¿una taza más?

Palabras sin decir

Mis labios rozan de nuevo el tenedor de plata, permitiéndome saborear el dulce sabor del postre, un delicioso “Lemon Pie ”. La comida junto a mi familia, ha sido breve y agradable ¿Cómo no he podido darme cuenta de cuánto echaba de menos la presencia de mi madre? Las conversaciones en torno al hotel se han limitado a las evasiones de ella, no obstante, mis tíos han podido encandilarla con hechos nostálgicos de Londres.

-¿Recuerdas cuando el comedor se limitaba a una gran mesa alargada llena de gente?- Pregunta mi tío con un dejo de nostalgia en su voz.

Mi madre ríe, como si evocase un recuerdo lejano.

-Si ¿Cómo olvidar las tediosas comidas a las que nuestra madre nos obligaba a asistir?

-No eran tan aburridas después de todo.- Heinz rie.

-¡Eso lo dirás por ti! Tú podías ausentarte.

Por primera vez desde su llegada a Londres, disfruto de observar las comisuras de sus labios curvarse hacia arriba, en sonrisas y carcajadas que se funden entre las viejas paredes victorianas. Cuando olvida su miedo, disfruta al fin de la compañía de su hermano y de su breve comida familiar.

-¿Y las noches en la biblioteca leyendo junto al fuego?- La voz del tío Heinz se suaviza con el recuerdo.- Padre leía en voz alta y tú siempre insistías en que fueran historias de amor.

-Me fascinaban esas historias. Era como si cada palabra cobrase vida. Tenía una forma especial de narrar ¿No crees?

-Definitivamente.- Dice Heinz.- Y las tardes de verano en el jardín, bajo el gran roble.

El rostro de mi madre se ensombrece ligeramente.

-Si, con sus historias de fantasmas.- Murmura.

-A pesar de todo, las disfrutábamos y escuchábamos maravillados.- Responde Heinz, su tono teñido de una nostalgia añorada.

-No puedo negar lo evidente, Heinz. Así era.

-¿No lo echas de menos?- Pregunta con un dejo de curiosidad en su voz, suavizada por los recuerdos compartidos.

-No hay ni un día en que no piense en ello.- Un suspiro emana de sus labios, mientras el peso de palabras nunca dichas recae sobre sus hombros.

Heinz sonríe débilmente, y presiento que aún hay heridas que parecen latir bajo la superficie. Toma su copa de vino, y se la lleva a los labios, dando por terminada la conversación.

-¿Cuando te marchas, Edna?- Interrumpe Emily.

Ella se pone seria en ese momento, como si temiese que la respuesta que va a dar no es del gusto de todos los presentes.

-Mañana.- Responde, centrando su atención en partir otro trozo de pastel y llevárselo a la boca, intentando desviar nuestra atención de ella.

-¿No puedes quedarte un par de días más?- Heinz parece suplicar, añorando que su hermana permanezca a su lado.- No aquí, sino en Londres.

-Tengo trabajo que hacer, Heinz. No puedo permitirme perder un día más.- Contesta mi madre, con una firmeza que parece más una excusa que una realidad.- ¿Y tú, Catherine? ¿Has pensado en volver a casa?

-No lo sé, tal vez en varios días, o semanas.- A medida que las palabras se escapan de mi garganta, bajo la voz, formando casi un murmullo.- ¿Meses? Si a los tíos no les importa, claro está. Aún tengo cosas que hacer aquí.

-Por supuesto que no, agradecemos tu visita, Cathy.- La voz de Heinz parece llevar consigo una cierta inquietud.

-¿Qué cosas?- Inquiere mi madre, buscando respuestas que no estoy dispuesta a revelar del todo.

Mis pensamientos se ven arrastrados por mis múltiples respuestas; los secretos, los fantasmas, la verdad… No obstante, el señorito Rider cruza brevemente mis pensamientos y un temor que antes no había sentido, se instaura en lo más profundo de mi alma. No quiero alejarme de él.

-Asuntos pendientes, mamá.

Ella parece arquear una ceja y sus ojos permanecen fijos en los míos, como si quisiera desentrañar la verdad con tan solo mirarme.

-Tiene edad suficiente para tomar su propias decisiones, Edna.- Defiende Heinz.

-Lo sé. Aún así no entiendo que espera encontrar aquí.- Replica ella.

-No se trata solo de lo que uno quiera encontrar. Me gusta estar aquí.- Siento mis ojos billar con una intensidad mayor.

-No lo entiendo.- Mi madre permite que el aire escape de sus pulmones en un largo suspiro.

-No te pido que lo entiendas. Solo que lo respetes.- Insisto con determinación.- Aún quiero permanecer en el hotel.

Ella busca consuelo en los ojos de Heinz, quien decide tomar participe de la conversación.

-Catherine es custodiada por miembros de la servidumbre cada noche, Edna.- Su voz, a pesar de permanecer en constante tranquilidad, para llevar consigo el peso de innumerables preocupaciones.- He buscado la manera de protegerla desde que puso un pie en la mansión.

-No voy a cambiar de opinión ante todo esto, Heinz.

La puerta se abre con suavidad y de ella emerge un rostro surcado de arrugas y sabiduría. Conall se detiene a escasos centímetros del umbral y espera pacientemente a que el tío Heinz repare en su presencia.

-Señor Hertford, lamento la interrupción., mas necesito de su presencia.- Dice con firmeza.

-¿Es urgente?- Pregunta Heinz, advirtiendo su evidente molestia ante la idea de separarse de su familia..

-No, pero es preferible que lo vea por sí mismo.

-Bien. Disculpenme.

Mi madre asiente y termina el contenido de su plato, mientras, la tía Emily sonríe en mi dirección y da un sorbo al té humeante que descansa sobre sus manos. Heinz se retira de la mesa, dejando su servilleta blanca descolocada sobre la mesa. Se ayuda con su bastón de madera y se dirige hacia el señor Redells, con pasos lentos y vacilantes. Ambos intercambian unas cuantas palabras que no puedo escuchar y abandonan el salón ¿Qué estará ocurriendo?

-¿Has hecho tú el pastel?- Indaga mi madre, rompiendo el silencio

-Si.- Responde Emily, orgullosa de su creación.- ¿Te ha gustado?

-Si, es la primera vez que vuelvo a saborear los sabores de la cocina de mi madre.




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