Adley:
Todo aquello había caído como un balde de agua helada, era el padre de una preciosa niña de ocho años, y encima, tenía que donarle médula ósea.
- ¿Por qué nunca me dijiste? –pregunto entre enojado, confundido y feliz.
- Por favor Adley, ¿no recuerdas lo que me dijiste ese último día juntos? Pues yo sí, te las recuerdo: “la amo de verdad, y a partir de mañana, seré un hombre diferente, entregado a ella y a la familia que formemos, ¿verdad qué entiendes?” –cierro los ojos, podía recordar con claridad ese fatídico día–. ¿Pues qué crees? Que lo entendí perfecto, te dejé en paz como prometí hacerlo, porque ahora ese era mi problema, ¿a qué iba a volver, ah? –alza las manos molesta–, ¿a qué me llamaran zorra, la sucia amante?, ¿a qué mi hija le dijeran bastarda?, ¿qué la despreciaran como me despreciaban a mí? –ríe de manera ácida–. Pues no, podía soportar cualquier mierda que me echaran encima, pero no a mi bebé –sentencia con dureza, tenía razón, pero aun así–, y en mis planes no estaba Amirov, llegó un día al bar donde era mesera, estaba cubriendo a una compañera y amiga, me dejaba estar en su casa sin cobrarme una renta fija, así que le ayudaba con los servicios y la comida, esa noche debía estar en otro lado y me apunte, todos fueron comprensivos y me dejaban los horarios de la tarde, encima la universidad –frota su rostro–. Iba a caerme de bruces cuando él me sostuvo, me sentó y pidió agua, le agradecí y le dije que debía volver a trabajar, me insistió para que me quedara un rato, era amigo del dueño y no pasaba nada, accedí porque el mareo no se iba, hablamos y le dije que era mi malestar, Amirov me dijo que no debía trabajar así y le explique lo de mi amiga, él entendió, casi a la hora de cierre se fue dejándome una gran propina, lo volví a ver dos días después, esta vez más temprano, y me contó un poco lo que pasaba, su madre presionándolo para que tuviera un hijo, pero él no quería dejar descendencia, así que me propuso casarnos, él se haría responsable de ambos, le diría a su madre que fue cosa de una noche loca y bueno, era tentador pero no estaba segura, así que le pedí tiempo, él accedió y me dio una semana, durante ese tiempo pensé en los pros y contras, pero al final llegue a la conclusión que se podía negociar, y así fue, estipulamos algunas reglas y acepté, fue el mejor trato de mi vida, su madre me recibió con los brazos abiertos, su familia me ha dado tanto amor, y bueno, con el tiempo nos enamoramos de verdad, todo gracias a Rachele, él jamás se arrepintió de aquel trato –podía oír la calidez en su voz al hablar de ellos, la ira que tenía en mi creció.
- Pero no tenías derecho a ocultarme que tenía una hija –me pongo de pie furioso.
- ¿Yo, ocultar? Ja, lo nuestro era un secreto a voces –dice molesta–, ¿qué habrías hecho?, ¿la hubieras puesto por delante de tu hijo nacido dentro del matrimonio?, ¿o nos hubieras seguido ocultando? –su tono es duro, no hay ápice de remordimiento–. No iba a hacerle eso, era mi bebé, mi problema, lo fue desde el momento en que desaparecí de tu vida, cumplí mi promesa sobre que no volverías a saber nunca más de mí –se encoge de hombros.
- ¿O sea que jamás me hubieses dicho de no ser por la enfermedad? –ella asiente seria, quería gritar y tirar cosas–, ¿cómo puedes decirlo con esa calma? –grito molesto.
- Porque no te necesitábamos en nuestra vida, si no fuese por esto y por mi embarazo, no te habría dicho nada, saldría sola con mis hijos –dice ella con seguridad, quizás eso era lo que más rabia me daba, su actitud.
- Ella tiene derecho a saber la verdad, y si no quieres hacerlo tú, lo haré yo –sentencio molesto.
- No te atrevas Adley, te juro por Dios y por la memoria de Amirov, que soy capaz de matarte –se acerca a mí de manera peligrosa.
- No voy a perderme otro día más lejos de ella, y me importa bien poco lo que me hagas –digo en tono frío.
Ella se pone frente a mí, su mirada fría, su actitud altiva, sin duda no era ni por asomo la chica que yo conocí, la persona frente a mí era alguien distinto, una Enith irreconocible para mí. La veo suspirar y cerrar los ojos, parece relajarse.
- ¿De verdad? –me mira con curiosidad–, ¿vas a decirle a esa niña en cama que el hombre que sacrificó su vida no es su papá? –me mira atenta–, ¿qué el hombre al que ella cree un superhéroe no lo es? –alza una ceja, abro y cierro la boca–, ¿qué le vas a decir?, ¿vas a culpar a su madre de no haberle dicho que su padre iba a casarse con alguien más y por eso ella tuvo que irse? –trago saliva–. ¿Cómo pretendes justificarte, culpándome? –toca su labio como pensativa–, me intriga saber como le dirás aquello, tiene ocho Adley, no es estúpida ni mucho menos, ella te hará preguntas, ¿crees que te abrazará y te dirá papá de buenas a primeras? Piensa antes de actuar –golpea su sien con el dedo índice–, ¿quieres entrar en su vida? –asiento en respuesta–, entonces, ¿quieres ser su héroe? Dona lo que necesita, vuélvete su amigo, un conocido que le salvó la vida, y deja que sea yo quien le diga todo, si no aceptas, tendré que pedirle a mis padres –suspira y niega con desagrado–, y me la voy a llevar Adley, a un lugar dónde no sabrás de ella jamás, si quieres hacerlo por las malas, estoy preparada, Jackson hará hasta lo imposible porque no te puedas acercar ni a cien metros, no quiero hacer esto, pero no le vas a joder la psique con tu mierda de amor del pasado, sí, tenemos una hija, hasta ahí, así que tú decides –se aleja de mí y toma asiento, me mira atenta.
- Acepto ser su héroe –digo sin más, necesitaba ganar tiempo con ella, conocerla y que me conociera.