Esteben huyó por el ventanal, rompiendo el silencio de la noche con el sonido cristalino de los fragmentos que se dispersaban en el aire. La oscuridad del bosque lo recibió, envolviéndolo en su manto de sombras mientras corría sin rumbo fijo, con el corazón golpeándole el pecho con furia.
Cada paso lo alejaba más del castillo, pero también lo alejaba de su amor no correspondido, y esa distancia le pesaba más que el cansancio en sus piernas.
A medida que avanzaba entre los árboles, la angustia se apoderaba de él, sus pasos eran acompasados por sollozos ahogados y el eco de sus lamentos resonaba en la quietud de la noche. Se dejó caer sobre la tierra húmeda, sintiendo el frío penetrar en sus huesos, y se permitió llorar, liberando toda la frustración y el dolor acumulados en su interior.
La Luna, testigo silencioso de su desdicha, brillaba en lo alto, pero sus rayos no lograban calmar el tormento que agitaba su alma. Esteben se sentía perdido, atrapado en un laberinto de emociones confusas, incapaz de encontrar una salida. ¿Cómo podía aceptar que el amor que sentía no era correspondido? ¿Cómo seguir adelante con el peso de esa verdad aplastándolo?
—Esteben, tienes que calmarte —susurró el lobo, buscando su mirada con ojos comprensivos—. Lo que ocurrió en esa cueva fue una prueba difícil, pero no puedes dejar que te consuma. A veces, las cosas no suceden como esperamos, pero eso no significa que todo esté perdido —terminó de explicarle Ray, tratando que sus ánimos no decayeran.
—Tú la viste, estaba llorando por ese vampiro. ¿Cómo una mujer loba, puede tener sentimientos ante un vampiro?
—Ella no es Win. Está embrujada, no pudimos hacer nada más por ella aquel día, y ella ni siquiera se acuerda y tú lo sabes —arguye Ray sin dejar que los pensamientos de Esteben se interpongan entre él y su loba.
—¡Mierda! Sabes que, si continua así tendremos que regresar a la manada, sin ella.
Esteben sabía que lo que le estaba diciendo Ray era cierto, él la vio demacrada luchando contra Luzmila para defenderle, la vio luchar contra Vlad día a día hasta que Vlad la regaló un anillo. Pero sus celos por saberla en brazos de aquel vampiro eran más fuertes que su voluntad.
Los celos pueden ser una fuerza poderosa y desgarradora, especialmente cuando se entrelazan con el amor y la preocupación por alguien. Esteben luchaba internamente con el tormento de ver a Winda, la mujer que amaba, mostrando afecto hacia otro ser, uno que pertenecía a un mundo diametralmente opuesto al suyo.
A pesar de reconocer los actos de valentía y sacrificio de Winda, sus celos no cedían, alimentados por la sensación de rivalidad con Vlad, el vampiro que ahora ocupaba su mente y su corazón. Se sentía consumido por la incertidumbre y la desesperación, incapaz de comprender cómo alguien como Winda podía entregar su afecto a un ser tan ajeno a su propia naturaleza.
En lo más profundo de su ser, Esteben anhelaba la seguridad y la certeza de que el amor de Winda por él prevaleciera sobre cualquier otra influencia, pero la realidad de sus emociones y las complejidades del corazón humano lo sumergían en un mar de dudas y tormento emocional.
Para sopesar el sofoco que tenía, trató de respirar hondo. Pensó en Winda, pensó en sus ojos, en cómo le besaba hacía apenas una hora, en sus caricias, y en lo duro que le puso en solo unos segundos. Una pequeña sonrisa se fue remarcando en su cara poco después de recordarla de aquella manera tan descontrolada, descarada, a pesar de que ella no supiera quien era él le dio mucho morbo.
Sabía que solo con sus feromonas podía excitarla de la misma forma que su olor a él. Ese aroma era de lo más dulce y excitante que le había llegado a su olfato en mucho tiempo. Sus labios eran suaves y cálidos, y tenerla entre sus brazos había sido lo mejor que la vida haya podido ofrecerle en mucho tiempo.
Esteben solo intentaba hacerla suya, lo único que pretendía era adelantarse a ese vampiro. Pero en realidad llegó tarde y solo por eso se estaba volviendo loco; quisiera poder olvidarla, pero no lo conseguía por más que lo intentaba.
Su sonrisa se fue difuminando despacio, trataba de no pensar en todo lo malo que les estaba separando. Miró a todos los lados posibles tratando de buscar una salida o una alternativa para los dos. Quisiera poder gritar a los cuatro vientos que la amaba, que lo único que quería era hacerla feliz pero no podía, como le explicaría a un vampiro sin corazón que solo él es capaz de hacerle feliz a su hija.
Y después de todo lo que acababa de ocurrir en aquel castillo, como podía volver a entrar en el. Estaba tan concentrado con todos esos pensamientos dando vueltas dentro de su cabeza, que cuando se quiso dar cuenta tenía dos vampiros a su lado.
—¿Por qué? Jovencito... ¿Te crees que tienes algún derecho de tratar así a nuestra hija? —Escuchó preguntar a Elizabeth con los brazos cruzados frente a él, en completo silencio y sin dejar de buscar sus ojos con la esperanza de que la diese una respuesta.
Esteben se levantó con toda la tranquilidad que su cuerpo le permitió. Obviamente estaba muy arrepentido por el comportamiento que tuvo en el castillo, a pesar de haberse desecho de Vlad, sabía que quizás ahora la vida de Win corriese peligro y pese a todo tenía que protegerla.
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Editado: 19.06.2024