¿una taza más?

Melancólica lluvia

La sorpresa parece reinar en la habitación, acompañada únicamente por el silencio ¿Qué hace mi madre aquí? Creo recordar que se negó a presentarse.

Aún se mantiene estática en el umbral de la puerta, con un ramo de coloridas flores en una de sus manos. Su pelo rubio está adornado en un desordenado moño que amenaza con deshacerse cuando nadie lo esté prestando atención, varios mechones caen a ambos lados de su rostro y sus labios se dibujan en una fina línea roja. Sus ojos azules como el cielo en primavera parecen cansados y asustados a su vez. Mantiene su cuerpo en unas botas de tacón bajo que parecen insólitamente cómodas y una falda cae sobre sus piernas. 

Parece cohibida, como si la vergüenza de presentarse aquí sin avisar la mantuviese en ese estado, o tal vez, los dolorosos recuerdos hayan podido volver a la luz al enfrentarse de nuevo a su hermano y a Londres.

-Hola.- Dice mi madre.

A diferencia de la alegría que sentimos los demás tras haber despertado el tío Heinz, su voz parece apagada, casi sin energía.

-Edna, has… Vuelto.- Mi tío parece atragantarse con sus propias palabras y sus ojos brillan a causa de las sutiles lágrimas que embadurnan su visión.

-He vuelto, Heinz. Quería verte, saber como estabas.- Apenas se atreve a moverse de donde está.

-Edna, pasa, acércate- Emily elige sus palabras con suavidad.

-Gracias, Emily.

Solo entonces se atreve a dar unos pasos hacia la cama del tío Heinz, se toma su tiempo y se detienen frente a nosotros, observando a los demás presentes sin mostrar emoción alguna.

-Catherine.- Dice.

-Hola, mamá.- Respondo sintiendo la ira y la sorpresa burbujeando en mi interior.

Tomo aire.

-Señora Hertford, me alegro de verla.- Conall se inclina y señala con el brazo y la mano extendida hacia Nathaniel.- Señorito Rider, la hermana del señor Hertford.

El chico de ojos verdes se dobla en una elegante reverencia.

-Señora…

Mi madre apenas les presta atención, se centra en mantener la mirada sobre su hermano.

-¿Cómo estás?- Pregunta.

-Estoy despierto, así que bien.

-Eso es bueno.- Mi madre intenta formar una sonrisa desde la comisura de sus labios.

-Creo que sí.

Percibo a través de los ojos del tío Heinz un haz de alarma que solo ambos pueden interpretar, a pesar de ello, mi madre se mantiene imperturbable. Acaso quiere ignorar la realidad de la situación de Heinz o no es consciente realmente.

Con movimientos vacilantes deja el ramo sobre la mesa más cercana, dónde descansan los demás. El olor a rosas malvas y zinnias amarillas se cuela en mis fosas nasales y me deleito con el silvestre aroma.

-¿Dónde están tus cosas?- Heinz observa a mi madre de arriba hacia abajo, en busca de algún bulto que indique que pretende permanecer aquí al menos, unos días.

-Las he dejado en el hotel.

Abro los ojos un poco más, sorprendiéndome por su comentario y me obligo a no interrumpir ¿Por qué ha tomado la decisión de quedarse con nosotros?

-No esperaba que fueras a hacerlo.- Dice Heinz.

Ella niega con la cabeza.

-En otro hotel.

-¿No es más sencillo alojarte junto a tu familia? Catherine te necesita.

-No me quedaré mucho tiempo, tengo trabajo que hacer en Nueva York. Únicamente quería veros.

Me gustaría pensar que se trata de algo sumamente egoísta por su parte, mas conociendo la verdad, empiezo a comprender levemente la decisión de sus acciones.

-Después de tantos años, al fin has seguido mis peticiones.

-No he vuelto por el hotel, Heinz.- Mantiene sus manos entrelazadas y sigue de pie, sin importarle que Conall haya acercado una silla para que pueda descansar.- ¿Qué te han dicho los médicos?

-No creo que mi situación pueda ser advertida por un doctor.- Casi parece ahogar una irónica carcajada.

-¿Qué quieres decir?

Sin necesidad de que el tío Heinz despegue sus labios, mi madre parece entender ligeramente la situación en la que nos vemos envueltos, aún así, parece no querer tomarlo en cuenta ¿A qué le temes, mamá?

Observo la escena con detenimiento, los presentes intercambian miradas cargadas de significado, aunque sus verdaderas intenciones permanecen veladas tras un velo de cortesía y formalidad ¿Acaso el tío Heinz conoce la verdadera naturaleza de las sombras que acechan en las sombrías paredes victorianas? ¿Qué consecuencias habría si la oscuridad llegase a devorarnos a todos con su voracidad insaciable? ¿Cuáles son sus verdaderos intereses?  Lo que he podido presenciar esta madrugada se hace presente en mis pensamientos, como si de un momento a otro hubiese encontrado la luz en un recuerdo oculto. Algo me empujó a querer a enfrentarme de nuevo a la tabla de ouija, mas algo me apartó de sus garras ¿Qué era? ¿No todo lo que deambula por sus pasillos es ruín?




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