Mis dedos rozan las suaves sábanas, frías como un témpano de hielo. Un ligero escalofrío recorre mi cuerpo. Con los ojos aún cerrados, la claridad del nuevo día se cuela insistente a través de mis párpados.
La noche anterior mi mente se vió abordada por innumerables preguntas y la frustración afloró en cada parte de mi cuerpo como raíces de incertidumbre. Mi madre… Se enamoró de un ente, mas ¿Qué hay que saber? ¿Qué hay detrás de su historia? Con el tiempo, logré sumergirme en el mundo de los sueños, no sin antes haber dejado mi cama en un caos absoluto.
Me incorporo ahogando un bostezo. Un nuevo amanecer trae consigo la promesa de verdades reveladas, puedo sentir cómo la verdad absoluta sobre mi familia está al alcance de mis manos, al menos por un efímero momento.
Mis pies descalzos se deslizan sobre la fría madera con una lentitud propia de alguien que carga un peso sobre sus hombros. Me acerco hasta la chimenea, ansiando sumergirme en su calor y esperando que sea la hora de bajar a desayunar. Mas antes de poder acomodarme, algo me detiene.
El señorito Rider está aquí, dormido en el sofá, en una postura que no parece ser nada cómoda.
Mi corazón golpea con fuerza mi pecho. La escena es tan inesperada como tierna. Con el rostro relajado y una mano apoyada bajo su cabeza, parece haber sucumbido al sueño mientras ¿Me velaba? Me acerco con cuidado, evitando romper la quietud del ambiente, observando como los tenues rayos del sol resaltan sus jóvenes facciones, su pelo alborotado se desliza sobre su frente, rozando con delicadeza sus sienes. No puedo evitar que una sonrisa se dibuje en mis labios.
Me inclino un poco más, casi sin querer despertar el momento, y suspiro al ver lo fiel y protector que ha sido conmigo, incluso en medio de su propio cansancio ¿Es posible que su decisión en mantenerse aquí tenga que ver con lo que le preocupa?
-Nathaniel.- Susurro con un leve temblor, mas, al ver su respiración acompasada y su expresión tranquila, me detengo, temiendo romper ese instante de paz.
Lo observo un momento más, permitiéndome sonreír con ternura. Después retrocedo y me dirijo a prepararme para abandonar la habitación.
El baño mantiene el frío que se cuela por la ventana entre abierta, recubierta de las pequeñas gotas de lluvia. Me adelanto a cerrarla, evitando así morir congelada. Me detengo un instante, contemplando el exterior grisáceo; el viento susurra entre las hojas, casi como si compartiera conmigo algún secreto ancestral que se desvanece en la distancia. Respiro profundamente y me giro hacia el espejo.
Una joven me devuelve la mirada, un leve brillo destaca sobre sus ojos, mas si te adentras más en ellos, la incertidumbre crea surcos en sus iris marrones, abriéndose paso hacia lo desconocido. Apoyo mis manos sobre el mármol y continúo con mi rutina al despertar.
Mientras el cepillo desliza con suavidad por cada mechón castaño, mis pensamientos se desvían, inevitablemente, hacia el señorito Adolpshon. La imagen de su figura aparece en mi mente: una mezcla de nostalgia y misterio, como un eco de una época lejana que, sin embargo, parece no haber perdido fuerza.
Lo imagino caminando por los pasillos del hotel, con su porte elegante y su mirada perdida en algún recuerdo que, para él, se ha vuelto inalcanzable. Hay en él una historia interrumpida, una verdad que parece desvanecerse entre los muros y los años. Me pregunto si , en su estado entre dos mundos, siente alguna vez ese mismo vacío que a veces me invade.
Con cada tirón suave del cepillo, intento despejar mi mente de pensamientos que, sé, solo traerán más preguntas sin respuesta. Mas, por alguna razón, la figura del señorito Adolpshon permanece, como una sombra, una advertencia o un susurro que todavía no logro entender del todo.
Una vez lista, me detengo frente al espejo, acomodando con cuidado el último pliegue de mi vestido. El frío del baño parece haberse disipado, aunque tal vez sea mi mente la que ha decidido ocupar su lugar
-¿Señorita Catherine?- La voz ronca de Nathaniel me sorprende, y asomo la cabeza.
Dejo caer mi mano sobre mis labios, escondiendo una risita por lo que ven mis ojos. Los rizos de Nathaniel parecen haberse enredados entre ellos y su tez de desconcierto no pasa desapercibida.
-Buenos días, señorito Rider. Espero que el sillón sea tan cómodo como aparenta.
Él se incorpora torpemente y se coloca las mangas de su camisa. Se frota los ojos y emite un suave gruñido de resignación mientras se arregla un poco el cabello.
-Buenos días, señorita Catherine. Mucho me temo que el sillón no tiene la misma amabilidad que sus palabras.- Responde con una sonrisa apenas disimulada.
-La próxima vez le sugiero que use un lugar en condiciones para descansar.- Dirijo mi mirada hacia mi cama y me acerco a él.
Nathaniel arquea una ceja, divertido, claramente tentado.
-¿Sugiere acaso que invada el territorio de una dama?- Dice con un tono de fingida indignación, aunque sus ojos delatan una pizca de travesura.
-Sugiero que, si planea pasar las noches velando mis sueños, lo haga con algo de comodidad.- Respondo, fingiendo una formalidad que apenas puedo sostener ante su mirada intensa.
Él suelta una suave risa y sacude la cabeza, poniéndose en píe y rodeándome con sus brazos.
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Editado: 04.12.2024