¿una taza más?

Tormenta de nieve

 Mis tíos esperan mi llegada. El reloj acaba de marcar las seis, llego justo a tiempo.

-¿Qué le pareció la biblioteca? Siento no haber podido acompañarla.

-No se preocupes, ha sido fabuloso ¿Cómo es que tienen esa maravilla cerrada al público?

Emily toma la palabra:

-Son libros que requieren mucha delicadeza, no podemos dejar que todo el mundo deambule sin ton ni son.-Coloca su mano en mi espalda, animándome a andar hacia la salida.- Además, no todo el mundo disfruta tanto de los libro como tú y el señorito Rider.

Decido no hablarles del encuentro con Nathaniel ni de mi extraña conversación con él, pues siento que no será lo más apropiado. 

Conall nos espera delante del coche negro, con las manos detrás de la espalda, esperando nuestra llegada con paciencia.

Abre la puerta cuando nos aproximamos y me tiende la mano para ayudarme a subir. Estando aquí, me siento como una auténtica persona de la burguesía inglesa.

-¿A dónde tengo el honor de llevarles?- Pregunta una vez se ha sentado enfrente del volante.

-Llévanos a Londres y si le es posible, déjenos cerca de las famosas calles.-Se dirige a mí.- Solo daremos un pequeño paseo, debemos  estar en el hotel de nuevo a la hora de la cena.

El cielo empieza a cubrirse con unas negras nubes, dignas de una gran tormenta de nieve.

El vehículo empieza a moverse, y yo solo puedo disfrutar del verde paisaje que se alza a mi alrededor. Los árboles situados a la orillas de la estropeada carretera, parecen a punto de devorarte.

-Tía Emily.- Ella gira la cabeza hacia mí, con la sonrisa que la caracteriza.-¿Por qué mi madre no quiere volver aquí? ¿Ha ocurrido algo tan horrible como para que no quiera volver?

Deja escapar un suspiro, como si quisiera ganar tiempo. Pero la sonrisa desaparece de su rostro.

-No lo sé

-¿Por qué no?- La impotencia empieza a recorrer de nuevo  cada parte de mi cuerpo.- ¿Por qué yo no lo sé? ¿Qué pasa conmigo? ¿Qué me hace diferente?

Coge mi mano y la acaricia, intentando que yo comprenda algo que no sé. Heinz se mantiene alejado de nuestra conversación, como si estuviera fuera del mundo o simplemente como si no quisiera contribuir en ella.

-Catherine... Tu madre decidió que así fuera.-Se siente obligada a hacer una pausa.- Y no la culpo por ello. Debo ser franca contigo, ella dijo que cuando tuvieras la edad suficiente, serías capaz de descubrirlo por ti sola.

-¿Por qué no me lo podéis decir? No sé por dónde empezar, no sé qué hacer. Siento que de un momento a otro, me voy a volver loca.

-Querida, no es cuestión de que nosotros te lo digamos, no lo entenderías, tienes que descubrirlo por ti sola, y cuando lo hagas, entonces estaré dispuesta a explicarte las cosas que no comprendas. Mas de momento, deberás buscar tu misma las respuesta a tus preguntas.

-Y vosotros ¿Cómo disteis con eso?

-De la misma manera que tú, nadie nos ayudó..-Me acaricia la mano.- Yo también, cuando me casé con tu tío, él no me dijo nada de esto, lo supe por simple casualidad. Ni siquiera sabía que el hermoso hotel escondía algo.

Asiento con un movimiento de cabeza, parece que todo esto se ha intentado ocultar lo máximo posible. Al menos ahora comprendo algo.

Hemos llegado. Conall nos deja en una de las calles paralelas al Támesis y como si tuviéramos prisa, bajamos del coche.

-Por fin en Londres, pensé que no llegaríamos nunca.- Anuncia el tío Heinz ahogando un bostezo.

El  jaguar Mark IX se aleja de nuestro lado y lo pierdo en el horizonte poco después.

-Tengo que comprar unas cuantas cosas para el hotel.- Dice Emily alisando su falda.- Podéis ir vosotros a recorrer un poco estas calles, en una hora quedamos en la famosa tetería “Five o´clock”.

-Allí estaremos.- Heinz le coge de la mano y deposita un suave beso en ella.- La echaré de menos.

Y dicho esto, Emily desaparece entre la multitud de gente.

-¿A dónde quieres que vayamos?- Heinz espera impaciente mi respuesta.- No dependemos de mucho tiempo, pero algo podré enseñarte.

Me quedo pensativa unos instante, la verdad es que quiero volver al hotel, como le escribí a mi madre en la carta, tengo la sensación de que si estoy lejos de este, me perderé algo.

-Si no es inconveniente, me gustaría buscar una cabina telefónica para poder hablar con mi madre.

-Si, allí creo que hay una.-Dice señalando un objeto rojo que está a unos metros de nosotros.-Mis ojos ya no son lo que eran.

Andamos por las concurridas calles,hasta llegar.

-Ten.-Me da unas cuantas libras.- Te esperaré fuera, toma el tiempo que necesites.

-Muchas gracias tío Heinz, no serán más de veinte minutos.

Me encierro en la famosa cabina y cojo el teléfono, con manos temblorosas. Marco el prefijo teléfonico, dos, uno, dos...Luego el número de casa.




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