¿Quién soy? ¡Vaya pregunta! Aún estoy en duda acerca de ello. Ahora... ¿Quién creerás tú que soy, después de esto? Bueno, ese es el verdadero asunto importante.
Soy... o al menos, hasta donde sabía; era una chica común y corriente, de diesiocho años de edad, hija única, de padres ausentes y popular en la universidad. De bellos ojos grises cristalizados, que había heredado de mi madre, labios rojos muy llamativos, cabellos suavemente ondulados de coloración castaña clara, un metro setenta y dos centímetros de estatura, sesenta y siete kilogramos, piel tersa y clara y a razón de mi madre: pies de princesa. (¿Qué esperabas, que escondiera mis atributos?). Quiero que me conozcas tal y como soy. No fingiré. Bueno, lo intentaré...
Siete mil quinientos treinta y tres seguidores en instagram, dos mil cuarenta amigos en facebook. (¿Qué? ¿No me crees? Te dije que era popular).
Vivo, desde que tengo uso de razón, en San Francisco. Una ciudad totalmente urbanizada, repleta de personas, vehículos y ruidos molestos. Tiene sus atracciones naturales, pero una cosa no nubla a la otra. Convivo con mi padre Gregor Scout y mi madre Leticia O'Brien. ¿Lo han notado? ¡Sí! Es hermana de Frederick O'Brien, lo que me convierte en prima de Adrian O'Brien, el mejor detective del mundo. Soy toda una celebridad, lo sé. ¡Oh! Casi lo olvido... Mi nombre es Lourdes Scout, un gusto saludarte.
Gracias a la empresa de papá, una compañía hotelera muy reconocida en el mundo, competencía directa de los Hoteles Orges, podíamos vivir en la hermosa mansión de cinco plantas, siete cuartos de baño, seis habitaciones dormitorio, cocina gigante, jardín frontal y tracero, piscina y dos garages. Pero, también gracias a ella era que no la disfrutaba, pasando muy poco tiempo en casa. Fue por ello que mi madre se molestó, buscando la forma de alejarse de él y al hacerlo, de mí igual. Consiguió un trabajo que no necesitaba de horario extendido y se veía con sus amigas en el resto de su tiempo libre. De forma que paso sola gran parte de la semana... Digamos que no van muy bien las cosas en casa.
Siendo hija única, todo es para mí y a veces me gustaría con quién compartirlo, pero, he aprendido a vivir con ello. Mis mejores amigos eran: Tom Holland, mi gato (sí, por si no lo notaste es el nombre de mi actor favorito y no él mismo), de sedoso y abuntante pelaje amarillo y blanco. Y Silvia, la empleada de servicio, como mi papá le llamaba. Pasando más tiempo con ellos que con mis padres, sentía más afinidad y confianza en ambos que en los de mi propia sangre, es decir; los que me dieron la sangre.
Y ahí viene la pregunta de a qué me dedico. Bueno, eso es una historia a parte.
En mi familia hay muchas personas importantes, de carreras prestigiosas y trayectoria intachable. Mi padre por ejemplo, importante economista y emprendedor, empresario exitoso y de una cátedra extraordinaria. Mi tío Frederick, un juez de alto nivel en Inglaterra, jubilado pero de gran influencia en Londres. Y ni que hablar de mi primo Adrian; un súper dotado, todo un traga libros. Luego de haber hecho todas las carreras que pasaron por su mente y llenar de diplomas las paredes de sus padres, había decidido decantarse por la criminología, siendo el mejor detective privado de la historia contemporanea. ¿Cómo compites con eso? ¡Sí, lo sé! No mencioné a mi madre. Es una sirujano intachable que ha logrado salvar incontables vidas, pero no es de ella que queremos hablar exactamente...
Y yo no podía tener otra afisión que no fuese el arte. Quiero decir, me gustaría ser abogada, defender a otros que no logran hacerlo por sí mismos. Pero no es mi pasión. Yo amo el modelaje y el deporte. No es para nada justo que este hermoso rostro solo sea admirado por mi espejo. Y el tennis. ¡El tennis! Soy excelente en ese juego. El caso es, que no me decidido qué continuar. Abarcarlos todos no parecía ser muy viable en ese momento, pero quizá funcionaría. Claro que después de esto, todo podría cambiar.
Mi padre solo exigía una cosa de mí: buenas calificaciones. Creía que si yo me formaba, estudiaba y aprendía a conocer el contexto en el que el mundo gira, entonces tendría éxito. No tenía en cuenta que despreocupándose de mí para dedicarse más a su empresa solo lograría que lo viese como un extraño. Pero si calificaciones era lo único que esperaba de mí, eso le daría. Siempre fui una chica obediente. (Espero que no digan lo contrario).
En todos mis años solo me dedicaba a estudiar y traer las mejores notas a mi casa. Primero me sentía orgullosa de que mi padre me mirase con más orgullo. Era para él su pequeña genio. Pero pronto, la situación cambió y la vida tomó otro giro. Ahora mis notas pasaban a ser la llave para todo lo demás. No era excelente; A más en todo, por mantener orgulloso a mi padre, lo hacía para prevenir el mundo que me esperaba y para que mi padre abriese su mano. Sabía que si mis calificaciones no decendían de "C", entonces todo lo que quisiese hacer lo haría sin vacilar, pues mi padre me daba total libertad de los gastos y de mis decisiones diarias.
Ahora, ¿qué me gustaba hacer en mi tiempo libre?
Eso suele variar según mis ánimos. Escribir es lo que más me gusta. Tomas un papel y una pluma y te desahogas sobre ellas hasta que no quede nada dentro de ti. Pintar lienzos al oleo no me sienta mal de todas formas, era uno de los pocos recuerdos que me anclaban al pasado feliz que nuestra familia había tenido. Y el deporte. ¿Ya te había contado que me gusta el tennis?
Claro que sin obviar todo esto, mi vida no deja de ser ordinaria y aburrida. Una chica sin amigos ni padres que busca divertirse esribiendo y corriendo detrás de un balón verde fluorecente, para descargar su fuerza sobre ella y sentirse bien con la insignificante victoria. Bueno, esa era yo hace poco tiempo. Abstente a juzgarme. Mucho cuidado con tus comentarios...