A pesar de la intensidad de sus sentimientos, Kenya sabía que su regreso al castillo era inevitable. Aunque anhelaba una vida llena de amor y aventura, no estaba segura de si quería embarcarse en esa jornada al lado de un hombre lobo. Con un nudo en la garganta y el corazón lleno de incertidumbre, se despidió de Adal Worf y emprendió el camino de regreso.
Con cada paso que daba, el cielo se oscurecía más y el viento arreciaba, azotando su cuerpo con fuerza y amenazando con desequilibrarla. Kenya se detuvo para descansar y recuperar el aliento, pero el creciente sonido de las ramas chocando entre los árboles la llenó de temor. Era evidente que se avecinaba una tormenta, y la selva resonaba con los primeros indicios de su furia. Ante la perspectiva de enfrentarse sola a la tormenta, Kenya sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que el peligro era real y que su seguridad estaba en juego. Dejando atrás las preocupaciones y los miedos, optó por hacer caso omiso de la regañina de su padre y enrumbarse de vuelta hacia su hogar. Con cada paso que daba, la oscuridad se cernía sobre ella, pero también crecía su determinación de enfrentar los desafíos que la esperaban y encontrar la seguridad y la calma en los brazos de su familia.
Ya estaba cerca del castillo, desde lo lejos ya se podían ver sus murallas, una piedra de granito duro sobre la otra formaban cada una de las paredes de aquel castillo, que fue construido a manos de los indígenas del pueblo. Tardaron tres años en terminar su construcción antes de que ella naciera.
Muy cerca del castillo a solo unos metros de distancia, Kenya escuchó un silbido agudo, ella solo miró atrás pero no cesó sus pasos, al fin y al cabo, pensó que solo se trataría de la brutalidad en la que el viento chocaba contra los árboles.
Pero algo la detuvo en seco cuando se dio cuenta de que un hombre flaco y larguirucho se había plantado frente a ella, bloqueando su camino hacia el castillo. A simple vista, quedó impresionada por la figura musculosa y robusta del extraño, cuyo aspecto contrastaba notablemente con su delgadez aparente.
Retrocedió instintivamente al presenciar la sorprendente transformación del hombre, en un feroz lobo frente a sus ojos. Su corazón latía con fuerza mientras observaba con horror cómo el aspecto humano del hombre desaparecía ante la bestialidad de la forma lobuna.
El lobo, ahora completamente transformado, emitió un gruñido gutural que resonó en el fondo de la noche, su mirada feroz seguía clavada en Kenya con una intensidad que la paralizó de miedo. La joven princesa se encontraba indefensa frente a la bestia que tenía ante ella, su mente estaba luchando por comprender lo que estaba sucediendo.
El lobo se acercó lentamente, con sus garras afiladas extendiéndose hacia ella en un gesto amenazante. Aunque su instinto le gritaba que huyera, sabía que no podía permitirse retroceder. Con valentía, se mantuvo firme ante la criatura, mientras que su mente trabajaba a toda velocidad para encontrar una salida a aquella situación desesperada.
—¿Qué quieres de mí? —exigió Kenya, tratando de ocultar el miedo en su voz—. ¿Por qué me persigues?
El lobo gruñó en señal de respuesta, sus ojos centellearon con una mezcla de ferocidad y deseo. Parecía estar esperando algo, pero Kenya no estaba segura de qué era. Con el corazón en la garganta, se preparó para enfrentarse a cualquier desafío que se interpusiera en su camino, determinada a proteger su vida y su libertad a toda costa.
Sin pensarlo dos veces, Kenya corrió y golpeó la puerta del castillo con todas sus fuerzas, rogando que alguien la escuchara y la dejara entrar. La sensación de desesperación crecía en su interior mientras el tiempo parecía detenerse a su alrededor.
Finalmente, el eco de su llamado resonó en las paredes, y una voz familiar rompió el silencio.
—¡Abrid las puertas!, es mi hija.
Con un suspiro de alivio, Kenya escuchó las órdenes y el sonido de las poleas comenzó a resonar en el aire.
Con el corazón en un puño, esperó con impaciencia mientras las enormes puertas de madera se abrían lentamente ante ella. Pero su alivio fue efímero, ya que se dio cuenta de que el lobo se había transformado por completo y estaba a punto de lanzarse sobre ella.
En ese momento crítico, Adal Worf emergió de entre las sombras, enfrentándose al lobo que amenazaba con atacarla. Con un rugido desafiante, los dos lobos se lanzaron el uno contra el otro, dando inicio a un feroz combate que decidiría el destino de todos los involucrados.
Desde lo alto del castillo y ya a salvo, Kenya observó la lucha con una mezcla de temor y esperanza, sabiendo que la vida de Adal Worf estaba en juego. Por un lado, sentía gratitud, si no hubiese sido por él en aquel instante ella hubiese muerto, pero por el otro sentía miedo de ver en la bestia tan peligros en la que su recién amado se había convertido aquella noche. Eso la hizo pensar que quizás no estaba lista para enfrentar un destino rodeada de hombres lobos.
Por detrás de ella los arqueros se prepararon para avasallar a las bestias, pero decidieron esperar a que ellas se enfrentaran entre sí. Con el corazón en un puño y ya a salvo, Kenya se quedó observando la feroz batalla con la esperanza de que Adal Worf fuese el vencedor.
Cuando Adal Worf logró derrotar al lobo enemigo, miró hacia las murallas esperando un gesto de gratitud por parte de Kenya, pero ella no apareció.
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Editado: 19.06.2024