¿una taza más?

Memorias en el lienzo

Con mucho esfuerzo, logro que el cuadro se mantenga en mis manos mientras desciendo una a una las escaleras del desván. El marco , pesado y desgastado, parece cobrar más vida con cada paso que doy, como si se resistiera a dejar su oscuro rincón.

Algo en mi interior me insta en observarlo mejor, a la luz y alejado de los demás muebles olvidados. Llego al pasillo, de momento vacío y me tomo un momento para recuperar el aliento.

Un momento después el sonido de unos pasos llega a mis oídos y me escondo tras la pared, sintiendo como el fuerte latido de mi corazón puede delatarme. Después, una puerta se cierra y el leve sonido de una llave en la cerradura logra que me tranquilice.

Mi madre está de vuelta en su habitación.

Continúo con mi pequeño hurto, recorriendo el pasillo silencioso con pasos calculados. ¿A dónde puedo llevarlo? No me puedo permitir bajarlo un piso más, sería demasiado arriesgado que alguien viera mi hallazgo. Mientras avanzo, mis pasos me llevan frente a la habitación de mis tíos. No puedo evitar detenerme un momento al escuchar sus voces, suaves, casi en un susurro.

La tensión en sus palabras parece llenar el aire tras la puerta, y aunque no puedo distinguir lo que dicen, es evidente que no quieren ser oídos. Un escalofrío me recorre al preguntarme si hablan de lo mismo que llevo entre mis manos.

De pronto, detrás de mí el chirrido de una puerta al abrirse rompe el silencio. Me detengo en seco y cierro los ojos con fuerza.

-Vaya, señorita Catherine.- Dice con voz grave y pícara.- ¿Puedo preguntar si el robo de antigüedades es una nueva afición suya? O, quizá, ¿Es simplemente su manera de mejorar la decoración del pasillo?

Su tono ligero y sarcástico hace que mis mejillas se enciendan. Aprieto los labios y enderezo la espalda, ajustando el cuadro entre mis manos como si se tratara de una preciada reliquia. Dejo que el aire escape de mis pulmones y vuelvo a abrir los ojos, lentamente me doy la vuelta como puedo.

Nathaniel se acerca a mí con paso decidido y delicadamente me arrebata el cuadro de las manos, mientras lo inclina ligeramente para verlo mejor, mas parece que no logra verlo con demasiada claridad.

-Devuélvemelo, Nathaniel.- Replico con una sonrisa.

-Permítame discrepar, señorita Catherine.- Ríe.- Si una dama como usted deambula por los pasillos con un cuadro más grande que ella misma, tengo la obligación moral de intervenir.

Un suspiro escapa de mis labios mientras trato de atraer el marco hacia mí, tratando de ocultar una ligera carcajada.

-Descuide, señorito Rider. Creo que puedo yo misma.- Respondo con un leve toque de orgullo en mi voz.

Él sonríe, esa clase de sonrisa que no puede ignorarse y da un paso hacía mí, recortando la distancia entre nosotros.

-¿De verdad? Porque parece que lo único que necesita es a alguien dispuesto a rescatarla de esta pequeña… Incursión.

-De hecho, lo que quiero evitar a toda costa es tropezar con alguien.- Me permito hacer una pausa.- Señorito Rider, no creo que fuese conveniente que alguien apareciera ahora.

-¿No?- Su tono es burlón.- Creía que le gustaba huir de la servidumbre ¿O acaso debo recordarle nuestros recónditos encuentros y divertidas escapas?

Su risa es contagiosa, y por un momento me olvido de lo que estoy haciendo aquí, la importancia del cuadro y la oscura realidad que esconde en su interior.

-No llegaría muy lejos ahora mismo. Ayúdame a sacarlo de aquí. Por favor.- Casi parece una súplica, mas mi corazón late a un ritmo apresurado con la simple idea de que alguien nos encuentre.

-Creí escuchar que no necesitaba ayuda alguna.- Dice antes de inclinarse ligeramente y depositar un beso sobre mis labios.

-Nathaniel, por favor.- Digo suavemente, permitiendo que mis palabras se entrelacen con una mirada que sé que no puede resistir.

Finalmente, niega repetidamente con la cabeza y se acerca el cuadro más a él.

-Tiene suerte de que no pueda negarle nada, señorita Catherine.

-Gracias.- Susurro satisfecha.

-¿Recuerdas la habitación dónde bailamos por primera vez?.- Pregunta mientras comenzamos a caminar por el pasillo

Una cálida sonrisa se dibuja en mi rostro casi al instante, recordando nuestro primer baile y la conexión tan evidente que ambos poseíamos.

-Claro que la recuerdo ¿Cómo olvidarlo?

Sonríe ligeramente.

Sin añadir nada más, Nathaniel se dirige a esa misma habitación, a escasos metros de donde estamos. El eco de nuestras pisadas parece resonar más fuerte mientras avanzamos hacia ese lugar y el peso de la incertidumbre golpea con fuerza en mis pensamientos.

El señorito Rider apoya por un efímero momento el cuadro sobre la pared y abre la puerta. Invitándome a pasar primero y se asegura de que no hemos sido vistos antes de cerrarla tras nuestro paso.

-Lo digo totalmente en serio, señorita Catherine.- Dice con una sonrisa mientras coloca el cuadro sobre una de las mesas.- Si alguien pregunta cómo llegó este cuadro aquí, mi nombre no estará relacionado con semejante incursión.

Me cruzo de brazos y lo observo con fingida indignación.

-¿Se supone que debo cargar con la culpa yo sola?- Respondo, a pesar de que una sonrisa burlona se asoma desde mis comisuras.

Nathaniel se inclina hacia mí, apoyando una mano en el respaldo de una silla cercana.

-No me malinterprete.- Dice con voz ligera.- Me considero un hombre leal y valiente. No obstante, no estoy seguro de que mi devoción deba incluir implicarme en sus… Curiosas aventuras.

-Descuide, señorito Rider. Asumo toda la responsabilidad, y si alguien decide preguntar, bueno, debo asegurarle que fue mi tío quién me habló de la existencia del cuadro.

Los ojos de Nathaniel se deslizan hasta el cuadro y se detienen. Su cuerpo parece tensarse de inmediato, como si la presencia de esa oscuridad centrase toda su atención. Su sonrisa se desvanece, dejando paso a una línea delgada y grave en su semblante.




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