Siento mi cuerpo rígido, Vlad y yo caminábamos por el pasillo cogidos de las manos, bajamos las escaleras y cuando ya nos quedaban por bajar los últimos escalones, vi que mi familia ya había cruzado la puerta.
—Hija, ¿qué tal te encuentras?
Escuchar la voz de mi madre me hizo sentir un aluvión de sensaciones, entonces me solté de la mano de Vlad y bajé corriendo los tres peldaños que me separaban de ellos, para fundirme en unos abrazos familiares que tanto echaba de menos.
—¿Ya estás bien? —me preguntó mi padre, buscando mis ojos.
—Sí —respondí, al sentir que los ojos de Vlad pesan sobre mis hombros.
—¿Podrías ir con Ashly y Raúl y esperarnos en la cocina? —preguntó, mi padre, sin dejar de mirar a mi futuro marido.
Le miré muy seria, esperando que me dijera el motivo por el cual existía tanto ajetreo. Creo que se dio cuenta de que está pasando algo y me quiso excluir del jaleo, entonces me cogió por la barbilla y dijo:
—Cariño enseguida vamos, nosotros iremos a por un poco de sangre para comer algo, ya sabes que el viaje hasta aquí es largo y traemos mucha hambre —me explicó mirando a mi madre.
—Ven conmigo hija, les esperaremos allí sentadas —afirmó con los ojos temblorosos, gracias a ese tic que tiene siempre cuando está muy nerviosa, sé que está pasando algo y posiblemente se trate de algo muy malo.
Caminamos y nos sentamos en la cocina, intenté preguntar si pasaba, pero mi cuerpo no reaccionaba como era debido, quería mover mis labios, pero lo cierto es que no podía, y no sabía por qué.
Miré a Ashly, y ella agachaba la cabeza y la ladeaba de lado a lado, sabía que pasaba algo, pero nadie quería hablar, me puse muy nerviosa; y traté de preguntar qué era lo que sucedía y por qué nadie me decía nada.
No habían pasado ni cinco minutos cuando mi padre, Vlad y el Conde Belfort entraron por la puerta y rompieron el silencio. Ellos tres actuaban, como si no pasara nada, les dejé de desayunar tranquilamente, porque, aunque fuesen las dos de la madrugada, para los vampiros comenzaba el día y era hora de despertarse.
Cuando terminamos el desayudo me puse en pie y me acerqué a Vlad, él rodeó mi cuerpo por la cintura y besó mi mejilla.
—¿Por qué han venido? —murmuré entre dientes, intentando que no se notase nada mi preocupación.
—¿No te alegra que estén aquí? —susurró, cerca de mi oído dejando uno más de sus besos.
—Sabes que no es por eso, solo trato de saber que ocurre aquí —respondí cabreada, apretando los dientes, mientras fingía una bonita sonrisa para que no se preocupase mi familia—. Sabes que es lo único que quería era ver a mi familia —dije separándome de él, para que dejase de toquetearme el trasero.
—Bien, ¿qué les parece si mientras mi criado recoge la mesa nosotros nos vamos a la sala principal? —preguntó Vlad tratando de desviar mis pensamientos.
Mi madre se acercó a mí y me envolvió en un cálido abrazo, yo me fundí en ella, lo único que deseaba era que me sacasen de allí, pero no podía decírselo, aunque lo pensara por dentro con todas mis fuerzas. Escondí mi cara en su hombro y caminamos hasta la sala, hasta que Vlad me cogió de la mano y se arrodilló ante mí.
—Cariño todo esto es por ti, porque te amo y porque quiero que seas muy feliz conmigo —comenzó a decir, mientras buscaba algo en el bolsillo de su pantalón—. ¿Sabes que te amo verdad? —preguntó abriendo una cajita negra de terciopelo—. ¿Te quieres casar conmigo? —terminó de decir, al deja salir un anillo con una piedra muy brillante en el centro de color rojo.
—Claro que sí, yo también te amo —respondí casi de inmediato, como si boca hablara sola y yo fuera una simple marioneta de mi propio cerebro.
Vlad me miró y sonrió, se puso en pie rápidamente y me abrazó para después besar mis labios, cuando terminó me separo de él. Yo quisiera haber dicho que no, que me quería ir de allí, pero no podía. Quería que toda esta farsa terminase, quería volver a ser una loba, quería hablar con mis padres y pedirles ayuda, pero cada vez que lo intentaba mis labios parecían estar sellados.
—¡Qué bonito cuñadito! —aclaró mi hermana, llegando a nuestro lado.
—Sí, todo está siendo perfecto —escuché a Raúl mascullar esas palabras en el oído de mi hermana.
Raúl la cogió del brazo rápidamente, al ver como la había mirado Vlad cuando se acercó a nosotros para desearnos buena suerte, se la llevó a un lado y me di cuenta de que parecían estar cuchicheando sobre nosotros.
Como hacía una noche tan esplendida, mi padre decidió que saliéramos al jardín a tomar un poco el aire. Fuera del castillo comenzamos a caminar sobre el césped. El conde Belfort nos guiaba, él se colocó en medio de mis padres, mi hermana y mi cuñado les seguían y, por último, íbamos Vlad y yo.
Caminando bajo un manto de estrellas por encima de nuestras cabezas, me llegaba un olor a dulce un poco familiar. Intenté olfatearle, pero cuanto más lo hacía peor podía olerle, mis sentidos también se estaban bloqueando.
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Editado: 19.06.2024