Con el paso de los años yo también he adquirido conocimientos sobre los vampiros, Valerius y Elizabeth me han enseñado muchas cosas nuevas, y me aceptaron desde el primer día, aunque ellos siempre han ocultado mi verdadera identidad con sus amigos y familiares. En un principio decían que era una niña humana, y que ya se encargarían ellos de transformarme en una vampira cuando fuese más mayor.
Pero la verdad fue..., que durante años he utilizado unas prótesis en mis colmillos, Valerius los talló a mano para mí, y a los dieciséis años me ayudaron con mi transformación lobuna. Recuerdo esa noche como si fuese hoy, nos fuimos a un bosque muy alejado del castillo, para que nadie me viese.
Yo tenía mucho miedo yo no quería ser un monstruo, pero tampoco quería seguir siendo la chica cobarde que era. Después de aquella noche todo cambió para mí, me sentía más fuerte y decidida, ya no temía a los monstruos que habitaban en el bosque porque ahora yo me iba a convertir en uno de ellos, y aprendería a valerme por mí misma. Siempre fui capaz de defenderme sola, aunque nunca conseguí hacer amistades con los niños lobos de mi manada. Y en estas ocasiones es cuando echaba de menos a mi amigo Yackson, sobre todo cuando jugábamos en el bosque libres de preocupaciones.
No era una noche normal, era una noche de luna llena, en medio de la vegetación, y con un manto esplendido lleno de estrellas sobre nuestras cabezas, Valerius me cogió de la mano y dijo:
—Tienes que aprovechar esta luna, tienes que aprender a controlar tu cuerpo y saber cómo tienes que transformarte.
—Pero yo no quiero, los hombres lobos solo matamos a los humanos, y yo no quiero que eso suceda —comenté, cuando sentí que mi corazón palpitaba más de la cuenta.
—Esta noche no hay peligro, ni monstruos, ni brujas, solo estamos nosotros y somos tus padres y te queremos.
Fue maravilloso poder escuchar esas palabras, porque no había en el mundo nada más importante que eso para mí.
Elizabeth, me miró a los ojos y antes de comenzar a alejarse de mí dijo:
—Es tu naturaleza, aprovecha todo lo que te hemos enseñado.
—Es hora de que te transformes, mi querida niña. Te ayudaré en todo lo que necesites —comentó Valerius sin soltar mis manos.
Yo estaba muy nerviosa, pero confiaba en ellos a fin de cuenta eran mis padres, aunque fuesen de otra forma, ellos siempre me han aceptado como soy. Me quité las prótesis y me alejé unos pocos pasos de ellos para poder transformarme en una loba por primera vez en mi vida.
La luna fue cubriendo mi cuerpo, el color azulado ya empezó a correr por los dedos de mis manos, y un dolor intenso apareció. Yo casi que me retorcía de dolor, quería esquivar aquellos rayos, pero mientras más coloreaba la luna mi piel más me dolía. Aullé por el dolor, miré a mi padre y él se dio cuenta de lo que estaba sintiendo, y yo podía ver el dolor tan emocional qué sentía en sus ojos; pero antes de abandonarme para no poner su vida en peligro, me preguntó:
—¿Estás preparada?
Yo me limité a asentir con la cabeza y luego empecé a sentir un dolor punzante, percibí que todos mis huesos se rompían dentro de mi cuerpo, y me caí al suelo. El dolor era casi insoportable, pero cuando la luna cubrió todo mi cuerpo, los huesos se volvieron a unir, y mi cuerpo comenzó a cubrirse de pelo, de unos colores blancos, y negro azulón muy brillante.
En ese momento ya no sentía mis brazos y mis piernas, pero sí cuatro patas. Echada sobre el suelo las miré y tenían unas garras muy grandes, podía percibir todos los olores del bosque, y apreciar muchos sonidos de diferentes lugares, como era de lógica mis sentidos se agudizaron de golpe. Estaba muy asustada, no sabía cómo me iba a poner en pie, pero tenía que hacerlo; no estaba dispuesta a quedarme quieta en ese sitio toda la noche.
Fue una sensación indescriptible, liberadora, pero también aterradora. Valerius me enseñó a controlar mis instintos y a mantener la mente clara en todo momento. Pero a pesar de eso, todo era muy extraño, ahora tendría que aprender a cazar y a luchar.
Aprovechando que mis sentidos habían evolucionado, busqué a mis padres, los vi a lo lejos resguardados en su forma de vampiros entre la copa de unos árboles. Primero moví mis patitas delanteras y lo único que conseguí fue caerme de culo, y quedarme sentada en el suelo.
Pero un minuto más tarde pude levantar mi trasero y..., mis patas nuevas volvían a temblar, tardé un poco en conseguir la estabilidad que necesitaba, pero al final conseguí dar mi primer pasito a cuatro patas.
Olfateé la hierba que había bajo mis patas y después di unos cuantos pasos más. Deseaba que mis padres vieran mi nuevo cuerpo peludo, y con la emoción fui corriendo a enseñárselo, y me senté en el suelo esperando a que bajaran para poder tocarles. Al ver que no querían bajar de allí, arañé la corteza del árbol en el que estaban, tratando de llamar su atención y cuando vi que me vieron les sonreí, intentando que vieran mi nueva sonrisa llena de colmillos, y dientes puntiagudos.
—¡Tenemos que hacer algo! ¡¿Nos quiere atacar!? —escuché, como preguntaba Elizabeth a mi padre, mientras perdía la estabilidad y caía del árbol.
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Editado: 19.06.2024