La lluvia golpea con fuerza el antiguo tejado del hotel, apenas se ha permitido dar un respiro y la nieve que cubría los terrenos, difícilmente se mantiene blanca. El ligero crepitar de las gotas sobre las grandes ventanas de mi balcón, me transporta a un estado de tranquilidad que ansiaba desde hace varias noches.
Me permito deleitarme un poco más con su melifluo sonido y cierro los ojos, buscando desviar los pensamientos que amenazan con posarse sobre mi mente. El hotel yace silencioso, un silencio apacible, como si la oscuridad se hubiese marchado a la vez que se derretía nuestro muñeco de nieve ¿Es posible que algo haya cambiado?
El olor a madera antigua se cuela en mis fosas nasales, y el libro que guardo sobre mis manos me invita nuevamente a sumergirme en él, mas lo rehuso, poniéndome en píe y dejando que el calor de la chimenea me irrumpa por completo. Inspiro profundamente y coloco a mi fiel compañero sobre la pequeña mesita que descansa en medio de los sillones y el fuego, observando como la margarita asoma de entre sus viejas páginas.
Un deseo incontrolable de fundirme en un agradable vals junto a la sociedad victoriana se adhiere a mi cuerpo y fantaseo con la agradable idea, abrazándome a mí misma y moviéndome de un lado para otro, mientras tarareo una melodía que yo misma conozco muy bien. Por un momento, el arrepentimiento de haber querido indagar sobre los secretos del hotel, se hace presente, quizá, de no ser por mí, todo se mantendría tranquilo y aún podría disfrutaría en toda plenitud de las fiestas, olvidándome por completo del peligro que parece acechar.
El leve sonido de las manecillas del reloj me sumerge en un estado de tranquilidad y agradezco brevemente la soledad en la que me encuentro. Por un efímero momento, siento las cálidas manos del señorito Rider sobre mi cintura y me fundo con lo que parece ser una simple ilusión.
Lo echo de menos, aunque debo de ser consciente de sus múltiples tareas por hacer en el hotel ¿Pensará en mí tanto como yo en él? ¿Añorará nuestros encuentros? Sonrío hacia ninguna parte y siento como mis mejillas se sonrojan y mis pupilas se dilatan, revelando mi más profundo amor por el mayordomo de ojos verdes.
Extiendo mis dedos hasta el interruptor situado en la pared más cercana a la gran puerta de madera y lo aprieto con suavidad, mientras mi corazón late a una velocidad casi vertiginosa y espero pacientemente a la llegada de la servidumbre.
Espero ansiosamente ante la puerta, el nerviosismo crece conforme los segundos acontecen y no puedo evitar apartar los ojos del reluciente picaporte. Me es imposible mantenerme totalmente quieta en el mismo lugar, mis pasos se vuelven monótonos sobre el suelo y mis manos juguetean entre ellas.
Como si mis pensamientos lo hubiesen invocado, el pequeño eco de unos nudillos golpeando la puerta rebota en las paredes de mis aposentos.
-Adelante.- Murmuro, intentando esconder una sonrisa que amenaza con asomarse de mis labios.
Mis pestañas rozan mis pálidas mejillas y mi mirada parece brillar cuando sus guantes blancos asoman hacia el interior. Da un paso y se detiene frente a mí, sin siquiera cerrar la puerta.
-¿Puedo ofrecerle algo, señorita Catherine?- Su voz adquiere un tono juguetón y debo esforzarme en no lanzarme a sus brazos.
-Su compañía.- Me limito a decir.
-¿Mi compañía? ¿Qué pensará vuestro tío si me veo tentado a abandonar mi trabajo por su dulce sobrina? - Sus ojos verdes relucen de emoción y picardía.
-Como bien dijo una vez mi tío, se encargará de cuidar de mí, señorito Rider.
-Creo recordar que usted misma advirtió que podría cuidarse sola.- Dice en un tono de burla.
-Que pueda hacerlo no significa que no ansíe tenerlo a mi lado.- Confieso.
Su sonrisa ilumina su tez y permite una vez más que caiga presa de sus encantos.
-Mi señorita… Si supiera de qué manera anhelo sus labios…-Murmura, permitiendo que sus labios se mantengan entreabiertos.
-¿Qué se lo impide?
Diviso tras el señorito Rider, a la señora Jones atravesar el pasillo con rapidez sin siquiera limitarse a echar una pequeña ojeada en nuestra dirección. Las mangas sutilmente abombadas están remangadas, parece tener prisa, pues sus manos están abarrotadas de toallas y baldes vacíos que parecen necesitar ser usados urgentemente.
-¿Qué ocurre?- Intento seguir a la señora Jones con la mirada hasta que la pierdo.
Él suelta una suave risa.
-Una cuantas tuberías rebeldes.
Diana asoma su cabeza adornada con el pelo recogido y despeinado, frunce ligeramente el ceño, parece preocupada y agitada.
-Señorito Rider, lo necesito abajo.- Ordena antes de desaparecer de nuevo.
-Debo irme, señorita Catherine.- Acorta la distancia que nos separa y toma mi mano con delicadeza, como si se tratase de frágil porcelana.- A menos que necesite algo más.
-¿No puede quedarse?- Sé perfectamente la respuesta a mi absurda pregunta.
-A menos de que quiera ver a la señora Jones furiosa, no creo que sea buena idea. No obstante, regresaré tan pronto como me sea posible.
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Editado: 15.11.2024