Al día siguiente cuando me desperté me di cuenta de que estaba metida en una cama que no era la mía, estaba de nuevo en esa casa victoriana. Yo no quería estar allí por muy bien que me tratase el Conde Belfort, me desperté jadeante, con la respiración entrecortada y muy mareada por el olor tan fuerte que había en un solo trozo de algodón.
—Venga cariño, despiértate ya.
Escuché una voz dulce y cariñosa. Y… Unas palmaditas que golpean la carne de mis mejillas, me hizo abrir los ojos de golpe. Me sentía mal, no recordaba que fue lo que pasó, y no sabía cómo habíamos podido pasar de una calle central a estar en casa.
—¡Esteben! —chillé, antes de terminar de despertarme.
Me sentía tan confusa que no sabía si el sueño fue real o no, miré a mi alrededor y le busqué sin importarme que Vlad estuviese allí y que toda mi familia supiese quién era. No tenía fuerzas para moverme, pero conseguí incorporarme para mirar a los demás.
—¿Esteben? ¿Quién es Esteben? —preguntó Vlad a mi madre.
Ella era quien me acunaba entre sus brazos, esperando que me sintiese mejor, tratando de ahuyentar todos mis males.
—Hija, ¿quién es ese tal Esteben?
Me quedé pensativa por algunos segundos, no sabía si contestar a esa pregunta o mentir. Pero también sabía que, si había alguien en este mundo que me pudiese llegar a ayudar esa era ella, la mujer que me apoyó en todo durante miles de años.
—Él es... un amigo mamá —respondí finalmente, esquivando la mirada de mi madre.
—Está bien cariño, no te preocupes —me respondió pasando la mano por mi cabeza.
Ella me conocía mejor que nadie y sabía que la había mentido, pero sabía que había algún motivo para ello, desde que me adoptaron mi madre siempre ha estado ahí en las buenas y en las malas; pasase lo que pasase, ella siempre intentaba ayudarme.
—Mamá, ¿por qué no nos vamos a casa? —pregunté con la voz entrecortada.
—Está bien, se lo diré a tu padre y a tu hermana en cuanto vengan —respondió a media voz, cuando se dio cuenta de que solo estamos los tres en esa alcoba.
—Venga Win, solo lleváis aquí una noche. Solo fue un mareo y te traje hasta aquí, estoy seguro de que todo esto te viene por el estrés del trabajo —dijo Vlad, sin dejar de mirar mis ojos.
Mientras que me hablaba, podía sentir que de sus ojos salía una luz de color azul, parecía que iba a fundir mi cerebro. Hasta que él no había abierto la boca yo solo estaba pensando en salir de ese lugar, pero cuando terminó de hablar con esa calma, mis pensamientos habían cambiado.
—Está bien —respondí ensimismada.
Al ver que ya estaba consciente y que lo único que necesitaba era descansar un poco, mi madre salió de la habitación y me dejó a solas con Vlad. Él se sentó en la cama y me cogió de la mano, para darme un beso en el dorso mientras buscaba mis ojos, pasó su mano por mi cabeza y me acarició el cabello, intentando que me relajara hasta que me volví a dormir. Una vez que me quedé dormida, el sueño volvió a continuar.
No pude evitar ponerme muy nerviosa, cuando al cerrar mis ojos vi de nuevo a esos dos mellizos, ellos me miraron y sonrieron, los muy incrédulos se acercaron lentamente a mí. Cuando Harry pegó su frente a la mía para mirar el color de mis ojos, dejó salir algunos gruñidos que retumban por todo el lugar. Los escuché partiéndose de la risa, cuando vieron que no me podía soltar de la silla en la que me tienen retenida.
Al ver que no podía moverme, ellos salieron de la cueva y me dejaron ahí sola.
En mitad de la nada, en una cueva que no sabía dónde estaba localizada, intenté soltar mis manos de nuevo, quería escaparme de allí. Zamarreé la silla e intenté moverme, pero no sabía qué pasaba, al no poder transformarme sentía que la rabia se me acumula aún más rápido.
Vi que una sombra corría de un lado a otro, tratando de esconderse entre las rocas. Tenía los nervios a flor de piel, hasta que olisqueé el aire y abrí las aletas de mi nariz y le reconocí, ya sabía quién era, era mi Mate. Aunque no podía ver su cara definida por la oscuridad reconocí ese olor. En pocos segundos le tenía pegado a mí, tratando de soltar mis manos en mitad de la oscuridad.
—¿Quién demonios eres tú? —pregunté indignada, para que ya, y de una vez por todas me dijera su nombre.
Ni siquiera se dignó en contestarme, pero una vez que ya me tenía suelta, sentí que me cogía por la cintura y me besaba. Yo le respondí, sus labios eran tan suaves y ese olor era tan excitante, que no me importaba el peligro que estábamos corriendo en aquellos momentos.
A pesar de que sentía una mirada tan fría que casi congelaba mi corazón, me dejé llevar cuando me sujetó por la mano; él era el único lobo que había conocido desde que mi manada fue destruida.
Salimos de la dichosa cueva y por los latidos de mi corazón sabía que hay algo que no está bien. Esteben y yo corríamos entre la nieve para escapar, y cuando creímos que ya estamos a salvo de esos vampiros, tres nubes negras aparecieron en el cielo. Esteben se transformaba en lobo y yo lo intenté, pero no pude, no sabía qué era lo que pasa, pero mi transformación no se realizaba.
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Editado: 19.06.2024