Una Vez MÁs

UNA VEZ MÁS

ANNIE

 

Casi es víspera de navidad y yo sigo en la oficina, el jefe abusa de mi sabiendo que nadie me espera en casa.

—¿Ya es hora?—pregunta Sabrina antes de irse a casa.

—Ya, que pases una Feliz Navidad—le doy un fuerte abrazo.

—Pásate por mi casa esta noche, habra pavo y mucha diversión, no esta bien que estés tu sola en este dia tan maravilloso.

—Muchas gracias amiga.

—Te espero a las diez y no vayas a faltar, ya sabes que en mi mesa siempre habra un lugar para ti.

—Muchas gracias—me despedí de ella y salí de la oficina.

Otro año mas sin ti, la navidad ya no tiene sentido si no estas a mi lado, como te extraño mi amor.

Corrí hacia el subterraneo para tratar de alcanzar el último tren de la noche.

—Buenas noches niña ¿Podrias ayudar a una pobre anciana?

—¿Qué nececita señora?

—Nececito que me ayudes a llevar ésta bolsa hasta mí casa, es muy pesada y mi pobre espalda ya no puede cargar tanto.

—Lo siento mucho, pero, ya es tarde y el último tren esta por llegar.

—Te pagaré por el favor, ayúdame.

—No puedo, lo siento.

La campana comenzó a sonar anunciando la llegada del tren, aquella anciana se dio la vuelta arrastrando el enorme bulto que llevaba con ella, no paraba de pujar ni de quejarse, mi corazón se estremeció al mirar sus zapatos rotos ¿Que habría hecho Santiago?—me pregunté desesperadamente—Estoy segura de que el la habría ayudado sin importar que el tren lo dejase en la estación, además nadie me espera en casa.

—Señora, espere por favor—corrí para alcanzarla.

—Tu tren ya esta aqui y va a dejarte si no te das prisa.

—No importa, dejeme ayudarle—monté en mi espalda el pesado bulto.

¿Qué llevara aqui? Tenia curiosidad de saber que traía adentro el pesado bulto.

Caminamos alrededor de veinte minutos, la señora vivía en una pequeña choza alejada de la civilización.

—Aquí es niña, agradezco mucho tu bondad, entra para que pueda pagarte—ella abrió la puerta y entramos en la choza.

El lugar estaba demasiado oscuro, la anciana encendió varios candelabros que tenía esparcidos por toda la choza, me senté en una vieja silla de madera mientras ella ponía a hervir agua.

—No necesita pagarme, mejor digame donde puedo tomar un taxi.

—No hay nada aquí cerca, vivo en medio de la nada.

—Ya me di cuenta—murmure—Entonces caminare.

—No te vayas, primero permíteme compensar gu buena voluntad—la anciana sirvió el agua caliente en una taza de barro y le agrego un polvo que parecía ser té.

—Ya le dije que no hace falta.

—¿Cuál es tu mayor deseo en la vida? 

—¿Cómo?

—Piensa en algo que desearías tener para esta navidad mientras bebes el té.

Comencé a creer que tal vez le faltaba un tornillo, me detuve a pensar que pudo haber enloquecido a causa de su terrible soledad, incluso, hasta me visualice viviendo como ella en unos años.

Lo único que deseaba para navidad era volver a verlo una vez mas, lo extrañaba tanto, Santiago y yo crecimos juntos dentro de un orfanato, ambos cuidamos el uno del otro desde el día en que nos conocimos y nos juramos amor eterno cuando por fín conseguimos abandonar aquel triste lugar; una navidad helada él venia a casa del trabajo, la carretera estaba congelada y su auto derrapo hasta caer por un precipicio, la policía dijo que su auto ardio en llamas despues de impactar contra el piso y no pudieron hacer nada por él, desde entonces estoy sola y triste.

—¿Estás lista?—preguntó ella después de que le di un sorbo a la taza de té.

—¿Lista para qué?

De pronto todo el lugar comenzó a dar vueltas y perdí el sentido por un momento.

Cuando abrí los ojos estaba recostada sobre mi cama, me asuste mucho y salí de la cama con un sobresalto.

—¿Qué sucede conejita? ¿Tuviste una pesadilla?—dijo Santiago desde un pequeño sofá que tengo en la habitación.

!No lo podía creer! Ahi esta él, sentado leyendo como acostumbraba hacer todas las noches.

—¿Realmente eres tú?—pregunté incrédula.

—Creo que si o ¿Esperabas a alguien más?—dijo bromeando.

Corrí hacía sus brazos y me desmorone entre ellos, me solté a llorar sin consuelo, sin duda era él, su perfume, su calor y su voz eran las mismas.

—¿Qué sucede mi cielo? ¿Porqué lloras de esa manera? Deviste de haber tenido una terrible pesadilla.

—La peor de todas, no tienes idea, pero, me alegra saber que solo fue un sueño.

—Mañana es navidad y he pensado que sería estupendo salir a cenar, hace dos meses reserve en un elegante restaurante.

—Suena estupendo mi amor ¿Puedo pedirte algo?

—Claro que si pequeña, pideme lo que quieras.




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