Y a mí..., a mí simplemente me cedió a esa pareja, como si fuera un objeto que puede ser intercambiado a voluntad. Para él, salvar su propia vida fue más importante que cualquier lazo familiar. El muy cobarde huyó, dejando atrás su hogar, su vida y lo único que le quedaba en este mundo: su propia y única hija. Sentí como si me arrancaran las raíces de mi identidad, como si me hubieran arrojado a un abismo de incertidumbre y desamparo.
En manos de esos vampiros, experimenté un miedo paralizante que nunca había sentido antes. Mis ojos reflejaban el terror que me consumía por dentro, una sensación completamente nueva para mí. A pesar de haber enfrentado la crueldad de Luzmila desde mi infancia, nada me había preparado para el pavor que sentí en aquel momento. En ese instante, olvidé por completo mi fuerza y valentía, eclipsada por el temor abrumador que se apoderó de mí. Y curiosamente, nadie pareció notar la presencia de Luzmila esa noche, como si su oscura influencia se manifestara sin necesidad de su presencia física.
Mi corazón latía con tanta fuerza, que parecía un tambor en medio de la noche. Cada latido resonaba en mis oídos, recordándome la gravedad de la situación en la que me encontraba. Aunque el miedo me paralizaba, una extraña sensación de calma se apoderaba de mí, como si algún destino desconocido estuviera tejiendo sus hilos a mi alrededor.
Fijé mis ojos en los dos vampiros que me rodeaban, buscaban respuestas en sus gestos y miradas. ¿Por qué habían decidido salvar a mi padre? ¿Qué los impulsaba a arriesgar su propia existencia por la de un lobo como él? A pesar de la incertidumbre, percibí un atisbo de respeto en sus acciones, como si reconocieran mi valentía al enfrentarme a ellos sin retroceder.
Entre el temor y la gratitud, mi mente se debatía en un torbellino de pensamientos. ¿Qué significaba este giro inesperado del destino? ¿Acaso había algo más detrás de su aparente generosidad? Aunque las preguntas se agolpaban en mi mente, una parte de mí se aferraba a la esperanza, reconociendo la humanidad que aún residía en aquellos seres tan temidos y enigmáticos.
Mientras la noche envolvía el paisaje en su manto oscuro, me encontré enfrentando una encrucijada que me llevaba más allá de mi propio entendimiento. Aunque no sabía qué depararía el futuro, me aferré a la certeza de que, de alguna manera, esta experiencia transformaría mi destino de una manera que aún no podía imaginar.
A pesar de la incertidumbre que inundaba el aire, percibí un destello de alivio al notar que los vampiros no parecían tan desconcertados por mi presencia. Su actitud, aunque enigmática, sugería una disposición a brindarme una oportunidad de sobrevivir en medio de aquella situación tan desconcertante.
No podía evitar preguntarme quién había revelado el paradero de nuestra manada a estos vampiros, desencadenando así esta cadena de eventos inesperados. La sospecha se agitaba en mi mente como una sombra inquietante, pero nunca pude descubrir la verdad detrás de aquel misterio.
Para Valerius, líder de los vampiros, los humanos eran simples piezas en su juego de supervivencia. Su visión despiadada del mundo los llevaba a buscar siempre la fuente más pura y poderosa de sangre, y para ellos, nada superaba el sabor de una doncella joven y virgen. Aunque los vampiros podían subsistir con sangre animal, la sangre humana era el elixir que ansiaban, y estaban dispuestos a todo para obtenerla.
Me dejé llevar por aquellos dos vampiros, y pronto nos encontramos frente a un majestuoso castillo. El viaje pareció transcurrir en un abrir y cerrar de ojos, como si el tiempo mismo se hubiera distorsionado durante el trayecto. Al despertar de mi ensimismamiento, me vi rodeada por la imponente belleza de Rumanía.
Mis ojos se posaron en el castillo que había ante nosotros, era una fortaleza imponente que se alzaba con sus seis torres hacia el cielo. Cada torre, era imponente y majestuosa, se alzaba con una altura que desafiaba al mismo firmamento. Valerius, con su porte regio y su mirada indescifrable, guio nuestros pasos hacia una enorme puerta de madera que se abrió majestuosamente ante su presencia. Los vampiros guardianes, al vernos llegar, nos permitieron el paso con gesto solemne y respetuoso.
Después entre él y Elizabeth me llevaron a una alcoba muy grande, sus paredes eran de piedras, y era muy curiosa porque toda la alcoba era redonda. En el centro tenía una cama muy grande de madera, y de sus esquinas salían unos posters de madera que llegaban casi al techo, era la primera vez que veía una cama tan grande y con dosel.
—¿Esa cama de princesas es para mí? —pregunté a Elizabeth, ya que era la primera vez que veía una cama tan elegante.
—Sí, ¿Te gusta? Pequeña esta será tu alcoba, ahora nosotros seremos tus padres —me dijo Elizabeth.
—Es una niña preciosa —insistía Valerius, acariciando mi cabello negro desordenado, y muy rizado.
—Sí, y... mira sus ojos y su piel, esta niña seguro que sea única en el mundo, nunca vi a nadie con un ojo de cada color —dijo Elizabeth, levantando mi barbilla para verlos mejor.
—Ni yo tampoco, y jamás vi a nadie con la piel de colores diferentes—. Valerius paró para hacer una pequeña pausa, antes de decir—. Querida, tengo el presentimiento de que esta niña, será alguien importante en esta vida —afirmó, antes de ordenar a sus sirvientas que prepararan agua en una bañera.
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Editado: 19.06.2024