Años atrás…
—Abuela, estoy aburrida ¿Podrías contarme una historia?—preguntó una pequeña niña de siete años.
La abuela pensó un momento y, complaciendo a la pequeña, tomó asiento en el sofá frente a la chimenea encendida, apaciguando el leve frío de otoño. La niña tomó asiento a su lado, intentando prestar la mayor atención que sus ojos y oídos le permitieran. La señora tenía ojos de color marrón, cabello gris por las canas y arrugas en su rostro.
—Bien, ¿Qué tipo de historia quieres que te cuente?
La niña lo pensó por un momento, sus ojos se iluminaron al obtener la respuesta.
—Una de amor—comentó con algo de anhelo en su voz.
—Bien. Te contaré una historia que pasó hace muchos años.
La abuela comenzó a relatarle aquella historia; una vieja leyenda de amor entre dos personas que se amaban y que terminaron trágicamente.
»Hace muchas décadas atrás, una bruja que vivía en las montañas se enamoró perdidamente de un humano que vivía cerca del pueblo en la montaña. Ella solo lo vio una sola vez, en una celebración de Halloween, pero eso fue suficiente para que ella se enamorara perdidamente de él.
»Luego de aquella fiesta ella no lo volvió a ver, pero no se desanimó y empezó a buscarlo. Pasó un año y se volvieron a reencontrar, pero en esta ocasión, el hombre estaba acompañado de la que dentro de poco tiempo se convertiría en su esposa. Andaban por las calles mostrando cuánto se amaban, en ocasiones contando sus planes a futuro y las tantas promesas que juraban cumplirían con una sonrisa llena de cariño en sus rostros; ellos eran felices. Al ver esto, la bruja, llena de odio y celos, les lanzó una maldición a los dos, esta consistía en que ninguno de ellos encontraría el amor y, de ser así, todo se terminaría antes de la primera celebración de Halloween. Las dos almas, atormentadas por el peso de aquella maldición, jamás pudieron ser felices. Hay rumores que dicen que hoy en día, sus almas andan entre nosotros, buscando la forma de romper la maldición.
La niña, conmocionada por la historia, le pregunta a su abuela si cree que algún día logren romper aquella maldición, lo que la abuela responde:
—Si—afirma riendo—. Mi niña, ellos no vieron la solución porque estaban tan cegados por el miedo de no volver a amar, que no se dieron cuenta de lo fácil que era romper la maldición.
La niña, confundida, mira a su abuela con una pregunta brillando en sus ojos negros.
La abuela ríe ante la confusión de la niña, terminando por decir algo que la confunde aún más.
—Cuando seas grande lo entenderás.