Mi cuerpo tiembla ligeramente, atrapado por la impotencia de saber que siempre estuvo ahí, frente a mí, jamás fui capaz de verlo. El Conde Hallam representaba un buen papel con maestría; el papel de un aristócrata inglés, elegante, intrigante, casi fascinante. Pero detrás de esa máscara sólo se escondía una oscuridad primitiva, latente, que había permanecido agazapada en las sombras de este mundo.
Lawrence Hallam es esa oscuridad. Siempre lo había sido.
Y pensar que yo… Por un instante, lo consideré mi confidente. Alguien que habría podido aclararlo todo de manera sincera, alguien que podría haberme guiado, de iluminar lo que todos temían. Qué ingenua fui al creer que detrás de sus silencios se escondía compasión.
Miles de preguntas revolotean en mi interior, luchando por ver la luz en algún momento, mas es una la que destaca por encima de todas, una que no logro acallar.
¿Cómo podemos enfrentarnos a él?
Si es que acaso existe una manera…
Nuestra única ventaja es que estamos vivos, mas… ¿Y si eso no nos convierte en los fuertes, sino en los más vulnerables?
Los pasos del señorito Rider, quien va unos metros por delante de mí, se detienen justo antes de posar un pie sobre las escaleras de piedra, húmedas por la niebla que se extiende a nuestro alrededor.
Me detengo a su vez.
-Catherine…- Surra en un hilito de voz.- No quiero que entres. Todavía puedes dar la vuelta.
-¿Y dejarte solo?- Replico, con la voz firme, a pesar de que mis labios tiemblan ligeramente.-¿Obligarte a enfrentarte a algo que ni siquiera es tu obligación?
Se gira hacia mí. Sus ojos verdes me miran con intensidad, con un atisbo de preocupación, de miedo o de rabia. O tal vez de todo a la vez.
Las grisáceas nubes ocultan la tenue luz que emana la luna, haciendo más lúgubre la escena.
-Es que tengo miedo, Cathy, de verdad.- Fuerza una sonrisa, sin humor.- No es como protegerte del señorito Adolpshon… Esto es él. No sé cómo protegerte.
-Nathaniel, has estado protegiéndome desde el primer día. Callándote algo que te quemaba por dentro ¿En serio esperas que me vaya sin mirar atrás? Es mi familia, eres tú.
Le obligo a sostenerme la mirada.
-Mentiría si te dijese que no es lo que espero.- Admite.-Te mentiría si te dijese que no es lo que quiero.
-¿Y ya? ¿Yo abandono todo y se acaba? - Frunzo el ceño.- Me protegerás si estás a mi lado, si estamos juntos. Yo tampoco sé qué hacer ahora… Siento que estoy atada de pies y manos, mientras el peligro se acerca, pero no creo que el señorito Rider quiera realmente huir, al menos, no mi señorito Rider.
-Es posible que el señorito Rider solo necesite un momento.- Dice, cada vez con un tono más bajo.- Un momento para entender que aún seguimos juntos.
La puerta del hotel nos recibe, alejándonos de todos los secretos que se esconden en su interior. Nathaniel me toma la mano con fuerza, como un eco silencioso de que está conmigo, de que juntos podemos hacerlo. Me dirige una rápida mirada y yo le respondo, asintiendo.
Abre la puerta con cuidado, con miedo tal vez de lo que pueda aparecer tras la madera.
La luz de las velas nos invade por completo, las voces distorsionadas y las risas de la sociedad victoriana vuelven a formar parte de nuestros oídos, como si lo de tiempo atrás solo hubiese sido parte de una macabra pesadilla.
Ojalá fuese así.
Ni siquiera damos un paso más, cuando la presencia del señor Redells se acerca con sutileza. Sus ojos grises parecen estar sutilmente más apagados que otras veces, como si el peso del tiempo empezara a cobrarle su deuda. Mantiene las manos cruzadas tras su espalda, aunque hay algo en su postura que revela cierta impaciencia contenida.
-Señorita Hertford.- Dice con una suavidad apenas perceptible, apenas se molesta en terminar de inclinarse ligeramente- Les he buscado por casi todo el hotel.
Fuerzo una sonrisa, como una máscara de porcelana para ocultar la grieta que amenaza con abrirse dentro de mí.
-Salimos a tomar un poco de aire fresco.- Respondo, adornando mis palabras con sumo cuidado, pues ¿Cómo decirle que huíamos? ¿Cómo confesar que el hotel se ha vuelto una jaula dorada, hermosa y mortal?- De hecho, en este instante, iba a retirarme a descansar.
Miento ¿Pero cómo no hacerlo, si decir la verdad es exponerse al abismo?
Conall asiente, aunque no sonríe. La sombra de una preocupación se dibuja en su rostro ¿Cansancio? ¿Preocupación? ¿O algo más cercano a la decepción?
-Señor Rider ¿Puede calentar un poco de agua?- Ordena con una voz clara.- Acompañaré a la señorita Hertford a sus aposentos.
Nathaniel lo mira, con los labios apretados. Obedece, pues tampoco puede hacer nada más. Pero sé que le cuesta, sé que no quiere que nos separemos. No ahora.
Me dedica una última mirada, como si me suplicase que tuviese cuidado o tal vez como una silenciosa promesa.
Yo trato de tranquilizarlo con mis ojos, aunque en vano.
Avanzamos por el recibidor, a pesar de no verse tan hermoso como antes, las paredes parecen susurrar y las sombras se alargan donde antes no lo hacían. No puedo evitar sentirme constantemente observada, mas no lo encuentro incómodo ¿Es Lewis Adolpshon tal vez? Trato de mirar a mi alrededor, mas solo son rostros conocidos que no dicen nada.
#42959 en Novela romántica
#12112 en Thriller
#6677 en Misterio
epoca victoriana, romance apasionado, secretos de familia pasado
Editado: 05.12.2025