Después de todo aquello la guerra continuaba, nosotros ya íbamos perdiendo, mientras moría podía ver los cuerpos de lobos y los vampiros que habían caído en la batalla. Aunque de los restos del amuleto emergieron unas figuras etéreas, sus formas brillantes y translúcidas destellaban con una luz sobrenatural.
Eran las almas atrapadas y liberadas de su cautiverio después de siglos de oscuridad dentro de aquel pequeño colgante. Surgieron como una marea de espectros, envolviendo a Luzmila en un remolino de sombras y susurros antiguos. Sus voces resonaban en un coro fantasmal, clamaban venganza contra la bruja que las había encadenado en su prisión dorada.
Luzmila retrocedió, con los ojos llenos de terror mientras las almas flotaban a su alrededor, emitiendo un aura de poder y justicia reprimida. Intentó resistirse, pero era como luchar contra la marea del tiempo mismo. Las almas cada vez hacían un círculo más pequeño, cada una emitía un resplandor etéreo mientras se preparaban para impartir su juicio final en una especie de cantico. Las almas encadenadas, liberadas de su prisión, comenzaron a girar en círculos alrededor de Luzmila.
“Almas atrapadas, ahora liberadas, del fuego eterno, de la oscuridad sacadas. Con luz ancestral y poder ancestral, romped las cadenas de este mal sin igual.
Vuelo etéreo, poder ancestral, fuerza antigua, justicia celestial. Con hilos de tiempo y susurros del más allá, desatad vuestra ira, ¡venganza sin igual!
Con fuego de estrellas y sombras del pasado, sellad vuestro destino, ¡por la magia que habéis amado! Luzmila, opresora, tu hora ha llegado, por las almas atrapadas, ¡tu poder es anulado!
Que la magia oscura se desvanezca en la noche, y la luz eterna os guíe hacia el horizonte. ¡Por las almas liberadas, por su libertad eterna, que el destino se cumpla, y Luzmila perezca en la guerra!
Con cada giro, su canto resonaba, envolviendo a la bruja en una espiral de oscuridad. Mientras las almas danzaban, el tiempo parecía acelerarse para Luzmila, las arrugas aparecían en su piel, su cabello se volvía gris y su cuerpo se encogía con el peso de los años.
El poder de Luzmila se desvanecía con cada giro, mientras las almas continuaban su canto etéreo. Su figura se volvía borrosa, como si estuviera siendo arrastrada por el viento, y finalmente, su cuerpo comenzó a desvanecerse lentamente en una nube de humo oscuro. Los giros de las almas continuaron, envolviendo el humo hasta que desapareció por completo, dejando solo el eco lejano de su maldad.
Los vampiros y los lobos quedaron estupefactos al presenciar la caída de Luzmila, la fuente de tanta maldad que había infundido temor y sufrimiento durante tantos años. En medio del caos de la batalla, un silencio reverencial se extendió por el campo de batalla mientras absorbían la realidad de su derrota.
Los vampiros, que habían cargado con la ira y el resentimiento provocados por las maquinaciones de Luzmila, sintieron como si un peso se hubiera levantado de sus hombros. Sus miradas se encontraron con las de los lobos, quienes también habían sido víctimas de los oscuros designios de la bruja. Por primera vez en mucho tiempo, pudieron ver más allá de sus diferencias y reconocerse mutuamente como aliados en una lucha común.
El líder de los vampiros, Valerius, dio un paso adelante, con una expresión seria.
—Creo que esto ya terminó, sin Luzmila no hay más guerra.
Pongámosle fin a esta batalla sin frenos —dijo mientras extendía una mano en un gesto de paz hacia Cristin, la líder de los vampiros contrarios.
Después de pensarlo durante algunos segundos, y reconocer que el odio había sido infringido por Luzmila Cristin se arrodillo y con los ojos llenos de lágrimas dijo aceptando una nueva mano amiga:
—Está bien, yo no quería hacer daño a nadie, pero ella tenía algo que desde niña siempre ha nublado mi mente.
Un pacto tácito se selló en aquel momento, uniendo a los tres clanes en un propósito compartido: protegerse mutuamente y asegurar un futuro libre de la sombra de cualquiera que buscara su extinción.
Y cuando ya todo estaba aclarado y se había puesto final a la batalla, los corazones de todos se llenaron de dolor y desesperación al ver el cuerpo que mi cuerpo sin vida yacía en el suelo. Los lobos aullaban en lamentos de duelo, mientras que los vampiros observaban con rostros sombríos, sintiendo un vacío profundo en sus almas inmortales.
Esteben, con los ojos nublados por las lágrimas, se arrodilló junto a mí, tomando mi mano fría entre las suyas temblorosas. Por mucho que hubiera luchado y sacrificado por proteger a su luna, ahora se sentía impotente ante la cruel realidad de mi pérdida. Cada caricia sobre mi piel fría era un eco de los momentos felices que habíamos compartido juntos, aquellos momentos que ya se habían perdidos para siempre en la oscuridad de la muerte.
Los recuerdos de su amor ardían en su corazón como una llama eterna, pero ahora envueltos en el velo de la tristeza y la desesperación. Esteben deseaba con todo su ser poder volver el tiempo atrás, impedir que yo me enfrentara a la espada de Luzmila, pero sabía que ya era demasiado tarde. Su luna había caído en la batalla, y con ella se había llevado un pedazo de su propia alma.
Mientras el lamento resonaba en el aire, Esteben se aferraba a la esperanza de que, de alguna manera, mi sacrificio no hubiera sido en vano. Comenzó a rezar en silencio a los dioses, rogando por un milagro que pudiera traerme de vuelta a la vida.
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Editado: 19.06.2024