¿una taza más?

Incertidumbre

El ascensor asciende con una cadencia lenta, desvelando un chirriante sonido que pone a prueba mi claustrofobia. Mi mente divaga en las sombras del temor y la incertidumbre ¿Se habrá despertado? El corazón golpea con fuerza mi pecho a la vez que intento buscar una respuesta a mi pregunta.

Por favor.

Los hospitales siempre me han parecido lugares que desprenden una extraña solemnidad, donde el tiempo parece detenerse y el alma se sumerge en un estado de espera impaciente. Observo mi reflejo en el espejo, mis ojos se muestran cansados y mi cuerpo se encuentra tenso, debido a la inquietud que se agita en mi interior, Conall se muestra recto y con la manos tras la espalda, examinando con curiosidad los diferentes números que se iluminan cuando atravesamos un nuevo piso.

El sonido de haber llegado a la planta correspondiente se cuela en mis oídos, y el leve sonido me molesta. Avanzamos con paso decidido hasta toparnos nuevamente con la fría sala de espera; la tía Emily descansa en una de las incómodas sillas. Me pregunto si ha sido capaz de descansar realmente.

Ambas nos saludamos con una simple sonrisa, como si las fuerzas se hubiesen desvanecido y el nuevo día pesase sobre nuestros hombros. Conall se dobla ligeramente por la cintura, mostrando una elegante reverencia, y se convierte en el primero que rompe el silencio que se ha instaurado a nuestro alrededor:

-Espero que no haya pasado toda la noche aquí.

Ella niega ligeramente con la cabeza, su gesto apenas es perceptible en medio de la fatiga que parece envolverla. Parece utilizar la poca energía que le queda para separar sus labios.

-He estado junto a Heinz todo el tiempo que me han permitido, tienen que hacerle nuevas pruebas.- Su voz es ronca.- Mientras trataba de dormir he visto como Heinz parecía abrir los ojos, pero puede que lo haya soñado. Seguramente.

Sus palabras aparentan deslizarse entre los espacios vacíos de la sala, impregnadas de una inquietud que se aferra a cada sílaba, como una sombra que se niega a desaparecer.

-Despertará, señora Hertford. Es cuestión de tiempo.- El optimismo del señor Redells no parece ser escuchado, a pesar de todo, él mismo dibuja en su rostro un velo inquietud.- ¿Ha comido algo?

Niega nuevamente y suspira.

-No tengo hambre.

-Debe hacerlo ¿Qué le apetece? Lo traeré enseguida.

-Un té.- Sus mejillas parecen sonrojarse sutilmente.- Y un trozo de pastel.

-En seguida, señora Hertford.- Me mira.- ¿Y usted?

-No, gracias.- Quiero que el tío Heinz despierte ¿Puede darme eso?

Me siento en una de las sillas, junto a mi tía y observo cómo se cierran las puertas del ascensor, ocultando a Conall tras ellas y perdiéndolo de vista inmediatamente.

-¿Puede ser algo grave?- Me atrevo a preguntar, temiendo la respuesta que pueda darme.

-Me gusta pensar que no lo es.- Desde sus ojos asoman algunas lágrimas, ella toma un pañuelo de su bolso y rápidamente intenta que no se derramen sobre sus mejillas.- Aún existe la fé, despertará. Seguro.

Tras sus palabras, aparentemente de seguridad, se esconde el temor de perder lo que más puedo haber amado en su vida, a su esposo. Su amor siempre ha sido un espectáculo cautivador desde que tengo uso de razón y ambos parecen necesitar la presencia constante del otro, como si de esa manera todo pareciera ir bien, a pesar de las adversidades que puedan presentarse.

-Lo hará.- Mis palabras tiemblan, como muros apunto de derrumbarse. 

Debemos mantenernos fuertes.

El reloj permite que las manecillas giren con una lentitud exagerada sobre él, advirtiendo el paso de los segundos ¿Cuánto tiempo más debemos esperar? Apenas han pasado diez minutos, mas siento que se ha extendido a mucho más, tal vez por la incertidumbre que me mantiene impaciente. Intento tomar una de las revistas que se mantienen perfectamente colocadas sobre una mesa y la ojeo con decisión, pero a pesar de las innumerables letras y las múltiples imágenes, soy incapaz de centrar mi atención sobre ellas. Mis pensamientos se dispersan mucho más allá de la sala de espera, recorren la oscuridad y los secretos del hotel. La vuelvo a dejar sobre la mesa con un golpe seco.

Trato de cerrar los ojos, intentando quizá, descansar unos minutos o dejar volar mi imaginación hacia lugares lejanos. No obstante, como si se tratase de una canción que se repite sin parar, la imagen del señor Hallam aborda mi mente ¿Ha sido consciente de quién era yo desde el primer momento? ¿Por qué lo ha revelado ahora? ¿Quiere intentar ayudarme en mi búsqueda de comprender la verdad? Las preguntas me ahogan, atraviesan mi cabeza con ligereza y se enredan las unas con las otras, creando confusiones y malentendidos que ni yo misma soy capaz de comprender del todo.

Me levanto impulsivamente, consiguiendo que Emily me mire con sorpresa.

-Voy al servicio.- Intento excusarme, a lo mejor moverme aclare mis ideas.

-Aquí seguiré.- Un deje de desconsuelo hace presencia en su voz.

El baño es pequeño y oscuro, a pesar de tener una pequeña ventana que permite que el frío de la mañana se cuele en el interior. Huele a lavanda y a jabón. Cierro la puerta tras mi paso y observo mi reflejo en el espejo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.