Nuestros pasos resuenan con decisión sobre la madera del vestíbulo, acercándose al gran temor que asola a mi tío, despedirse nuevamente de su hermana. Su mandíbula está tensa y sus labios parecen temblar con cada palabra que se atreve a pronunciar. Su cuerpo permanece erguido a pesar de que se inclinan ligeramente cada vez que observa la puerta que nos separa de una realidad cercana.
Mi cuerpo parece estremecerse con el paso de los segundos, y la idea de que mi madre se aleje del hotel, me genera aún más preguntas que recorren mi mente con una rapidez desenfrenada ¿Debería seguir sus pasos y alejarme de la misma manera? Niego repetidamente, mientras recuerdo las breves palabras de Nathaniel hace apenas unas horas.
Suspiro de forma silenciosa.
El señor Redells espera pacientemente tras el mostrador, la pluma en su arrugada mano danza sobre las páginas amarillentas de un antiguo libro de cuentas. Levanta los ojos del papel tras percibir nuestras presencia y le dedica una mirada comprensiva al señor Hertford. Después, cierra el libro con cautela, se encamina hacia la puerta principal y con su mano enguantada envuelve el dorado pomo.
Nos detenemos frente a ella, sintiendo el peso de palabras no dichas. La luz del sol se filtra a través de los árboles cercanos, dibujando patrones cambiantes sobre el suelo empedrado, intensificando la despedida inminente.
-Supongo que no puedo hacer mucho más para convencerte de que te quedes.- Dice mi tío con un dejo de pesadez en su voz.
Mi madre niega con la cabeza, aunque sonriente, percibo la realidad de tener que separarse de su familia una vez más
-Me alegra haber podido vernos después de tanto tiempo.- Dice casi en susurro.
-Siempre serás bienvenida, Edna.- Responde mi tío con una firmeza que pretende ocultar su propio dolor. Con un movimiento casi automático, saca una pipa de su bolsillo en un intento de consuelo.- Sabes que este siempre será tu hogar, sin importar cuánto tiempo pase.
Ella asiente, agradeciendo las palabras de mi tío y se gira hacia la puerta. Conall la sostiene ligeramente, como si él también temiese de la verdad que se oculta tras la oscura carrocería del Jaguar.
Seguimos a mi madre hasta el fin de las escaleras, el tío Heinz se lleva la pipa a sus labios y permite que el humo emane de ella con rapidez, el señor Redells recoge las escasas pertenencias de mi madre del perchero cercano a la peruta y las coloca dentro del coche, luego, abre la puerta a mi madre y espera pacientemente a que entre en el interior.
-Catherine.- Susurra sonriendo.- Ten cuidado.
-Sí, mamá. No tienes que preocuparte.- Respondo sintiendo como mi corazón late a un ritmo apresurado.- Pronto estaré de nuevo en casa.
El peso de mis propias palabras recae sobre mis hombros, y la actitud de Nathaniel rebota en mi cabeza con una intensidad que no puedo ignorar ¿Qué le ocurre realmente? ¿Es cierto que la culpa la tengo yo? No quiero alejarme de todo esto, mas quizá sea la mejor opción.
Ella sonríe con una expresión que parece haber esperado este momento desde su llegada. Se inclina hacia mí y me envuelve en un cálido abrazo, una despedida que tal vez no sea tan lejana.
-Adiós.- Dice suavemente mientras se acomoda en el interior del coche.
La puerta se cierra con un eco que resuena en mi y Conall se sitúa en el lado del conductor.
Observo cómo el cuerpo de mi tío se tensa cuando el motor del Jaguar se niega a arrancar. Heinz da una calada a su pipa, el humo forma espirales que se disipan rápidamente en el aire frío de la tarde. La frustración es evidente en sus ojos, aunque, mantiene una fachada de calma para no inquietar más a mi madre.
Logro ver, tras los cristales opacos del jaguar, como mi madre se inclina ligeramente hacia Conall, quien parece tratar de tranquilizarla con piadosas mentiras, pues ¿Cómo puede reaccionar? Vuelve a girar la llave y el motor responde con un leve quejido.
Se niega a arrancar.
La puerta del pasajero vuelve a abrirse y de ella asoma mi madre, con el ceño fruncido y apuntando con el dedo a Heinz, quien parece mantenerse impasible ante las acusaciones de mi madre.
-¿Es en serio, Heinz? ¿Cuando pensabas decírmelo?- Pregunta agarrando su abrigo con tanta fuerza que sus nudillos se vuelven blancos. La ira destella en sus ojos, y su voz resuena con incredulidad.- Espero que no tengas nada que ver con esto.
-No.- Se limita a decir, mientras permite que la ceniza de la pipa caiga al suelo, como si se tratase de una ofrenda inútil a la tensión que palpita en el aire.
-Es de locos ¿No había otro momento?- Su voz detona la molestia que burbujea con fuerza por su sus venas.- He sospechado que algo iba mal, pero…
Suspira y detiene sus pasos frente a nosotros. Yo me limito a observar la escena.
-Ha dejado de funcionar esta mañana.- Menciona mi tío con tranquilidad.
-Y seguro que solo te parece una simple casualidad.- En la voz de mi madre, percibo un toque de ironía.
Presto demasiada atención a sus últimas palabras, como si ellas hubiesen respondido a mi sospecha sobre el Jaguar.
-¿Qué esperas que piense sobre todo eso?
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Editado: 15.11.2024