¿una taza más?

Sueños de oscuridad

Busco apaciguar el tumulto de emociones que me abruma. Estoy agotada, y mis pies imploran en cada paso que doy, demandando replegarse y descansar. Por una vez, les hago caso, tanto mi cuerpo como mi mente merecen relajarse, aunque solo sea cubierta por un sueño

He disfrutado nuevamente de los bailes y la compañía de la sociedad victoriana, mas no pude evitar que un atisbo de compasión afloraba en mi pecho cada vez que el señorito Adolpshon posaba su mirada sobre la mía ¿He hecho bien al mostrarle una fracción de su pasado? Cierro los ojos con delicadeza, escuchando en mi mente las advertencias del señorito Rider sobre todo esto ¿Qué es preferible, permitir que viva una mentira reconfortante o empujarlo hacia la verdad que tanto tememos enfrentar?

El Conde Hallam tiene razón, es mejor que los entes permanezcan en los mundos que han construido para sí mismos, alejados de una realidad que los quebraría. Y, sin embargo, ¿Es justo para él? El señorito Adolpshon merece algo más que vivir en una ilusión, incluso él percibe que algo no encaja. Mas, si llegara a enfrentarse con la verdad ¿Qué podría decirle? ¿Cómo podría consolarle cuando ni siquiera yo sé si el camino que he tomado es el correcto?

Me dejo caer sobre la mullida cama y retiro con delicadeza una de mis botas, masajeando con suavidad mi pie dolorido.

-¿Quiere que lo haga yo mismo, señorita Catherine?- Pregunta Nathaniel con un atisbo de burla en su tono.

-No, se lo agradezco. De momento sus obligaciones no le imponen esto.- Respondo, dibujando una media sonrisa mientras mis ojos lo desafían con complicidad.

Avanza unos cuantos pasos, colocándose junto a mi cama, con esa confianza despreocupada que lo caracteriza.

-Es una lástima. Imagine que fortuna sería para mí, que una de mis obligaciones fuera atender de esa manera a la encantadora sobrina de los señores Hertford.

-No estoy segura de que a mi tío le agradase la idea, señorito Rider.- Ahogo una risita.- Normalmente el servicio suele mantener ciertas distancia ¿No lo cree?

-Depende de qué distancias, señorita Catherine. Nadie cuenta con caer en la tentación al tener el honor de servirla a usted.- Replica con una reverencia un tanto burlona.

-Que poco profesional.- Respondo fingiendo seriedad.- No me sorprendería que perdiera su puesto por comentarios tan inapropiados.

Nathaniel inclina ligeramente la cabeza, con una sonrisa que mezcla orgullo y ternura.

-No creo que ese sea el caso. De hecho, estoy convencido de que al señor Hertford no le incomodaría en absoluto verme como algo más que un simple miembro del servicio. Quizá incluso le agradase la idea de tenerme como familia.

Sus palabras provocan que el calor aborde mis mejillas con gran rapidez. El latido de mi corazón golpea con fuerza mi pecho y un ligero nerviosismo se ha instaurado en mi estómago. Desvío la mirada, mas sus ojos verdes la atrapan de nuevo, convirtiéndolo en un fallido intento de ocultar mi vulnerabilidad. Aún así, mi sonrisa se acentúa, de tal manera que las comisuras de mis labios empiezan a doler levemente.

-Lo está pensando ¿Verdad? Ese sonrojo suyo no miente, señorita Catherine.- Sus pupilas brillan, llenas de un descaro encantador.- No quisiera parecer presuntuoso, pero diría que la idea de verme como parte de su familia no le resulta tan desagradable. Por su expresión, diría que ya lo está considerando.

Sin darme tiempo siquiera a pensarlo dos veces, mi mano agarra la bota que acabo de quitarme. La lanzo con precisión hacia el señorito Rider, en busca de ocultar mis mejillas, aunque él se aparta ligeramente

Ríe mientras lo esquiva.

-¡Ay, señorita Catherine!- Dice entre risas a la vez que recoge el zapato del suelo y lo sostiene como si se tratase de un trofeo.- No sabía que además de encantadora, poseía una puntería tan letal. Cada día me sorprende más.

-Se lo buscó usted mismo, señorito Rider.- Replico, cruzándome de brazos, tratando de ocultar la sonrisa que se asoma desde las comisuras de mis labios.

-Por supuesto. No obstante, no debe olvidar que esto solo confirma lo que sospecho, que le agrada demasiado la idea de poder tenerme como familia.

Mi rostro se ha convertido en un gran tomate rojo y la vergüenza se apodera de mí en pocos segundos.

-Lo que debería hacer es marcharse antes de que me arrepienta de permitirle quedarse aquí.- Digo con fingida seriedad mientras sostengo la otra bota, esta vez sin lanzarlo.

Él sonríe, se sienta con descaro sobre los pies de la cama, colocando la bota en su regazo.

-Lo haré… Mas permítame un momento.- Responde mientras me observa con una expresión que mezcla ternura y picardía.- Antes me gustaría disfrutar un poco más de este espectáculo.

Por un momento, dudo. A pesar del ardor constante en mis mejillas y la súbita necesidad de encontrarme a solas, hay una parte de mí que no desea que se marche- Una parte que anhela su compañía, incluso si sus palabras descaradas logran desarmarme.

-No, espere. Quédate esta noche también.- Susurro.

La sonrisa de Nathaniel se suaviza al escuchar mi petición, mas sus ojos se llenan de algo más profundo, una mezcla de sorpresa y preocupación.




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