¿una taza más?

Él

El latido apresurado de mi corazón en mis oídos, me aparta de mi profundo sueño. El silencio que engloba la habitación es sepulcral y la oscuridad es absoluta, siquiera la chimenea se mantiene encendida y el frío parece cada vez más intenso.

Fijo mis ojos en el dosel, justo encima mío, quien mantiene su quietud y me aísla de lo que se extiende más allá de mi cama. 

Mi pulso se confunde con el sonido de unos pasos acercándose hacia mí y por un momento, mantengo la respiración en busca de confirmar la soledad que reina en mis aposentos. Estoy sola, no debo preocuparme.

Busco la manera de volver a sumergirme en el mundo de los sueños, buscando el refugio de la ignorancia. Rememoro el beso compartido con el señorito Rider, sonrío y me dejo vencer una vez más por la somnolencia. Mas no dura mucho tiempo, su voz, distante pero clara,  se cuela en mi interior y logra que me incorpore de la cama instantáneamente.

-Señorita Catherine, despierte.- Ríe.

Lo escucho lejos, a algunos metros de mí. Con una sonrisa radiante, me levanto de la cama y dejo que mis pies se deslicen entre mis zapatillas, con la ilusión de volver a encontrarme con él. Me pongo de pie y siento mi camisón de seda caer sobre mis piernas.

-¿Dónde está?- Pregunto mientras intento distinguir su silueta.

-Sígame.

Mis pasos son lentos y cautelosos, guiados únicamente por el sonido de su voz. La claridad se deja ver cuando la puerta se abre ligeramente, permitiendo que la tenue luz de las lámparas de aceite se cuele por la ranura.

Me adentro en su juego de seguirlo, y río divertida, aunque el cansancio pesa sobre mis hombros y deja su marca con cada paso que doy.

-Espérame.- Susurro cuando abandono la habitación, evitando que la señora Jones pueda escucharme.

Su figura se pierde en la escalera imperial y lo sigo con rapidez ¿A dónde quiere llevarme? El recibidor está en silencio y apenas iluminado por las llamas de las velas que amenazan con apagarse ¿Qué hora es? Pierdo a Nathaniel en la puerta de la biblioteca y obligo a mi cuerpo a pararse en seco.

¿Qué está haciendo? Una sensación de temor se arraiga en mi pecho, haciéndome dudar. Antes de que pueda retroceder, siento como si una presencia invisible me empujara hacia delante, como si una mano etérea estuviese guiando mis pasos. Intento mantenerme firme, volver hacia atrás, hacia el refugio de la inconsciencia, mas no soy consciente realmente de mis acciones, solo sé que debo avanzar hacia el interior.

Presiento el crujir de la antigua madera, aunque apenas le presto atención , no soy capaz de procesar lo que veo a mi alrededor. Mis ojos están abiertos, casi sin permitirme pestañear y fijos en un punto luminoso que se instaura frente a mí. Lo sigo, como si estuviera hechizada por algo que va más allá. Apenas percibo mis movimientos y mis pensamientos se mantienen apagados, tan solo centran su atención en la luz blanca que parece querer tomar forma humana.

Me guía por los pasillos llenos de libros y lo sigo, como tiempo atrás seguí la ilusión de encontrarme con el señorito Rider. De pronto, cuando llega al medio de la estancia, desaparece, dejando paso al fuego que arde con fuerza en la chimenea y a los candelabros danzantes que adornan la pequeña mesa de café. La tabla de ouija reposa en el centro, no puedo explicar por qué me siento tan atraída hacia ella.

Cada paso que doy, me acerco más a la mesa, pero no siento temor. Una extraña sensación de calma me invade, como si estuviese siendo arrollada por una melodía suave.

Mis manos se mueven automáticamente hacia la tabla, como si fueran dirigidas por una fuerza externa. Me siento sobre mis talones y espero. Mi mente lucha por mantener la cordura y hacer que mi cuerpo vuelva en sí, alejándose cuanto antes, pero no puedo apartar siquiera la mirada de la superficie lisa y oscura. Mis dedos ya se han posado sobre ella con una determinación que me desconcierta.

El mundo a mi alrededor se desvanece lentamente. No soy consciente de cómo he llegado hasta aquí.

La superficie de la ouija parece vibrar bajo mis dedos, formando palabras que no reconozco y preguntas que no sé de dónde provienen. Una ligera sensación de inquietud se apodera de mí, aún así no soy capaz de apartarme de la tabla, como si estuviera atrapada en un trance hipnótico.

El aire a mi alrededor se vuelve denso y opresivo, casi siento que me falta el aire. Siento una presencia muy cerca de mí y múltiples  susurros parecen provenir de todas y ninguna parte a su vez.

Una fuerza invisible tira de mí hacia delante, como si estuviera arrastrada hacia un abismo sin fondo, ni siquiera soy capaz de inmutarme y mi corazón parece latir a un ritmo normal. Mis manos siguen deslizándose, obedeciendo una voluntad que no es la mía.

Una presencia maligna se hace presente a mi alrededor, como si hubiese estado pacientemente esperando su oportunidad para atraparme y a su vez, un frío intenso se cuela a través de las ventanas cerradas, haciéndome temblar.

-¡Señorita Hertford!

Una voz alterada y juvenil se cuela en mi oídos, resonando con una nota de urgencia. Reconozco la voz, mas parece tan diferente, tan distorsionada que me es imposible identificar de quién se trata.




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