Antes de terminar de ver todos los retratos que había en ese lugar, ese olor volvió a reaparecer en mis fosas nasales. Le reconocí enseguida, sabía que era de Esteben, pero inconscientemente mis pensamientos se interrumpían de golpe, y sin darme cuenta de que Vlad estaba a mi lado, bajé las escaleras a todo correr.
Abrí la puerta principal, salí a los jardines y comencé a rastrear ese olor. Era tan fuerte que no podía parar de buscar, era como si mi cuerpo solo reaccionase con ese olor tan dulce y delicioso, era como si mi cerebro solo pensase en sexo, sexo y más sexo. Comencé a caminar enloquecida como si me poseyese el diablo, ni siquiera era la propia dueña de mis pasos, y los latidos de mi corazón se aceleraban poco a poco, mis pies aceleraron tanto que los pasos pasaron a ser zancadas imposibles de parar.
Corrí y corrí sin parar lo más rápido que mis pies lo permitían. Por unos minutos olvidé que Vlad iba por detrás de mí, llamándome a voces, intentando alcanzarme.
—No puede ser, Esteben no puede estar aquí. ¿Qué demonios está pasando Laia? —pregunté, sin dejar correr y rastreando el lugar.
—Hace tanto que estamos solas, que no tengo ni la menor idea. Lo mejor será que busques —me respondió enseguida.
—Pues vaya una ayuda —espeté, cabreada con ella—. Yo esperaba que por lo menos tú me ayudases con esto —me quejé, con la mano puesta en el pecho, tratando de calmar a mi loco corazón, que cada vez latía con más intensidad.
Agudizando mi vista, desde lo lejos vi que había un pequeño pantano, y a su lado un viejo cobertizo apoyado sobre unas grandes vigas de madera muy viejas, como todo lo que había en aquel lugar. Si no fuese por la naturaleza que tenía ese sitio, sería tan tétrico que daría hasta miedo, menos mal que era una loba y en caso de que las cosas se complicaran; podría correr sin problemas. Además, quién decía miedo, si yo siempre dejaba que las soluciones se proyectasen siempre en mi cabeza.
Ese olor a macho, ese olor a celo me estaba volviendo loca, ya no lo aguantaba más, tenía que encontrar a Esteben, yo sabía que estaba muy cerca de mí, aunque no se dejase ver.
Fui hasta el cobertizo y su olor se intensificó, había estado allí escondido, ya no me cabía la menor duda de ello, pero se fue. El aire se volvió más fuerte por lo que perdí su pista, pero traté de encontrar algún ángulo desde donde estaba, y comencé a buscar entre esos jardines tan formales que había. Eran tan altos que apenas podía encontrar un punto que fuese visible.
Y lo peor de todo es que, ya estaba tan lejos de la casa que podía ver diminuto el seto de color verde oscuro, que estaba en la puerta de entrada de la casa, decorando la tétrica vista.
Subí al tejado del cobertizo, y agudicé mis sentidos aún más, al no escuchar nada, me fijé como daba vueltas sobre el tejado aquella antigua veleta de latón que parecía cortar el aire con cada una de sus vueltas.
Me distraje tanto mirando ese viejo gallo de latón intentando llegar al cielo, que me di cuenta de que me quedé sola en un lugar que no conocía. De un salto llegué al suelo cuando sentí que el olor se hizo menos intenso, caminé al frente, recordando que Vlad corría por detrás de mí, pero como no consiguió alcanzarme me encontraba perdida y sin saber a dónde ir.
Al darme cuenta de que estaba a punto de llover, corrí entre los jardines intentando llegar a la casa lo antes posible, ya me habían caído algunas gotas de agua, y no me quería resfriar. Corría distraída, pensando en donde podía haberse metido Esteben y por qué había desaparecido de golpe, hasta que me choqué con algo y caí al suelo de culo. Y antes de que me diese tiempo de levantarme del sitio, vi unos pies vestidos con botas de cuero negras que apuntaban en mi dirección.
Levanté mi mirada poco a poco y me encontré cara a cara con dos vampiros que no conocía de nada, pero que no dejaban de ensañarme sus colmillos. Entonces me puse en pie y les pedí paso, pero al ver que no se quitaban del medio, fruncí mi ceño y yo les enseñé mis dientes también.
Clavé mis ojos en un hombre de cabellos rubios rizados a media melena, mi mirada asesina encontró la suya de color azul. Me asombró por su belleza, en realidad era demasiado guapo y a decir verdad tenía muy buen cuerpo, era más alto que yo y que la mujer que le acompañaba. Ella era rubia, con el cabello largo hasta la cintura lleno de tirabuzones, y tenía los ojos del mismo color.
Cuando intenté alejarme ellos dos me acorralaron, empezaron a dar vueltas a mi alrededor.
—¿Quiénes sois y que queréis de mí? —Inquirí sin dejar de buscar sus ojos.
La chica me miraba descarada y sonrió, ni siquiera se dignaron en contestar, ellos solo continuaban acorralándome sin decir ni una sola palabra. Me puse muy nerviosa y cerré los puños, sus miradas eran bonitas, pero algo me decía que sus ideas eran muy turbias y me traerían problemas.
Vlad se colocó a mi lado, y puso la mano sobre mi hombro, parecía haber caído del cielo porque no sabía ni desde cuando estaba a mi lado, con tanto ajetreo no le presté la suficiente atención.
—Tranquila, ellos son los Hopper. Ella es Cristin y él es Harry —me los presentó enseguida, antes de que me diese tiempo de poder cabrearme más.
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Editado: 19.06.2024