Una trampa para la Diva

Capítulo 2. La princesa que se quiere enamorar

Marianne

*

Mi poco buen humor desaparece cuando descubro la limusina de mi padre estacionada frente al portón de mi casa.

Apago el motor de mi camioneta, respiro hondo, masajeo el puente de mi nariz y reviso mi celular por si hay alguna emergencia en la televisora que necesite mi presencia inmediata. Soy muy mala mentirosa, me cuesta hacerlo en vivo, mucho más con las personas que quiero porque sí, quiero a mi papá.

Existen rumores horribles sobre él, creo que podrían ser verdad, pero es mi padre… ¿cómo se debe manejar eso? No sé cómo lo ha logrado Thiago después de que declararon culpable a su padre por abuso sexual. Ya me ha dicho muchas veces que continúa visitándolo en prisión porque es su papá, pero que también se alegra de que pague por sus crímenes y que el mundo pueda ser un poquito más seguro para los demás.

Mi padre costeó al bufete de abogados que representó a Alejandro Olivares, padre de Thiago… ¿Qué significa eso? Son cosas en las que elijo no pensar, pero que siempre que vuelvo a ver a papá, regresan a mi mente y es imposible sacarlas de ahí por varios días.

El chofer de la limusina baja y se apresura a abrir la puerta para papá. Él me mira mientras cierra los botones de su lujoso saco negro.

Respiro hondo, de nuevo, y bajo de la camioneta. El chofer de papá se apresura hasta mí y le entrego mis llaves, él se encargará de estacionarla en el garaje.

—Papá —saludo mientras me coloco la chamarra—. ¿Qué haces aquí?

Mi padre es totalmente diferente a mí. Él es de piel muy blanca, cabello rubio y ojos marrones; yo me parezco a mamá con la piel bronceada.

—Hola, princesa, igual me da mucho gusto verte —ríe él con esa peculiar voz ronca por sus años de tabaquismo—. He traído la comida china que te gusta.

«Gustaba», cuando era niña y no tenía idea de las cosas que hacía mi padre. Agradezco cada día de mi vida por la fortaleza de mi madre para dejarlo sin hacer caso de sus amenazas de separarnos. Yo nunca habría abandonado a mamá, bajo ningún chantaje, jamás. Ella por fin es feliz al lado de un buen hombre que la ama y respeta como mi padre biológico jamás hizo.

—Gracias —musito. Ya sé que podría decirle que ya no me gusta esa comida, pero en el fondo me duele rechazar una buena acción suya.

«Es mi padre».

»¿Pasamos?

—Pensé que nunca lo dirías.

Se gira para sacar las bolsas de comida de la limusina mientras abro la puerta individual del portón de la casa que me he comprado el año pasado. Acababa de terminar otra relación amorosa que pareció más película de terror y quise animarme con una casa propia. He trabajado muy duro por todo lo que tengo; sin embargo, sé que debo agradecer a mi padre por conseguirme el empleo como presentadora de televisión.

—Pero, ¿qué te pasó en la cara? —inquiere mi padre cuando enciendo las luces de la sala.

—Un accidente laboral —resumo sin ánimos de explicarle que, por fin, mi productor aceptó llevar un caso real al «talk show» y que todo salió terriblemente mal—. Se irá en unos días.

—Está enorme.

Me miro en el reflejo de los ventanales del fondo que conducen al jardín trasero. El chichón es tan grande que se ve incluso a esa distancia, pero se puede disimular con el cabello.

—¿Cenamos? —Cambio el tema.

Mi padre me acompaña a la cocina y me ayuda a servir la cena. Obviamente se queja por tener que hacerlo y vuelve a decirme que es terrible que no cuente con empleada doméstica por las noches. Sólo escucho, es lo que suelo limitarme a hacer cuando estoy con papá, escuchar y asentir.

Regresamos a la mesa del comedor. Papá halaga mi buen gusto, agradezco y omito decir que ha sido un regalo del esposo de mamá. Oscar no tendrá el dinero de papá, pero le va bastante bien y justo ahora se encuentran viajando por la India.

—¿Y cómo va el programa? —pregunta papá.

Me enternece un poco su esfuerzo por intentar conocerme un poco más.

—Bien. Seguimos subiendo en el rating y quizá extiendan media hora más.

—Es una excelente noticia, princesa… —señala con sus palillos chinos en lo alto—. Yo siempre presumo a mi talentosa hija.

—Lo sé —sonrío—. Gracias, papá.

—Yo sé que pronto me convertirás en abuelo y se heredarán esos preciosos genes tuyos.

Asiento y sigo cenando.

»No entiendo cómo ese tarado de tu ex te cambió por la raquítica esa.

Asiento.

»Alguien debería darle un par de bofetadas para que se le aclaren las ideas.

—Papá… —silbo—. No pasa nada, ¿sí? Ahora mismo no puedo tener una relación, estoy concentrada en mi trabajo y eso no me deja tiempo para nada más.



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En el texto hay: famosa, actor, relacion falsa

Editado: 29.06.2023

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