Vi que mis padres vinieron enseguida y separaron a Vlad de mí, pero creo que llegaron un poco tarde, pues mi cuerpo estaba casi estaba agonizando, los temblores eran persistentes y mi respiración se volvió agonizante. Pensé en volverme humana, pero con esa herida si lo hacía podía morir, así que todos los vampiros de la fiesta me vieron como una loba; por lo que ya no pude esconder más mi verdadera identidad.
Esos vampiros querían matarme, pero mis padres no les dejaron y enseguida se encararon con ellos, todos los vampiros se fueron de la fiesta muy cabreados, ya que se acababan de enterar de mi transformación.
Después de la batalla, Valerius me cogió en brazos y me trasladó al castillo, mientras que mi madre llamaba al médico de la familia para que viniese enseguida a curar mis heridas.
No tardó ni cinco minutos en llegar al castillo. Entró a mi alcoba por la ventana en forma de murciélago, no era la primera vez que veía a un murciélago transformarse en vampiro. Por muy convaleciente que yo estuviera en aquel momento, me quedé alucinada, era el vampiro más rápido que había visto volar en toda mi vida. ¡Fue impresionante!
Esa misma noche caí en la cuenta, de que quizás así fue como mis padres me trajeron hasta Rumania, y yo… Ni me enteré.
Entre mi padre y el doctor ataron mis cuatro patas para que no les pudiese atacar, ni hacer daño. Después el doctor desinfectó mi herida y extendió un ungüento intentando hacerme el menor daño posible. En realidad, nadie sabía lo que era aquel ungüento, pero su olor me resultaba bastante desagradable. Menos mal que solo olía a varias especies de hiervas, machadas quizás bajo la luz de la luna, para conseguir un mayor efecto.
Cuando comenzó a reaccionar sobre mi piel, me puse rabiosa. Con aquel ungüento en el cuello me dolía todo el cuerpo, sentía que mis venas picaban, me escocia la piel, en verdad sentía que me ardía la sangre que corría por mi cuerpo. No sé cuánto tiempo pasó hasta que empecé a sentir todo eso, pero luego empecé a aullar y a retorcerme en la cama, hasta que conseguí que una de las cuerdas de mis patas delanteras, se rompiera por la fuerza que estaba ejerciendo.
El doctor se acercó a mí y cuando trató de inyectar algo parecido a un calmante, le di un buen zarpazo en el estómago. Entonces era él quien agonizaba por su vida, mientras mi padre y mi madre me volvían a atar más fuerte, para después tratar de curar su herida, mientras que yo me quedaba bien dormida.
Mis padres se quedaron a mi lado y me prometieron que me protegerían mientras me recuperaba. Pero cuando desperté, me di cuenta de que algo había cambiado dentro de mí, ya no era la misma persona de antes, y unos días después de que mi herida se curase intenté hablar con Vlad, solo quería pedirle perdón por mi ataque, pero él se mantuvo distante, y finalmente admitió que ya no sentía lo mismo por mí.
Me dijo que la lucha había despertado algo en él también, una parte de su ser que nunca había explorado y que sentía que debía seguir su camino solo. Me dejó herida y sola en mi alcoba, no pude decir ni una palabra más.
Fue entonces cuando comencé a darme cuenta de lo sola que realmente estaba, ahora yo solo era una loba solitaria que no sabía que más podía hacer con mi nueva vida y mucho menos ahora en la que los vampiros ya sabían quién era yo. Me encontraba perdida, sin rumbo, sin saber a dónde ir o qué hacer.
La revelación de mi transformación y el distanciamiento de Vlad me dejaron con el corazón roto y una sensación de soledad que me hacía pensar que el mundo había terminado para mí. A pesar de la promesa inquebrantable de mis padres de protegerme, me di cuenta que estaba enfrentando una realidad completamente nueva y desconocida, a la que me tendría que enfrentar yo sola.
La persona que una vez fui parecía desvanecerse lentamente, dejando espacio para una versión transformada de mí misma, pero una que aún estaba buscando desesperadamente su lugar en este mundo sobrenatural lleno de incertidumbre y peligro.
Los días pasaron en un agonizante compás lento mientras me encontraba sumergida en una profunda depresión, sin dejar de pensar que aparte de mi vida había arriesgado también la de mis padres. Intenté varias veces hablar con Vlad, deseaba pedirle perdón y sobre todo anhelaba recuperar lo que habíamos perdido, pero cada vez sus palabras eran más distantes y frías, con cada una de ellas sentía que me golpeaba con la fuerza de un puñal directo al corazón.
Reconoció que algo había cambiado en él durante la lucha, despertando una parte desconocida y distante de su ser. Sintió que debía seguir su propio camino, dejándome atrás en mi alcoba, herida y con el alma desgarrada. No pude pronunciar ni una palabra más, quedando atrapada en un silencio cargado de dolor y una desoladora sensación de abandono.
Fue en ese preciso momento cuando sentí la verdadera magnitud de mi soledad y se hizo evidente hasta que me envolvió con su cruel abrazo. Me encontraba sin compañía, sin un rumbo claro y sin saber qué hacer a continuación. Me había convertido en una loba solitaria, vagando sin rumbo fijo, perdida en una vorágine de emociones y pensamientos que amenazaban con devorarme entera. Era consciente de que mi nueva identidad había sido revelada a los vampiros presentes en aquella fatídica fiesta, añadiendo una capa adicional de peligro y aislamiento a mi ya tormentosa existencia.
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Editado: 19.06.2024