¿una taza más?

Señorito Adolphson

-Recuerde, para ellos es una persona más de la sociedad victoriana.

Asiento maravillándome por lo que soy capaz de ver.

-Señor Rider.- Una voz gruesa resuena dentro de mi cabeza.- Parece que  trae compañía, si no le parece un descaro ¿Quién es la  joven que lo acompaña?

-Buenas noches, Señor y Señora Whittles.- Un hombre maduro vestido con traje me dedica una sonrisa.- Su nombre es Catherine  Hertford, la sobrina de Heinz  Hertford. Acaba de llegar al hotel hace tan solo un par de horas, los señores me encargaron presentarla ante los presentes.

El señor Whittles me brinda una reverencia y su acompañante tan solo me sonríe, viste un vestido hermoso con apariencia de ser caro.

-¿Viene en busca de un marido?-Su atrevida pregunta me sorprende.

-No tengo conocimiento de ello, tan solo formo parte de la servidumbre, señor Whittles.- Nathaniel se da cuenta entonces de la incomodidad que ha levantado en mí esa inapropiada curiosidad.- Gusto verles, señores, pero debo marcharme. Mi acompañante se impacienta por encontrar al señor  Hertford..

-Si, como no.- Sus ojos centelleantes me miran.-Ha sido un gusto conocerla, Señorita  Hertford

Vuelve a dedicarme una reverencia y me veo obligada a devolvérsela.

-El gusto ha sido mío.

Una vez han desaparecido de nuestra vista, me dirijo a Nathaniel arqueando una ceja.

-¿Buscar un marido? - Una arruga adorna mi frente.

-Era mal visto que a su edad no estuviera casada.-Se dirige hacia el comedor.-En esta sociedad la mujer solo servía para tener hijos, cuidarlos y si no tenías la suerte de pertenecer a la  “Middle class”, posiblemente también te vieras obligada a dedicarte a las tareas del hogar.

Resoplo.

-¿Quiénes eran ellos?

-Vyvyan Whittles, un famoso banquero, y su mujer algunos años menor que él, Adefisa Whittles. Puede darse cuenta usted sola, la familia de la novia tan solo buscó un buen partido para su hija, aunque ella no estuviera de acuerdo.- Trata de fingir una sonrisa.- Pocas veces se daba el caso de casarte con la persona que realmente amabas.  

-Me negaría rotundamente a casarme con quien no amo, antes me escaparía de casa.

-Lamento decirlo, pero en ese entonces sólo sería una deshonra para su familia.

Me encojo de hombros tras escucharle y me distancio de él un par de metros. Sin apartar la mirada de todo lo que me rodea, pues quizás con suerte lo vea.

-Espereme, no se aleje de mí.-Intenta estar a mi altura.- ¿No quiere ver a sus tíos?

Niego con la cabeza mientras me detengo enfrente de él.

-¿Puedo saber el motivo?

-Quiero verlo.-Sus ojos muestran sorpresa.- A él.

-Se refiere al señorito Adolphson.-Tira de mí, hasta la puerta del comedor.- Prometo que después le ayudaré a encontrarlo, pero primero debe saber que los señores confiaron en mí para hacerme cargo de usted, y veo conveniente que lo primero que deba realizarse es mostrar que lo ha averiguado

-Está bien.-Respondo sin estar muy contenta por su proposición.

Con delicadeza, empuja la puerta hasta que  esta se abre con un leve chirrido. Para mi sorpresa, el gran comedor tiembla de  risas que no paran de rebotar entre las paredes; todos parecen tan felices que nadie diría que han desaparecido sin ellos saberlo.

Algunos están sentados alrededor de las mesas, hablando o bebiendo, en cuanto a otros, se han animado a salir al espacio despejado de muebles que han improvisado para simular una pequeña pista de baile.

Buscamos a mis tíos con la mirada, y allí los encontramos, sentados en una mesa con un hombre y una mujer junto a ellos, que también ríen alegremente.

Nathaniel da el primer paso dentro del salón, mas yo no me inmuto. No sé que debería decir al llegar a su mesa ¿Debo presentarme? ¿Mantenerme callada y esperar a que me digan algo? ¿Sentarme a su lado por invitación propia? Millones de inseguridades revolotean en mi interior, todo esto me resulta tan irreal, que no me sorprendería si de pronto abro los ojos y me encontrara sobre la cama.

Unos cuantos pasos más y nos encontraremos delante de ellos. El corazón golpea en mi pecho y amenaza con salirse de mi cuerpo.

Nadie se ha percatado de nuestra presencia, todos siguen dentro de sus entretenidas conversaciones sobre dinero y tierras.

-Señores…- Nathaniel se sitúa a un lado de la mesa y me suelta rápidamente.- Vuestra sobrina ha llegado.

Para mi sorpresa, no se sorprenden al verme, solo me miran con una sonrisa, esperando a que me acerque un poco más a ellos. Una vez hecho eso, el tío Heinz se levanta, acompañado del otro caballero que me mira con curiosidad, aunque parece que ha sobrepasado hace tiempo los cuarenta años.

-Señorita  Hertford, que alegría verla ¿Ha llegado hace mucho?- Me pregunta Heinz dejándome con los labios pegados, no entiendo a que se refiere.

Sin darme tiempo a reaccionar, Nathaniel responde en mi lugar.




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