Una Vampira Con CorazÓn De Loba

Capítulo 32

Llegamos a la puerta e intenté guardar mi cabreo, la casa se veía tan vieja por fuera que casi estaba en las ruinas, no era capaz de entender ni como estaba aún en pie. Conforme estábamos esperando a que mi padre llamase a la puerta, vi que había dos aldabas redondas de bronce, eran muy grandes y había una en cada hoja de las puertas de madera. Mi padre cogió una de ellas entre sus manos y la chocó para que nos abrieran. Me fijé muy bien en los detalles de las aldabas, ya que justo en lo que parecía ser el centro de la anilla llevaba una especie de demonio con unos colmillos muy grandes, se veía que estaba tallada a consciencia, con todos los detalles remarcados.    


Un hombre con un olor insoportable, que por su aspecto parecía ser el criado nos recibió. Se trataba de un hombre mayor, con cuatro pelos en su cabeza de color blanco. No era más alto que yo, pero se notaba que el conde no le pagaba, pues sus ropas no eran más que harapos; a saber, cuántos años le tenía allí recluido. No hablaba ni decía nada, solo se quedó de pie parado frente a nosotros, hasta que apareció el conde y comenzó a hablar con mi padre.  
 

Me separé un poco de ellos y vi los preciosos jardines que tenía ese lugar.  
 

—¿A qué son muy bonito? —preguntó mi hermana, casi en un susurro muy cerca de mi oído.  
 

—Es muy lindo —afirmé, sin dejar de recorrer el jardín con la mirada.   
 

—Sí, son perfectos para ti, así cuando te transformes en lobita podrás mear aquellos setos. —Se burló de mí, mientras los señalaba con el dedo.  
 

—¡AUCH! —gimoteaba entre dientes, mientras la retorcí el dedo.  
 

«No puede ser» pensé para mí, cuando vi que un rubio espectacular entró en la sala, acompañado de un vampiro un poco más mayor que él.  
 

—¿Ese es Vlad? —preguntó mi loba interior.  
 

—Creo que sí —respondí mentalmente, sin dejar de sentir que mis piernas volvían a flaquear.  
 

Cuanto más se acercaba a mí, más me temblaban las piernas, sentí que iba a perder el conocimiento. Sin duda alguna Vlad había mejorado con los años, cuando yo le conocí era guapo, pero ahora me parecía un ser escandalosamente bello.  
 

Vi que mi madre me miraba desde lo lejos y que mi padre estaba satisfecho con mi reacción, hasta que sentí que alguien más se metía en mi mente interrumpiendo mis pensamientos y dijo:  
 

—Soy tu madre, me alegro de que te guste Vlad —escuché, mientras la veía sonreír.  
 

—Mamá no me gusta, pero reconozco que está muy guapo —respondí, intentando hacerme la desentendida, mientras observaba como poco a poco cada vez estaba más cerca de mí.  
 

—Win, estás preciosa. Siento haberte atacado aquella noche —comentó, cogiendo mi mano sin dejar de mirarme a los ojos.  
Le dije que no importaba, en aquellos años los lobos no eran muy bien vistos por los vampiros, pero pensé que las cosas habían cambiado desde entonces. Con el paso de algunos minutos y después de saludarnos entre sí, las cosas se fueron calmando y me sentía mucho más tranquila.  
 

—Muchacho, ayúdame a sacar el equipaje de Win —le llamó Valerius, para que le ayudase.  
 

—Vayamos yo os ayudaré, este viejo y destartalado vampiro también quiere hacer algo —comentó el conde acercándose al coche con mi padre.  
 

—No hace falta padre, ya sabemos que eres un gran semental —contestó Vlad, recorriendo su cuerpo con sus manos, para llamar la atención de todos nosotros.    
 

—No eres tan viejo, querido amigo —respondió mi padre, con las manos llenas de maletas, mientras todos observábamos que el conde entraba al castillo con gran dificultad.  
 

A pesar de la carga que llevaba en sus manos por mi equipaje, Vlad me cedió el paso, pero yo se lo devolví y además le dediqué una sonrisa radiante. Él no lo aceptó, y me hizo señas con su cabeza para que pasase por delante de él, entre su acento y sus gestos parecía que estaba en una de esas películas románticas. Aunque no niego que a pesar de estar en esa década aún debería de quedar algún caballero.  
 

«Todo irá bien, Win. Todo irá bien, es un buen lugar», trataba de convencerme a mí misma, evitando toda clase de pensamientos perturbadores, hasta que una lechuza comenzó a volar sobre mí cabeza durante algunos segundos, en el cielo.  
 

Ver a ese pájaro tan cerca de mí y con esos ojos tan brillantes de color dorados, me hizo sentir una sensación muy inquietante. Pues como todos sabéis, en todas las películas de miedo, siempre hay alguna clase de pájaro revoloteando por encima de nuestras cabezas cuando va a suceder algo malo.   
 

Entonces mi teléfono móvil comenzó a sonar, y cuando ya lo tenía preparado para responder a Esteben, Vlad me lo quitó de las manos y con su buen acento argentino me dijo:  
 

—No, olvídate de contestar el teléfono por un día, vienes muy cansada del viaje, lo mejor será que descanses.  
 

—Claro —respondí enseguida, al darme cuenta de que era cierto que no paraba de trabajar nunca.  
 

Aunque al ver que se trataba de Esteben, quería haber contestado esa llamada. Pero había demasiados vampiros frente a mí y no podía responder delante de ellos. Y como el conde vio que nos habíamos quedado atrás, se volvió a acercar a la puerta y nos llamó, cuando vio que ya estábamos cerca de ella dijo:   
 




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