Una tutora para el príncipe

Capítulo 2

Lindsay

Leticia le pide a su chófer que me lleve a la iglesia, el buen tipo me acerca lo suficiente antes de bajar mis bolsas y marcharse. Dejo salir un suspiro antes de tomarlas y arrastrar todo dos aceras más Bajo hasta mi casa.

El silencio me dice que no hay nadie en casa, así que agradezco estos minutos de paz. Dejo todo sobre la cama una vez entro en casa, la doblo con cuidado antes de meterlo todo en la maleta que suelo usar para llevarlo al basar y después de darme una ducha comienzo a preparar la cena.

La puerta de la entrada se abre y cierra dos horas después, termino de cocinar la carne molida para tomar la tabla de cortar y comenzar a preparar la ensalada.

Alguien se cierne sobre mi espalda, el olor a sudor lo delata haciendo que deje de mover el cuchillo en mi mano.

—Huele bien—su voz golpea sobre mi cabello—se ve delicioso también Lindsay...

—Te...te serviré en un momento, solo espera en la sala.

La mano asquerosa de mi padrastro golpea mi trasero, me empuja contra su excitado cuerpo y el pánico se apodera de mí cuando mueve esa mano hacia adelante. Intento apartarlo, lo empujo hacia atrás para escapar, pero es mucho más fuerte que yo.

—Vamos cariño, no te resistas—dice—sé que eres una pequeña zorrita, ven aquí...

—¡Aléjate! ¡Le diré a mamá!

—¿Crees que va a creerte?—bufa—no hagas más difícil las cosas muchacha.

Me empuja contra la encimera, lo veo desatar su pantalón con prisas y el pánico me llena, se acerca, intenta besarme, pero rasguño su cara haciendo que me golpee con fuerza.

Siento el mundo girar a mi alrededor y cuando, trata de poner su boca sobre mí extiendo mi mano para sujetar el cuchillo que está aún sobre la tabla de cortar.

—¡Hija de puta!

Grita el cuándo el filoso objeto es clavado en su brazo, corro hacia mi habitación en pánico y escucho el golpeteo violento sobre la puerta.

—¡Te voy a matar zorra! ¡Voy a ir a la policía y te voy a joder la vida!

El miedo me llena, miro a mi alrededor mientras él sigue golpeando con fuerza la puerta de mi habitación.

—¡No tienes a dónde ir!—grita—voy al maldito hospital y en algún momento tendrás que salir, solo espera a que te atrape.

Los golpes cesan después de un momento, me acerco a la puerta para ver si realmente se ha ido y el silencio reinante lo confirma, no soy capaz de abrir la puerta.

Busco alguna salida, pero nada viene a mi mente, tendría que irme de este lugar para que no me atrapara, que no me atrapara.

¡Pero no tengo donde ir! ¡Estoy jodida!

Sabía que esto pasaría, sabía que intentaría hacer algo pervertido y sé que no va a parar hasta que lo consiga. No puedo contarle a mi madre porque no me creería.

Nunca lo ha hecho con respecto a sus maridos y no creo que haya cambiado. Paso una mano por mi pantalón buscando el móvil, pero mis dedos rozan una hoja de papel.

Funzo el ceño ante ese extraño ovejo, lo saco de mi bolsillo con prisas y reconozco la carta que antes me pareció bastante bonita. Me dejo caer sobre la cama dudando si debería o no abrirla. Pero al final de cuentas decido hacerlo porque Lady Leticia me pidió tirarla a la basura.

El papel interior es de un blanco perfecto, las letras escritas a mano son firmes,  elegantes y delicadas.

«A Lady Leticia Brooks

El principado de Northlake solicita de sus servicios para el cuidado e instrucción del joven príncipe Anderson David Ridge Winston de Northlake.

Solo debe presentar esta carta oficial en la embajada de nuestra nación en su ciudad y todos los gastos de traslado serán pagados.

Rogamos una pronta respuesta, favorable está de más.

Saludos cordiales

Isaías Ridge Winston Rey de Northlake»

Miro el papel en mi mano una vez más, escucho la puerta, cerrarse más allá de mi habitación y maldigo para mí misma, meto la carta en mi pantalón. Abro la única ventana en mi habitación y hago lo único que puedo hacer ahora.

Escapar, lanzo la maleta cargada de ropas que organice horas antes por la ventana antes de saltar con prisas y alcanzo a escuchar un chillido de pánico antes de alejarme tan rápido como es posible de casa. La casa a la que no puedo regresar si quiero seguir viva.

Camino por la calle sin un rumbo fijo, no tengo donde ir, ni siquiera tengo dinero suficiente para rentar un hotel y sin duda dormir en la calle por una noche está bien, pero que voy a hacer mañana.

¡Necesito un lugar donde estar! ¡Donde mi padrastro no me encuentre!

Me siento en la parada del autobús asustada, cubro mi rostro con una mano y las lágrimas se derraman sin control. Qué tipo de castigo es este, que fue eso tan malo que hice como para perderlo todo así de simple.

No pido más que una vida calmada. Una dónde pueda ser feliz sin temor a que mi familia me lo quite todo.

¿Qué voy a hacer ahora?

El papel en mi bolsillo cae al suelo, mis ojos van hacia el y lo tomo del suelo. Releo la hermosa caligrafía una vez más y mis pensamientos comienzan a formular absurdas opciones.

—¡Zorra!

Esa voz viene de lejos, abro mis ojos en pánico y mi padrastro corre hacia mí con su brazo vendado. Un autobús se detiene, me subo a él con prisas y agradezco que comience a andar antes de que mi padrastro me atrapé, me bajo cuatro paradas más allá de donde estaba.

El centro de la ciudad me recibe con su ruido ajetreo y sujeto el papel de la carta en una mano mientras arrastro mi maleta con la otra. No tengo opciones, tampoco nada que perder y si Lady Leticia lanzó la carta a la basura no se dará cuánta de que me hice pasar por ella.

¿Qué podría pasar?

Solo trabajaré con esa familia durante uno o dos meses y luego desapareceré. Me convenzo a mi misma antes de preguntarle a un policía donde queda la encajada de Northlake. El edificio es majestuoso, refinado como el sobre dónde antes estuvo el papel en mi mano y cuando la persona en la recepción me ve luce asustada.




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