¿una taza más?

El reloj de cuco

El hotel se alza ante nosotros, siempre tan majestuoso. Sus ventanas esconden tras sí millones de maravillas que aún no he podido descubrir. La nieve acumulada en la puerta principal, está siendo retirada por el señorito Raider, que trabaja sin descanso, mas cuando nos ve, levanta la mano a modo de saludo y se retira a un lado.

-Buenas noches, señores.-Dice una vez estamos enfrente suya.- Lamento que hayan tenido dificultades en la carretera y no hayan podido asistir a la cena a la hora acordada. No obstante, la señora Jones os ha preparado una mesa para vuestro regreso. 

-Gracias, señor Rider.-Emily da los primeros pasos hasta la entrada, el resto le seguimos.-Dígale que prepare una habitación para nuestra invitada.

-Si, señora  Hertford.

Antes de desaparecer, hace una reverencia.

Yo no tengo hambre, quiero escaparme hacia la biblioteca y leer los increíbles libros llenos de polvo o quizás tratar de averiguar algo nuevo.

-Tío Heinz, tía Emily, procederé a saltarme la cena.-Intento ser convincente.- Debido a los acontecimientos, me encuentro algo indispuesta.

-Está bien, Cathy. Si necesita algo, no olvide avisarnos.

Sin ni siquiera despedirme, avanzo con rapidez hacia el mostrador, donde Diana se muestra autoritaria.

-Tome, señorita Catherine.-Dice tendiendome una lámpara de aceite.- La necesitará, solo las habitaciones principales están llenas de luz.

La lámpara de araña que cuelga del techo, está adornada con pequeñas velas que hacen del lugar, un sitio acogedor y cálido.

Mis manos temblorosas hacen que la llama baile, pero no es a causa del frío, sino de la excitación que me provoca estar a pocos pasos de averiguarlo. 

La gran biblioteca se ve inundada por una oscuridad y un silencio agobiante, un escalofrío recorre mi cuerpo nada más pisar el débil suelo de madera de roble. Las estanterías llenas de libros se alzan amenazadoras ante mí. Podría decir que quiero darme la vuelta, pues una ligera inquietud ha despertado en mí, pero no puedo, las ganas de adentrarme entre las antiguas páginas son más fuertes.

A mi paso voy dejando un rastro de luz, que poco a poco se va desvaneciendo.

-¿Señorita Catherine?-La voz de Nathaniel me sobresalta, está sentado en uno de los sillones, enfrente de la gran chimenea que desprende un ambiente reconfortante. Sobre sus guantes blancos, descansa un pequeño libro que ha sido interrumpido por mi inesperada visita.- Me alegra verla por aquí.

-Buenas noches ¿Lo molesto?

Cierra el libro, dando a entender que mi presencia aquí es agradable.

-Por supuesto que no, me agrada mucho que esté aquí. Como dije anteriormente, la esperaría.-Su mirada me recorre como si fuera la primera vez que sus ojos me contemplaban.- ¿Ha venido usted a sumergirse en un buen libro?

Sin razón aparente, me produce una gran satisfacción que se dirija a mí de esa manera tan formal.

-Si.-El verdadero motivo ha sido porque quería verle, escuchar sus sabias palabras y tal vez así, descubrir algo más.- Pero no sé qué libro escoger.

-¿Quiere que le recomiende alguno?-Sin darme tiempo a contestar, Nathaniel ya se ha levantado y se dirige a una de las estanterías, alarga el brazo y escoge un libro de color negro, con su título grabado en letras doradas.- ¿Qué le parece este? 

-¿Alicia en el país de las maravillas?- Su elección me desconcierta, todo el mundo conoce su historia.

-Descuide, señorita Catherine. Es el libro original, le gustará.- Lo limpia dándole unos leves toques.- Tengo que decirle que es una de las primeras ediciones que salieron.

Su rostro se muestra sonriente, sabe que cualquier lector no puede resistirse a eso.

-Está bien, seguro que será una aventura encantadora.- Él me lo da con suavidad.- Gracias Nathaniel, muy amable por tu parte. 

-No hay de qué, señorita  Hertford.

Me acomodo en un sillón distinto al de él, pero lo suficientemente cerca como para poder observar atentamente sus rasgos. Un mechón de su pelo negro se desliza hasta impedirle la visión, ha vuelto a abrir su libro y se ha sumergido en él con rapidez.

Trato de hacer lo mismo, centrarme solo en las hojas viejas de papel. Mas me resulta difícil, pues mis enrevesados pensamientos no parecen disminuir.

-Señorito Rider…-Un leve susurro sale de mí.

Levanta sus ojos marrones hacia mí.

-Dígame, señorita Catherine ¿Necesita algo? Recuerde que estoy a su disposición en todo momento.

Eso me hace sonreír.

-Me gustaría hacerle una pregunta.- Asiente y me da pie para continuar.- ¿Estoy cerca de averiguarlo?

-¿Se refiere a lo que esconde el hotel?

-Sí.

Vuelve a cerrar el libro, dándome a entender que no será una corta conversación.

-¿A qué le teme?- Sin ni siquiera contestar a mi pregunta, consigue que mi cuerpo se vea sumergido en un absoluto nerviosismo y miedo.




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