ras desvelar a los jóvenes mi identidad, subí la capucha de mi túnica, para consiguiente sentarme junto a ellos y completar el pequeño medio circulo que habían formado en el suelo.
Levante mi mirada observando a las penumbras que envolvían los cielos de aquel lugar, y luego de un largo suspiro dije
- ¿Qué es lo más triste que le puede ocurrir a una persona?
Los cuatro jóvenes se observaron entre ellos con miradas melancólicas y uno por uno, fueron diciendo lo que para ellos había sido lo más triste en sus vidas.
- Morir solo con únicamente un libro como compañía- Dijo Zaun, mientras se abrazaba a su libro de cuentos.
- Morir junto a la chica que te gusta, sin poder soltar una palabra- Dijo Alejandro, entretanto cubría su cara con sus manos y soltaba uno que otro lamento de tristeza.
- Morir en medio de la nada, mientras pides ayuda, pero ya nadie te escucha- Dijo Alison, intentando disimular sus lágrimas con una mueca sonriente.
- Ver a todos tus amigos morir frente a tus ojos, y luego llorar en espera del final- Dijo Alina, luego de dar un fuerte puñetazo contra el suelo y partir en llanto.
Sin decir palabra alguna me levanté del frio suelo y comencé a caminar hacia la eterna penumbra que se extendía por aquel enorme paramo en el que nos hallábamos inmersos. Antes de que pudiese entrar en estas, sentí como una húmeda y pequeña gota surgía desde las cuencas donde deberían estar mis ojos y un enorme sentimiento de pena envuelto en lastima rellenaba aquel hueco donde debería estar mi corazón. En aquel momento me di media vuelta y volví a sentarme junto a los cuatro jóvenes, y con una sonrisa que se veía oculta tras las sombras de mi capucha, les dije
- Yo creo que lo más triste que le podría pasar a una persona es haber vivido sin decir lo que siente, piensa o cree, y luego vivir y morir lamentándose de todos sus errores.
En ese mismo instante las tinieblas que cubrían los cielos se apartaron, dejando ver un enorme circulo de luz abrirse poco a poco, consumiendo toda la oscuridad del ambiente.
Los cuerpos de los cuatros jóvenes comenzaron a iluminarse mientras ascendían hacia aquel enorme haz de luz y sus ropajes se teñían de un brillante color blanco.
- Gracias- dijeron los jóvenes al unísono, mientras sus cuerpos se fundían con la luz.
Acomodando mi capucha y sintiendo como las almas de aquellos chicos se esfumaban lentamente, comencé a caminar nuevamente hacia las sombras, pero no sin antes echar un último vistazo hacia aquel resplandeciente cielo en el que yo nunca tendría un lugar, por más esfuerzos que hiciera, mi destino y mi plena existencia estaba condenada a cargar la muerte.
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Editado: 11.12.2018