Luzmila se regocijaba en su triunfo mientras observaba cómo la manada se postraba a sus pies, seducida por las promesas de poder y dominio. Adal Worf, el orgulloso Alfa, resistió al principio, negándose a ceder ante las artimañas de la bruja. Pero poco a poco, su resistencia comenzó a desvanecerse bajo el influjo de los oscuros hechizos de Luzmila.
La bruja tejía sus palabras con hilos de magia, envolviendo al lobo en una telaraña de engaños y persuasión. Utilizando antiguos conjuros y encantamientos, logró nublar la mente del Alfa, sembrando dudas y temores que lo llevaron a cuestionar su propia voluntad.
Finalmente, Adal Worf sucumbió ante el poder de Luzmila, aceptando someterse a su autoridad y entregar el control de la manada. A medida que la bruja consolidaba su dominio sobre los lobos, una oscura sombra se cernía sobre el oasis que una vez fue un refugio de paz y armonía.
La influencia de Luzmila sobre los Red Star fue gradual, pero poderosa. Al principio, los lobos desconfiaban de sus promesas y de su presencia en su territorio sagrado. Sin embargo, con el paso del tiempo, la bruja demostró ser una maestra en el arte de la seducción y la manipulación.
Con el encanto de una Diosa, Luzmila tejía ilusiones y promesas que envolvían a los lobos en un velo de deseo y anhelo. Su habilidad para cumplir sus deseos más profundos los convencía de su divinidad, y pronto se postraron ante ella como si fuera una verdadera diosa.
En menos de dos meses, Luzmila había conquistado por completo los corazones y las mentes de casi toda la manada. Era como si hubieran caído bajo un hechizo irrompible, incapaces de resistir la tentación de seguir sus órdenes y complacer sus caprichos.
Sin embargo, entre las sombras de aquel encantamiento, había una excepción notable: Kenya. A diferencia de los demás lobos, ella parecía inmune a los encantos de Luzmila. Aunque la bruja intentó someterla al mismo hechizo que había cautivado al resto de la manada, algo en el interior de Kenya la protegió de sucumbir a la tentación. Su espíritu humano, la mantenían libre de la influencia oscura que envolvía a los demás lobos.
Kenya se encontraba atrapada en una encrucijada desgarradora. Por un lado, su instinto le gritaba que huyera de aquel lugar oscurecido por la influencia de Luzmila, la bruja maestra de la manipulación. Por otro lado, su lealtad hacia Adal Worf, su compañero de vida designado por la Diosa luna, la mantenía atada a ese lugar de sufrimiento y desesperación.
Intentó con todas sus fuerzas convencer a Adal Worf de la peligrosidad de Luzmila y de la necesidad de expulsarla de su hogar. Sin embargo, cada intento solo provocaba un aumento en las tensiones entre ellos, alimentadas por la influencia oscura de la bruja.
Kenya se sentía impotente y desesperada. Sabía que no podía abandonar a su Mate, pero también comprendía que seguir en aquel lugar significaba renunciar a su paz interior y a la pureza de su amor. La presencia de Luzmila amenazaba con destruir no solo su relación con Adal Worf, sino también su propia existencia como lobo.
La pareja de lobos, unida por el vínculo sagrado de la Diosa luna, se veía sometida a pruebas cada vez más difíciles. Luzmila había sembrado el caos en su vida, trastocando el equilibrio natural que la Diosa había dispuesto para ellos. Y mientras el mundo se sumía en la oscuridad, Kenya luchaba por encontrar una salida, por preservar la esencia misma de su amor y de su ser.
Pero no pasó mucho tiempo después de que Luzmila sembrara la discordia en la manada, e hiciera que repudiaran a Kenya, hasta que una noche de luna llena Kenya se encontraba al acecho en los límites del territorio y vio algo extraño que le puso los vellos de punta. Observó en silencio, con los sentidos alerta, cuando presenció un evento que heló su sangre. Desde la penumbra, vio cómo Luzmila se acercaba sigilosamente a la loba curandera, su amiga más cercana. Con un gesto oscuro y palabras limpias, la bruja conjuró un hechizo que encerró a la loba en un dije con forma de sol, que brillaba ominosamente en su cuello. Ante sus ojos, la figura de su amiga se desvaneció en una nube de humo, disipándose en el aire con una rapidez espeluznante. La mirada de la loba curandera, ahora transformada en una neblina oscura, parecía atravesar el alma de Kenya, llenándola de escalofríos y un profundo temor. En ese instante, Kenya comprendió la verdadera malevolencia de Luzmila y el peligro que representaba para todos ellos. Un escalofrío recorrió su espalda mientras se preparaba para enfrentar la oscuridad que se cernía sobre su manada y su destino.
Sabía que ella sería la próxima víctima si no actuaba con rapidez. Con el corazón latiendo con fuerza en su pecho y las manos temblando sobre su vientre, Kenya supo que no podía quedarse un minuto más en aquel bosque que ahora estaba contaminado por la oscuridad de Luzmila. Sin decir una palabra a nadie, contuvo sus emociones y se preparó para la huida. No lo pensó dos veces antes de salir corriendo entre los árboles, alejándose de su manada y de todo lo que una vez había conocido.
Corría a través de la selva en su forma humana, consciente de que solo podía transformarse en loba una de cada cuatro lunas llenas. Recordaba con claridad el momento en que Adal Worf, cegado por su amor, había decidido convertirla en loba para siempre. Aquella noche, sin su consentimiento, él había marcado su cuello con su mordida, sellando su destino para siempre. Sin embargo, los planes de Adal Worf habían salido terriblemente mal, y ahora Kenya se encontraba en una carrera desesperada por salvar su vida y encontrar un nuevo destino lejos de aquellos que una vez la habían traicionado.
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Editado: 19.06.2024