El último dúo de cartas descansa sobre la mesa; impaciente, expectante, a que el último jugador ceda su carta y poder dar por finalizada la partida. La tensión se palpa en el aire, y el Conde Hallam y yo aguardamos con expectación.
-No tengo nada mejor.- Dice el señorito Adolpshon, dejando caer la última carta con resignación, un cinco de picas.
-Perfecto. Considerenme el nuevo ganador.- El Conde Hallam sonríe satisfecho.
Lewis se deja caer sobre el respaldo de la silla y suspira, frunciendo levemente el ceño.
-Debería haberme preocupado más por usted que por la señorita Hertford.- Comenta divertido.- Me alegra que no hayamos apostado dinero, sino, entre ambos, hubiesen arruinado mi fortuna familiar.
-Mis dotes están un tanto oxidadas, mire al señor Hallam, no a mí.- Intervengo con una sonrisa.
-A pesar de ello no ha tenido piedad conmigo, señorita Hertford.- Replica el señorito Adolpshon, a la vez que su mirada recae sobre mí.
Mis mejillas se encienden sutilmente, desvio la mirada, sintiendo como si mis pensamientos pudiesen ser advertidos.
-Es una lástima no haber podido continuar con nuestra apuesta, señorita Hertford.- Añade con un dejo misterioso el Conde Hallam.
-¿Habían apostado dinero? - La curiosidad de Lewis es notable.
-Si, algo así.- Responde Hallam sin apartar sus profundos ojos de mí.
Los ecos de la noche parecen resonar en la estancia, y por un instante, siento como si los secretos que oculta el hotel estuvieran inmersos en un juego mucho más grande y complejo.
-Es hora de dar por concluida nuestra partida.- Anuncia Lawrecene Hallam con determinación, recogiendo las cartas y amontonándolas en un extremo de la mesa.- Ha sido un verdadero placer jugar con ustedes. Ahora, si me lo permiten, iré a servirme otra copa de vino. En seguida vuelvo.
-Nos reuniremos después, señor Hallam.- Dice Lewis.
Él asiente sutilmente y se levanta, permitiendo que su chaqueta ondee con sus movimientos. Sus pasos resuenan por la habitación mientras se dirige a la puerta. Sin siquiera ser dueña de mis actos, me levanto a su vez, apoyando mis manos sobre la mesa.
-Espere, señor Hallam.- Mi tono parece casi una súplica.
Se vuelve hacia mí con una mirada intrigante, como si fuese consciente de lo que voy a decirle.
-¿Podemos hablar? Será breve.- Pregunto con cierta timidez, sintiendo el peso de mis propias palabras.
El conde Hallam arquea una ceja, divertido, mas su expresión enigmática se mantiene en su rostro.
-Por supuesto, señorita Hertford. No obstante, creo que será más apropiado continuar nuestra conversación en la próxima fiesta. Por ahora, el señorito Adolpshon requiere de su presencia.
Su respuesta me desconcierta, mas asiento ¿Quién puede llevarle la contraria al imponente Conde?
-Considerelo el privilegio de la duda, señorita Hertford.- Añade, sonriente. Antes de darse la vuelta y alejarse con paso seguro. Su misteriosa aura parece devorarlo por completo, dejándome inundada de preguntas que buscan ansiosas su respuesta.
Siento como si la verdad se deslizase entre mis dedos, imposible atraparla de nuevo. Mis ojos admiran la puerta cerrándose y el sordo sonido inunda mis sentidos. Mi corazón grita con impotencia, debo ir tras él, saber lo que se esconde, mas ¿Por qué mis piernas no responden? Busco la manera de despegar mis manos de la mesa, no obstante, mis esfuerzos son en vano. Mi rostro detona un leve gesto de preocupación, Nathaniel parece advertirlo y sin importar la presencia del joven Lewis, se acerca hacia mí.
-¿Desea que regresemos a sus aposentos, señorita Hertford?- Murmura Nathaniel cerca de mí, provocándome un escalofrío que recorre mi cuerpo.
La idea de mantenerme con el señorito Adolphson y su imposible propuesta de matrimonio, me mantiene inquieta.
-Creo que será lo mejor.- Admito, sin estar segura de mis palabras.
-En ese caso, permítame antes poder conversar.- Interrumpe Lewis.- Por favor… Catherine.
Sus palabras rozan mi corazón y sin ser consciente de mis actos asiento, buscando las palabras adecuadas para responder a su propuesta nuevamente.
-Preferiría que la servidumbre no estuviese presente.- Continúa Lewis, mostrando su leve molestia ante la presencia de Nathaniel.
La mandíbula del señorito Rider se tensa considerablemente, y a través de la chaqueta que le cubre sus brazos, observo sus músculos en tensión. Sin embargo, no parece darse por aludido y aún se mantiene a mi lado. Siento el calor de sus manos, posarse levemente sobre mis brazos, ayudando a ser de nuevo consciente de mis movimientos y separando mis manos de la mesa.
-Tengo órdenes del señor Hertford de mantenerme junto a la señorita en todo momento.- Nathaniel se aleja unos cuantos pasos de mí, y siento la añoranza de sus besos. Se yergue y observa al señorito Adolpshon con una mirada que parece juzgar cada movimiento que realiza.- En caso de retirarme, estará de acuerdo en anunciar a mis superiores sobre este inadecuado encuentro.
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Editado: 15.11.2024