Enith:
Después de la visita a la casa de mis padres, había hecho lo que le prometí a mi hija, ir de compras, Amirov y yo habíamos acordado que él pagaría todo de Rachele, al menos lo que tuviera que ver con su educación, con lo básico de su guardarropa y algunos juguetes, ya que si deseaba darle algún gusto, no tenía inconvenientes. Había insistido cuando comencé a ganar bastante bien en que me dejara ayudarle con los gastos, pero se había negado diciendo que ese dinero era mío, para comprarme lo que quisiera en todo lugar y momento, él se encargaría de vestirnos y calzarnos, además de los costosos regalos que solía darme, cosas que al inicio dudaba en usar. Poco a poco fui aceptando todo, además me di cuenta que también podía hacerle regalos caros, él no se podía negar porque a final de cuentas, había gastado mi dinero en lo que se me pego la gana, por eso había muchas cosas que Amirov no sabía que compraba, de saberlo seguro se ofrecería a pagarlo, y pues no.
- Mira mami, hay juegos, ¿puedo? –tira del dobladillo de mi blusa, asiento y ella se echa a correr feliz, pronto se acopla a los niños que están jugando. Le había dado la tarde libre a la señora Caruso, le había rentado un guía de turistas para que conociera la ciudad, me había encargado de que fuese poliglota, así no tendría inconveniente.
Miraba a Rachele subir y bajar por la resbaladilla, siento un suave toque en mi espalda y me giro a ver quién es, reprimo una cara de disgusto al ver a las mejores amigas de Fiorella.
- Que bueno que traes a tu niña, seguro será compañero de mi Ethan en el colegio –dice una de ellas, sonrío con falsedad mientras asiento.
- También de Lucy, que bello que nosotras seamos amigas y nuestros hijos también –asiento queriendo rodar los ojos, jamás habíamos sido amigas, pero una cosa debía reconocer, los niños no tenían la culpa de la clase de padres que les tocó.
- Enith, querida, ¿supiste lo de Fiorella? –eso llama mi atención, me giro a verlas mejor.
- No, ¿pasó algo? –pregunto extrañada, no estaba preocupada, sólo curiosa.
- Según supimos, Adley le pidió el divorcio, paso toda la mañana gritando y tirando cosas en su habitación –dice Rose, creo que era la más cercana a Fiorella–, la pobre esta tan afectada que te culpó a ti de todo lo malo que le estaba pasando –se lleva la mano al pecho, su tono deja entre ver que Fiorella exagera y que está siendo mala juzgándome así, ruedo los ojos, como si ellas jamás hubiesen hecho algo similar, de hecho podría apostar lo que fuese a que ellas me juzgaban en su cabeza y frente a Fiorella, por eso no las soportaba, eran tan falsas como las extensiones que usaban.
- No he tenido nada que ver, como pudieron notar anoche, estoy muy enamorada de mi esposo, así que aunque Adley este disponible, no será para mí, si me disculpan –sonrío con falsedad, me doy la vuelta lista para ir por mi pequeña, camino a los juegos llamándola, veo a una niña venir corriendo.
- Ayuda, ayuda, se los llevan –susurra asustada, señala al fondo y puedo ver a Rachele y otro niño caminando con una mujer, comienzo a correr sin gritar, no quería ponerla sobre aviso y que comenzara a correr. Observo que jala a los niños apresurándolos, cuando estoy cerca tiro del cabello de la mujer, chilla por la sorpresa. Sin darle tiempo a reaccionar, la tiro al suelo y le coloco las manos atrás, me subo arriba de ella inmovilizándola. Al alzar la vista veo a la madre, o la que creo que lo es; correr con un guardia.
- Suéltame loca de mierda –chilla removiéndose.
- Loca de mierda tú, que querías llevarte a estos niños –tiro con un poco de fuerza sus brazos, chilla por el dolor–, te equivocaste de niña –clavo mi rodilla en sus costillas, se queja en voz alta.
- Luca –dice la mujer abrazando al niño, dejo que el guardia se encargue y abrazo a Rachele.
- Cariño, ¿estás bien? –ella me abraza con fuerza–, ¿por qué has ido con ella? –sostengo suave su rostro, comenzaba a llorar.
- Dijo que nos llevaría a una tienda dónde había muchas cosas de unicornios y superhéroes, dijo que trabajaba ahí y que darían premios a los niños –hipa, seco sus lágrimas.
- Lo que te dije en casa debes aplicarlo aquí, jamás te vayas con extraños, sin importar que te digan, ¿lo entiendes? –ella asiente–, y siempre deben darte la contraseña –me abraza con fuerza, la alzo y miro al guardia, Camile hablaba con él.
- Claro que presentaré cargos –decía ella histérica, y no era para menos, habían bastado un par de segundos para que pasara, de no haberme ido, quién sabe si la hubiese alcanzado–, mi esposo es un gran e importante juez, ya verás como te va –amenaza ella casi a voz de grito.
- También presentaré cargos –digo en tono frío mientras arrullo a mi pequeña, saco mi móvil de la bolsa trasera de mi pantalón y le marco a Jackson, era el abogado y hombre de confianza de mi esposo, tenía una firma en ambos países y solía ir y venir, según sabía era soltero pero tenía un hijo producto de una noche de copas, según tenía entendido, era médico o algo similar, jamás nos habíamos cruzado–. Perdona que te moleste en sábado, pero una hija de su madre –cambio a último momento, no podía contaminar la mente de mi hija a tan temprana edad–, quiso llevarse a Rachele y a otro pequeño, así que vamos a la comisaría para levantar la denuncia, me harías un gran favor si vienes –escucho su respuesta antes de colgar. Otro guardia había llamado a la policía, así que se la habían llevado, me había ofrecido a llevar a Camile y Luca en la camioneta, ahí esperaría a Jackson y ella a su esposo.