Una oleada de pánico me invadió cuando me fui espabilando un poco. Mi corazón parecía querer escapar de mi pecho, latiendo con fuerza contra mis costillas, como si tratara de abrirse paso hacia la libertad, lejos de la amenaza que se cernía sobre nosotras. Cada músculo de mi cuerpo se volvió como un plomo, pesado e inerte, como si la simple idea de enfrentar lo que vendría a continuación fuera suficiente para anclarme al suelo.
El miedo me envolvió con sus garras heladas, haciendo que el aire se tornara denso en mis pulmones y que cada respiración se convirtiera en un esfuerzo titánico. Mis manos temblaban con violencia, incapaces de encontrar un punto de apoyo sólido en medio de la tormenta de emociones que sacudía mi ser. La oscuridad se cernía amenazadora a mi alrededor, como un manto que amenazaba con engullirme por completo en su abismo sin fondo.
Intenté en vano mantener los ojos abiertos, luchando contra la sensación de mareo y desorientación que me embargaba. Pero era como si las sombras se cerraran a mi alrededor, ahogando cualquier destello de esperanza en su abrazo oscuro. En ese momento, me sentí vulnerable, desprotegida y completamente a merced de los peligros que se avecinaban.
Una sensación de opresión se apoderaba de mi pecho, como si un peso invisible se posara sobre mí, dificultándome incluso la respiración. Los minutos se arrastraban como horas y la oscuridad que me rodeaba parecía devorarlo todo, sumiéndome en un abismo de incertidumbre.
Intenté moverme, luchar contra las ataduras que me aprisionaban, pero mis extremidades se negaban a responder, seguían pesadas y entumecidas. El miedo se apoderaba de mí, aferrándose a mi mente como una sombra oscura que amenazaba con consumirme por completo. ¿Qué planeaban esos vampiros? ¿Cuál sería mi destino en manos de ellos?
Las palabras de los vampiros resonaban como susurros siniestros en la penumbra, pero ninguna alcanzaba a penetrar la niebla de confusión y pavor que nublaba mi mente. ¿Sería esto el final? ¿Acaso había caído en las garras de la muerte, o aún peor, en las garras de aquellos seres de la noche?
El frío se filtraba en mis huesos, envolviéndome en su abrazo gélido, mientras la sensación de vulnerabilidad se intensificaba con cada segundo que pasaba. En medio de la oscuridad y el desconcierto, anhelaba desesperadamente un destello de esperanza, una luz que me guiara a través de la noche interminable en la que me encontraba atrapada.
—Bienvenida a tu nueva vida, mi querida esclava —le escuché decir a Vlad, acariciando mi mejilla con su mano fría.
El susurro de Vlad resonó en mis oídos como un eco macabro, haciendo eco en las sombras que se cerraban a mi alrededor. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda cuando su mano gélida tocó mi mejilla, como si el frío de su piel me recordara la oscuridad que me rodeaba. Era como si hubiera cruzado un umbral invisible hacia un mundo donde la luz no podía penetrar y solo quedaba la compañía de aquellos que se alimentaban de la noche. Su voz, suave pero llena de autoridad, resonaba en mi mente, marcando el comienzo de una nueva realidad que me acechaba con promesas siniestras y desconocidas.
Cada intento por librarme de las ataduras solo servía para recordarme lo frágil y vulnerable que era en ese momento. Mis esfuerzos desesperados eran en vano, como si las cadenas estuvieran hechas de pura desesperación, aferrándose a mí con una fuerza implacable. Mis músculos se tensaban con impotencia contra los grilletes que me aprisionaban, mientras mi mente se debatía entre el pánico y la incertidumbre. ¿Qué futuro me esperaba ahora que me encontraba a merced de aquellos seres sin corazón? La incertidumbre pesaba sobre mí como una losa, y la certeza de que mi vida ya no me pertenecía se clavaba en lo más profundo de mi ser.
—¿Por qué? —pregunté, con una voz perezosa.
Mi pregunta emergió de entre la neblina de mi mente adormecida, apenas un susurro que apenas logró atravesar mis labios. La respuesta de Vlad resonó en el aire, penetrando mi consciencia con una claridad heladora.
—Hay una profecía y te necesito.
La simpleza de sus palabras se entrelazó con el misterio de lo desconocido, y el peso de su significado me golpeó con una fuerza que eclipsó mi confusión y aturdimiento. Una profecía, un destino que me estaba siendo revelado en ese momento de vulnerabilidad y desamparo. La idea me llenó de un temor aún más profundo, ¿qué papel jugaría yo en esta profecía? ¿Y qué consecuencias tendría para mí y para aquellos a quienes amaba?
La respuesta que obtuve resonó en el aire, cargando la habitación de una tensión aún más pesada. Mi corazón latía con fuerza, como un tambor que anunciaba una tormenta inminente. No había sido una explicación tranquilizadora, sino más bien una confirmación de que me adentraba en un territorio desconocido y peligroso.
Cerré los ojos por un momento, tratando de calmar el torbellino de pensamientos que se agitaba en mi mente. Sin embargo, cada latido parecía avivar las llamas de la incertidumbre que ardían dentro de mí. ¿Qué clase de profecía podía ser tan importante como para justificar mi destino como esclava de un vampiro?
Las ataduras que me aprisionaban se volvieron más opresivas con cada intento de liberarme. Mis músculos luchaban contra ellas en vano, recordándome mi impotencia frente a aquellos seres que me rodeaban. No podía evitar sentirme como una presa acorralada, a merced de depredadores que esperaban pacientemente el momento oportuno para atacar.
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Editado: 19.06.2024