Lindsay
Muevo mi pierna nerviosa mientras espero en la elegantísima sala de estar donde me pidieron esperar. Muerdo mis uñas nerviosas intentando no lucir asustada.
Estoy a punto de suplantar a una famosa institutriz solo porque tuve está loca idea, aunque realmente ha comenzado a parecerme una locura. No dudo de mis habilidades, terminé siendo la empleada doméstica de Lady Leticia después de una extensa entrevista que parecía más bien una prueba gubernamental para aplicar a Cambridge.
Nunca agradecí tanto haber aprendido más de tres idiomas y quemarme las pestañas estudiando en lugar de ir de fiesta como las chicas normales de mi edad. La vida fue cruel conmigo, así que antes de poder conseguir mi sueño tuve que dejarlo todo atrás para convertirme en una simple empleada doméstica.
También tengo que agradecerle a Lady Leticia el perfeccionamiento de varias de mis habilidades. Esa mujer era molesta, aburrida y perfeccionista cómo no he conocido a nadie nunca, así que un día me preguntaba sobre la cultura prehistórica, pero al siguiente tenía que explicarle la teoría de la relatividad.
¡Esto es una locura!
Grito internamente mientras sujeto la maleta rosa que pude sacar de mi cuarto. Me detengo a mirar el entorno que me rodea y me pregunto una vez más si realmente creí que podría lograr esto. Todo aquí es majestuoso mientras yo solo llevo este vestido verde naranja que compré hace cuatro años a juego con mis sandalias.
El pañuelo en mi cabello tampoco luce muy profesional, así que lo mejor que puedo hacer es salir corriendo. Me pongo en pie lista para salir de la embajada solo que el hombre que atraviesa la puerta me lo impide.
—¿Sucede algo Lady Leticia?
—No—musito—solo quería ir a refrescarme al baño...—alzo una ceja metida en mi papel de Leticia—¿Tiene algún problema?
—No, no señorita, es solo que necesitamos un poco más de información—me mira—no esperábamos que fuera tan joven.
¡Diablos!
Grito internamente mientras sonrío. El hombre frente a mí me pide tomar asiento, lo hago como he visto a mi jefa todos los días desde hace varios años cruzando los tobillos como toda una dama.
—¿Qué necesita saber?
Digo con voz ecuánime aunque dentro de mi cabeza estoy a punto de tener un colapso.ni siquiera puedo pensar en cuántas leyes estoy rompiendo ahora mismo así que solo estoy tratando de salir a flote e ignorar que podía ir a prisión.
¿No estaría mejor ahí?
Cualquier lugar es mejor que mi casa, además ahí probablemente no pueda ver a esa sucia rata que tengo como padrastro, así que nada tengo que perder y todo lo puedo ganar, si no me arrestan...
—¿Cuántos idiomas sabe?—dice mirando una hoja—que formación tiene y nombre algunos antiguos empleadores.
El peso sobre mis hombros deja de sentirse aplastante. Muevo una mano para acomodar mi cabello con una sonrisa aún más forzada que la de hace un rato.
—Sé seis idiomas—explico con sinceridad—inglés, español y griego fluidos—hago un gesto despectivo—también sé algo de ruso, turco e indio, pero no puedo decir que sea una experta.
El hombre frente a mí carraspea, me pongo en pie para llevar mis manos a la espalda intentando verme todo lo petulante que pueda.
—Sé español, álgebra, ciencias, química e historia—llevo una mano al rostro—puedo enseñar etiqueta, guitarra, violín, piano y el chelo—carraspeo ante esa última— trabajé en la casa de los Milton, los Woreen y Lady Annette de Altamira.
Un silencio cae entre este desconocido y yo, lo veo analizar silenciosamente todo lo que acabo de decir para luego salir por la puerta una vez más.
¡Lo sabía! ¡No debería haber mentido sobre el chelo!
No sé que es o cómo tocarlo, así que probablemente esté muy jodida si tengo que hacerlo aunque él, pero el resto es verdad. La puerta del despacho se abre una vez más, la mujer de cabello recogido en una trenza me entrega un billete de avión.
—puede subir al avión en diez minutos my Lady—hace una reverencia—necesitamos su identificación para poder procesar la visa.
¡Dios! ¡Mi identificación!
Acaricio mis muñecas pensando él alguna excusa.
—Verá, hace poco sufrí un robo—explico—perdí todos mis documentos, así que todo está siendo tramitado una vez más ¿Es un inconveniente?
—Sí señorita, sin una identificación nosotros no podemos...
—¿Sucede algo Marty?
El hombre que hizo las preguntas hace un momento entra en la habitación, mis nervios están a punto de sufrir un colapso.
—La señorita no tiene documentos, no podemos...
—No es que no tenga—la interrumpo—fueron robados y se están tramitando.
—¿Robados?
—Alguien entró a mi casa, mi empleada tenía un novio bastante complicado—miento—hacía dos meses que no visitaba la casa de la ciudad y robó todo lo que tenía dentro de mi casa antes de arrebatarme el bolso.
—¡Ayer en la tarde perdí hasta mi ropa!—abanico mi rostro—¿Cree que realmente quiero irme al otro lado del mundo?—volteo los ojos—quizás debería quedarme—tomo mi maleta—tengan un lindo día.
Digo lista para salir corriendo de este maldito lugar, pero la voz de ese señor me detiene una segunda vez.
—Lo siento señorita, le daremos un permiso especial—explica—por favor tome su maleta yo mismo la escoltaré al avión.
¡Diablos!
Respiro hondo antes de detenerme frente a la tal Marty.
—Quiero un té—le reclamo—manzanilla con miel a dos grados de temperatura—miro a la chica de antes—que lo traiga está maleducada señorita.
—Por supuesto, My Lady.
Dice el señor antes de echar a andar. Paso una mano por mi frente agradeciendo saber perfectamente como actúa Leticia.
Su comportamiento frustrante siempre fue algo que me resultó curioso, pero luego de atender algunas de sus fiestas de te me di cuenta de que todas sus amigas eran igual de molestas.
Lady Leticia era hija de algún marqués o al menos eso decía, su esposo también era algún señor millonario que conoció en una conferencia para profesores. Llegamos al hangar donde el jet privado espera, la asistente de vuelo me da las buenas tardes antes de pedirme subir las escalerillas.
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Editado: 29.11.2022