—¿Y todos los días hace eso?
—Sí, a la misma hora, siempre.
—¿Por qué lo hace? ¿Ha mencionado algo al respecto?
—No, solo dice que espera a alguien.
Adam salió de la casa y se dirigió hacia la chica sentada en el andén.
—Hola, Mei, ¿cómo estás?
—Hola, ¿quién eres?
—Mucho gusto, soy Adam y quería saber a quién esperas.
—¿Por qué debería contarte? ¿Para que me consideres una loca como todos? Además, estoy segura de que él vendrá en poco tiempo.
—¿Quién?
—…
—Alguien que no es de tu incumbencia.
—No recuerdas su nombre, pero aun así esperas por él. Te diré algo: él no vendrá, nosotros tendremos que ir por él y salvarlo, así como él nos salvó.
—Yo… apenas lo recordé y he tenido uno que otro recuerdo. La verdad no sé quién sea, porque por más que lo intento, no recuerdo su rostro, pero sé que es alguien importante, alguien a quien seguiré a cualquier lugar.
—¿Y solo lo recordaste a él?
—Sí, ¿por qué?
—Bueno, Mei, yo soy Adam y los he estado buscando.
—¿A quiénes?
—A todo el equipo. Hubiera ido solo, pero no va a ser tan fácil, así que decidí buscarlos, y no fue sencillo, pero tú eres la última.
Adam solo seguía su instinto. Él solo quería reunirlos a todos para encontrarnos en aquel lugar, el lugar al cual no quería ir, pero era necesario, o eso me hicieron creer. Por mucho tiempo ellos esperaron por mí. Bueno, hoy sería el día en el que, después de tanto esperar, nos reuniríamos, pero nada de esto sería satisfactorio.
AQUEL DÍA
Sentado y sin poder moverme, agonizando en mi mente. La tristeza y desesperación de vivir esta situación era algo que no podría olvidar, ni mucho menos a quien la ocasionó. La impotencia me consumió en aquel momento; no poder hacer nada por ellos fue frustrante. Ya sabía que llegaría el momento en el que ocurriría eso, pero jamás pensé que tendría que haberlo vivido de ese modo.
Ahora solo tenía que salir de casa de algún modo, pero tengo miedo. No quiero morir, era lo único en lo que pensaba. Ya no soportaba ese dolor inmensurable. Veía mi cuerpo destrozado, no podía moverlo. El solo hecho de respirar me hacía sentir dolor. Cerrar y apretar los párpados con fuerza y sentir cómo se deslizaban las pequeñas gotas de miedo y sufrimiento fueron la única opción en este sombrío día. Escucho pasos acercándose hacia mí, aún no abro mis párpados. Preferí imaginar la felicidad que vivir mi realidad. Tengo miedo de que sea él, mi mente ya no puede con esto...
—Solo quedó él, y no llegamos a tiempo. Además, si los encontraron a ellos, también nos encontrarán a nosotros. Debemos cruzar sin importar qué ocurra, ¿estás de acuerdo?
—No lo sé, todavía no sabemos lo suficiente sobre lo que puede haber al otro lado de la barrera.
—Se lo prometimos a ellos, Elena, y aun así les fallamos. Mira cómo quedó él, además es el único que aún vive.
DÍAS DESPUÉS...
No sé dónde estoy, pero parece que no me he recuperado…
6 AÑOS DESPUÉS
Luego de un tiempo, aprendí cosas sobre la barrera. Desafortunadamente, ya la he cruzado y llegué a creer que las personas son más felices en su ignorancia, o al menos eso me dieron a entender ellos, los que están en el centro de la barrera: "la ignorancia y el conocimiento". Dos seres que, cuentan los ancianos y los libros, hace más de 100 años, cayeron dos esferas y que con el tiempo empezaron a generar una barrera, la cual dividió el planeta en dos. A pesar de haber pasado tanto tiempo, nosotros los humanos no sabemos casi nada de ellos; en realidad, no sabemos nada interesante, solo cosas superficiales. No sabemos cuál es su propósito, y aun así existen. Estos dos seres llegaron a la Tierra: la ignorancia duerme y el conocimiento se mantiene despierto, esperando a que las personas vayan a hacerle preguntas que él responderá. Es curioso; solo hasta que cruzas esa barrera te enteras de esto. Muchos se atrevieron a cruzar, pero también muchos prefirieron esa ignorancia. El miedo a lo desconocido puede ser un placebo que te mantiene seguro.