corriendo a sus brazos. Se gira hacia mí antes de irse en dirección al castillo.

 

—¿Sabes? Me das algo de envidia, tú puedes enamorarte de quien quieras.

 

Con esa última frase se marcha, dejándome sorprendido por sus palabras. No creo estar seguro de a qué se refiere, pero creo hacerme una idea. Ser el príncipe heredero debe de ser duro.

 

 

***

 

—¿En qué piensas tanto, Hedeom?

 

La voz de Mikael me saca de mis pensamientos. Siento sus labios sobre mi piel desnuda. Falta poco para que amanezca y veo desde la ventana de sus aposentos como el cielo empieza a hacerse más claro. Me siento muy cansado por no haber dormido en casi toda la noche.

 

—Estaba pensando en la reina y en los príncipes. Me siento mal por ellos.

 

Mikael se lleva mi mano a labios, besándome los nudillos. Yo lo abrazo más contra mi cuerpo, queriendo sentirlo más cerca. Aunque temo que vaya a abalanzarse encima de mí de nuevo, como lleva haciendo toda la noche.

 

—Yo también siento pena por ellos —dice, apoyando la cabeza en mi hombro— . La reina fue la que me acogió en el palacio cuando perdí a mis padres.

 

—¿Perdiste a tus padres? ¿Cómo?

 

—Unos ladrones entraron a mi casa cuando tenía diecisiete años y los mataron para que no dijeran nada ni pidieran ayuda, yo conseguí escapar. Ellos eran amigos de la reina Mairah así que ella me acogió como si fuera su propio hijo.

 

—Lo siento —poso un beso sobre su cabeza.

 

—No pasa nada, ya lo he superado.

 

Me sonríe tiernamente y no puedo evitar besarlo de nuevo. Él corresponde a mi beso aun sonriendo contra mis labios. Siento que haya tenido que pasar por algo tan horrible y cruel. Ahora entiendo por qué se enfadó tanto cuando dejé escapar a aquel hombre. Quizás por eso haya entrenado tanto como para convertirse en el oficial.



#11468 en Fantasía
#16083 en Otros
#2000 en Aventura

En el texto hay: traicion, romance, guardia

Editado: 21.10.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.