Una última vez

Cosas del pasado

Ocho años después...

Me remuevo en la cama intentando alejar el sueño que viene a mi mente, era muy consciente de esa situación, un suave movimiento me hace abrir los ojos, parpadeo un par de veces intentando procesar dónde estoy, y entonces lo veo, suspiro con alivio.

- ¿Cara, todo bien? –dice un poco preocupado, me tomo un momento para calmarme, le sonrío acariciando su mejilla.

- Sí, lamento haberte asustado, es ese sueño –sonrío de lado, él asiente serio–, supongo que tiene que ver con el hecho de que en unos días volveremos, estoy algo nerviosa –confieso abatida, no me gustaba sentirme así, hacía años había dejado de lado esa forma de ser.

- Sólo recuerda cara, que no eres la misma chica de hace ocho años, ahora eres una mujer fuerte, independiente e importante en el medio –aparta con suavidad los mechones de cabello que caen sobre mis mejillas–, además, me tienes a mí para respaldarte, así que tranquila –me sonríe con calidez, suspiro y sonrío, sin duda alguna, él era el compañero perfecto, un esposo dedicado, un extraordinario amante, y sobre todo, un padre excepcional, sin duda alguna, había tenido mucha suerte.

- Te quiero Amirov, mucho –él sonríe, se coloca encima y comienza a besarme, primero lento y después con más intensidad, me separo de él jadeando–, debemos ir con mamma, y recoger a Rachele, mucho hicieron con cuidarla para poder celebrar –digo sin apartar la vista del hermoso hombre frente a mí.

- Tomaré un baño –deposita un casto beso antes de ponerse de pie, suspiro mordiendo mi labio, sin duda alguna, era todo un espectáculo verlo, vestido y desnudo.

Suspiro, a pesar de todo lo que mi esposo me decía, me sentía nerviosa de volver a Sacramento, me seguía preguntando, de todas las ciudades en aquel gran país; justo debíamos volver a ese estado. Pero no lo culpaba, él no tenía la culpa de haber encontrado un buen negocio, así como tampoco tenía la culpa de mi pasado en ese horrible lugar. Por suerte él lo sabía todo, jamás le había ocultado de dónde venía y lo que había pasado, él me había aceptado con todo, y aunque al inicio era distante y cortés, poco a poco nuestra relación profesional comenzó a escalar, mucho de ello gracias al nacimiento de Rachele.

Ahora, aquel hombre serio, de mirada penetrante y genio del demonio, se mostraba ante mí como un hombre gentil, amable y entregado a todo aquello que le apasionara, y los negocios eran una de sus grandes pasiones.

Me pongo de pie y me coloco el camisón, debía revisar que el desayuno esté listo, una tarea que me resultó complicada ya que un mareo me hizo recargarme en la pared, respiré varias veces intentando calmar todo, seguro pensar en ese viaje estaba comenzando a pasarme factura, el primer día que supe de la visita a Sacramento había vomitado, así que no me sorprendían las náuseas y los mareos.

Cuando el malestar pasó, me dirigí a la cocina, todo estaba listo, así que volví a la habitación para preparar su ropa, no es algo que él me impusiera a hacer, me gustaba escoger su ropa, así evitaba se pusiera algo que no combinara. Lo siguiente será escoger mi ropa, miro el enorme armario con un centenar de faldas, blusas, vestidos y pantalones, me apetecía usar unos jeans, camiseta y tenis, igual le habíamos prometido a Rachele ir al parque, así que esto estaría bien.

- Terminé cara –dice con la voz amortiguada, me imagino que por estarse secando la cara y el cabello.

- Voy –salgo con la ropa en las manos, lo veo comenzar a vestirse, sonrío mordiendo mi labio al ver las marcas en su espalda, río bajo antes de entrar en la regadera, pero antes de bañarme, haría del baño, grande es mi sorpresa al darme cuenta de la sangre, niego rodando los ojos, esto no podía estar pasando, adiós al sexo maravilloso por cinco días, «al menos no estuve así anoche», pienso dándome ánimos.

Tras una rápida ducha, había salido vestida, con rapidez me cepillo el cabello y bajo a la cocina, Amirov estaba sentado leyendo la sección de economía, tomo mi lugar a su lado, así que baja el periódico y comenzamos a desayunar.

- Prepárate para un largo día en el zoológico –le guiño un ojo y él pone cara de espanto.

Tras terminar, Dante nos esperaba en la camioneta para ir a casa de mamma, era muy feliz aquí, tenía un esposo maravilloso, una hija preciosa y una familia adoptiva que me había acunado desde el primer momento, no podía pedir nada más, aquí tenía todo lo que en Sacramento no.

La casa de mi suegra estaba cerca, a quince minutos, así que Rachele podía ir y venir sin problema alguno.

- Mio caro –dice la agradable mujer nada más llegar, me envuelve en un abrazo gigante y después hace lo mismo con su hijo.

- Hola mamma –dice él besando su frente, era hermoso verlo así. Escucho pasos apresurados y después, como mi hija se abalanzaba a mis piernas, rodeándolas con sus manitas.

- Hola mi pequeño sol –me agacho para abrazarla, la cargo y beso su rostro–, ¿te portaste bien con tu nonna? –la miro atenta, ella asiente sonriendo.

- Sì, ho giocato con Rafael e Angelo (Sí, he jugado con Rafael y Angelo) –dice emocionada, se le daba bien combinar el italiano y mi idioma, aunque solía responder más en italiano.




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