Una Vez Mas

Prologo

No pensar en el lado oscuro de aquello que te ha colmado de felicidad en un solo instante es un camino directo a la perdición. Es fácil dejarse arrastrar por la euforia del momento, por la promesa de una dicha efímera que parece borrar toda sombra. Pero la vida, implacable en su enseñanza, nos recuerda que cada moneda tiene dos caras, y que la ignorancia, incluso la voluntaria, puede ser un veneno lento. Esa felicidad fugaz, ese éxtasis instantáneo, a menudo llega con un precio oculto, una deuda que se acumula en silencio hasta que el cobro es inevitable y devastador.

Todos, sin excepción, anhelamos una oportunidad más, un poco más de tiempo para corregir el rumbo. Es un deseo universal, un lamento constante en el coro de la humanidad. Unos claman por un respiro, por la posibilidad de tomar una decisión diferente. Otros, arrastrados por el peso abrumador del arrepentimiento por malas elecciones, solo sueñan con volver al pasado, con la fantasía de desenredar el nudo que ellos mismos ataron. La mente se obsesiona con el "hubiera", con los caminos no tomados, con la ilusión de que un instante diferente podría haber alterado todo el tapiz del destino.

Sin embargo, he aprendido, a golpe de experiencia, que volver al pasado no ayuda. Es una trampa, una quimera que promete redención pero solo entrega más complicaciones. La realidad es que, incluso cuando logras enmendar un error, el universo, o quizás tu propio karma, conspira para que cometas uno aún peor. Es un ciclo vicioso, una prueba de que algunas lecciones solo se aprenden avanzando, por doloroso que sea el camino. La vida no es un guion que se pueda reescribir infinitamente; es un torrente imparable, y cada decisión, por insignificante que parezca, envía ondas que resuenan en todo tu futuro. Intentar forzar el cauce solo provoca desbordes.

Nada es tan fácil como uno desearía. Esta verdad, brutal y desnuda, se me reveló después de perder incontables oportunidades, de ver cómo los hilos de mi vida se deshilachaban entre mis dedos. Hubo un tiempo en que creía que la solución estaba en el pasado, en deshacer lo hecho. Ahora, en la quietud de mi mente, la pregunta resuena con otra perspectiva: ¿qué hubiera pasado si nunca hubiera tenido esa oportunidad que tanto anhelé, esa que me llevó por este camino? ¿Qué habría hecho yo si ese instante de aparente felicidad nunca hubiera existido? La incertidumbre es un abismo, pero también una liberación. Me obliga a confrontar mi propia capacidad de elección, mi resiliencia más allá de las circunstancias.

A pesar de lo que ha sucedido, y de las cicatrices que llevo, no sirve arrepentirme de mis decisiones. Es un ejercicio estéril, una cadena que te ancla a lo que ya no existe. Aunque hubo un tiempo, un largo tiempo, en el que el arrepentimiento me consumía hasta la médula, me di cuenta de que era una emoción inútil. Fue, simplemente, una mala decisión. Una única elección, tomada quizás con inocencia, con urgencia o con una visión nublada por el deseo, pero una decisión que se convirtió en el epicentro de un terremoto personal. Una decisión que me trajo dolor insoportable, una tristeza que cala los huesos, llanto amargo hasta agotar las lágrimas, y una desesperación tan profunda que parecía no tener fondo. Pero incluso en ese abismo, hay una tenue luz: la comprensión de que, si bien la decisión fue mía, la capacidad de seguir adelante, de redefinir mi camino, también lo es. Y quizás, solo quizás, esa misma desesperación fue el catalizador que me empujó a buscar la verdadera solución, a trascender el arrepentimiento y buscar la redención en el avance.



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En el texto hay: tiempo fantasia realidad, dolor y odio, aventuras magia

Editado: 12.06.2025

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