Nuestros pasos se detienen a escasos metros del lugar donde se encuentra el señorito Rider, recto y en una perfecta espera. Su mirada centra su atención en el gentío que opta por abandonar el comedor, aunque algo me dice que su vista ha sido nublada por sus pensamientos.
Sus labios, perfectamente alineados en una mueca seria, se separan inmediatamente, permitiendo que queden ligeramente separados. Cambia de posición, impaciente y unas perlas de sudor en su frente, reflejan las velas incandescentes ¿Espera mi regreso?
Dirijo mis pasos en su dirección, decidida a reunirme con él nuevamente.
En ese instante, el Conde Hallam deposita su pálida mano sobre mi hombro y su voz profunda me saca abruptamente de mis pensamientos.
-Aún podrá esperar un poco más.
-Solo cumple órdenes.- Digo, con la esperanza de poder hacer que permanezca a mi lado.
-Verá., señorita Hertford.- Aparta su mano y la deja caer sobre el bastón, deteniéndose por completo.- Preferiría que ciertos temas solo fuesen escuchados por usted. Son cuestiones que engloban a su familia desde hace demasiado tiempo y aunque comprenda la relación que conllevan el señorito Rider y usted, preferiría la soledad de mis palabras.
¿Mi relación con el señorito Rider ¿Es entonces tan evidente? Mis mejillas se colorean en un suave color rosado, trato en vano de disimular ante los penetrantes ojos del Conde Hallam. Una risa baja y casi imperceptible escapa de sus labios, y a pesar de mis intentos, percibo que sabe mucho más de lo que deja entrever.
-Lo comprendo, señor Hallam.- Digo en busca de alejar sus sospechas.- Hay algo en lo que me gustaría centrar nuestra conversación.
Arquea una ceja, sorprendido por mi comentario.
-Dígame entonces. Trataré de atenderla lo mejor que pueda.
Ignorando la presencia cercana del mayordomo de ojos verdes, giro sobre mis talones y dirijo nuestro paso hasta la foto de color sepia. Advierto una pícara sonrisa por su parte y el nerviosismo crece en mi interior, mas me esfuerzo en no vacilar.
Me detengo frente al marco de la foto, observando sin descaro la niña que sostiene la mano del señorito Adolpshon.
-Creo recordar haberle mencionado que fue un obsequio, señorita Hertford.
-No quiero preguntarle sobre el origen de la fotografía. Sino por lo que se desencadenó después.
-Su partida del hotel, quiere decir.- Dice a escasos centímetros detrás de mí. Su proximidad me eriza la piel. Puedo sentir su aliento rozando mi cabello y su sombra envolviéndome como un manto pesado.
-Quiero que me lo cuente todo, señor Hallam.
Una risa amarga y contenida surge de su garganta, y por un momento, parece que las sombras mismas responden a su humor sombrío.
-Las cosas nunca han sido tan sencillas, señorita Hertford y apuesto que ha buscado respuestas en otro lugar que no le han convencido lo suficiente.- Hace una pausa y se adelanta, rozando casi la fotografía con sus pálida mano.- La hice como un recordatorio, un vínculo, un recuerdo para usted. Sabía que tarde o temprano acabaría por descubrir la maldición que nos condena y tal vez no lo creería del todo si nadie se lo mostrase. Fui yo quien colocó la fotografía entre vuestras pertenencias antes de su partida, antes de que se alejasen de su familia.
El peso de sus palabras me golpea con fuerza. Una punzada de culpabilidad brota en mi pecho y cómo las decisiones de otros han definido mi propio destino.
Mis ojos se detienen nuevamente sobre el señorito Adolpshon, y no puedo evitar sentir un leve ápice de lástima por él. Su mano envuelve la mía con una fuerza sutil, pero decidida, como si estuviera aferrándose a un recuerdo que ambos no compartimos. En sus ojos color esmeralda brilla un halo de nostalgia que parece ir más allá de lo que el presente le permite recordar.
-¿Sabe por qué tomé la mano del señorito Adolpshon?- Pregunto, dejando que mi curiosidad se deslice entre nosotros.
El Conde Hallam esboza una sonrisa apenas perceptible, como si estuviera saboreando la ironía de mis palabras.
-Fue usted misma quien se acercó a él, señorita Hertford.- Responde con suavidad.- Quizá, en algún rincón de su ser, piensa que están destinados a permanecer juntos.
Sus palabras flotan en el aire, envolviéndome en un extraño desasosiego. ¿Cómo podría estar destinada a alguien como el señorito Adolpshon, alguien que ni siquiera sabe que es un fantasma? Mi mente se inunda de preguntas, pero una cosa es clara: aunque siento lástima por él, no puedo corresponder a sus sentimientos. Y, sin embargo, algo dentro de mí se resiste a apartarme por completo.
-Dicen que usted me sostenía entre sus brazos antes de que me encontraran.- Mi voz es temblorosa, mas lucho por mantener el control.
-Así fue ¿Cómo podía permitir que una niña vagase sola por el hotel, rodeada de tantas presencias inquietantes?- Sus palabras parecen sinceras y advierto una ligera melancolía..- No obstante, su madre nunca vio mi intervención como un acto de nobleza, y no tuve más opción que devolverle a su criatura.
-¿Por qué lo dice?
-Tengo la sensación de que nunca le hemos gustado realmente, señorita Hertford.- Se encoge de hombros de manera indiferente.- Creo que nos tiene miedo.
Un ligero nerviosismo se cuela en mi cuerpo, comprendiendo de inmediato la necesidad de mi madre en arrebatarme del Conde Hallam.
-Debe comprender, señor Hallam.- Por una vez, defiendo a mi madre, entendiendo la infinidad de este mundo y sus consecuencias.- No es un mundo que nos pertenezca.
-Y lo comprendo, señorita Hertford, no obstante, me sorprende como pudo relacionarse de tal manera con nosotros cuando era algo más jovén y ahora se encierra en un habitación temiendo que nos dignemos a aparecer frente a ella.- Dice con voz pausada, como si recordase tiempo atrás, antes incluso de que yo naciera.- Es irónico.
-¿Cree entonces que abandonar el hotel esa noche fue un error?- Pregunto sintiendo mi pulso temblar.
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Editado: 15.11.2024